Tribuna
Diario El Mercurio, Lunes 17 de Septiembre de 2012
Francisco Javier González E.
Director Programa Doctorado en Historia
Universidad de los Andes
Diario El Mercurio, Lunes 17 de Septiembre de 2012
Francisco Javier González E.
Director Programa Doctorado en Historia
Universidad de los Andes
El primer 18 de septiembre que se celebró en Chile fue el de 1810. Se trató de una fiesta espontánea nacida del entusiasmo de los partidarios del trascendental paso que se había dado. En ella no faltaron las ceremonias religiosas, recepciones, música, iluminaciones de algunos edificios y fuegos artificiales.
Dos años más tarde, el entonces Jefe de Gobierno, José Miguel Carrera, oficialmente determinaba que se celebrase con la mayor solemnidad el aniversario de la instalación de la Junta.
Después de la derrota de Rancagua y la restauración de la administración española en 1814, el 18 de septiembre pasó a ser una fecha cualquiera, aunque seguramente, en el corazón de muchos afligidos patriotas, ese día renovaba las esperanzas en lo que se organizaba allende los Andes. Esperanzas que comenzarían a hacerse realidad en los campos de Chacabuco el 12 de febrero de 1817.
Un año exacto después de este triunfo se decretaría la Independencia de Chile, en cuya acta se haría expresa mención que el 18 de septiembre de 1810 había constituido el primer esfuerzo que se hizo en pos de la libertad. El 5 de abril de 1818, con el triunfo en Maipú, se sellaría el proceso independentista.
Durante el período colonial, las fiestas civiles y religiosas siempre habían ocupado un papel importante en la vida social. Sólo como ejemplo se puede señalar que a inicios del siglo XVIII, sumando los domingos y festivos, se llegaba a 146 días de celebraciones.
Siguiendo esta tradición, no fue extraño que al inicio de la vida republicana las fechas en que se conmemoraba algún acontecimiento importante para la Independencia se celebrasen como festivo y con toda la pompa de rigor. De este modo, por ejemplo, hacia 1819, el 18 de septiembre, el 12 de febrero y el 5 de abril eran días festivos en los que abundaban los conciertos, misas y desfiles. Quizás en ello había una intención pedagógica por parte de las autoridades, como también la de reforzar una conciencia nacional.
Con el tiempo se vio la necesidad de establecer un solo día en el que la patria estuviese de aniversario. Seguramente es lo que pretendió Bernardo O'Higgins con el decreto del 5 de abril de 1821, en el que establecía que los días 11, 12 y 13 de febrero de cada año serían días festivos para conmemorar la Independencia.
Es sintomático que después de este decreto la celebración solemne del triunfo de Maipú, cada 5 de abril, empezase a decaer hasta desaparecer, en 1825, como fiesta cívica. Sin embargo, no ocurrió lo mismo con el aniversario de la instalación de la primera Junta de Gobierno, pues tal fecha continuó celebrándose solemnemente.
Claramente el 18 de septiembre ocupaba un lugar principal en la conciencia de los chilenos. Quizás a ello ayudaba el hecho de que, hasta aproximadamente 1830, una serie de decretos relativos a la hacienda pública, pensiones, dudas del Estado y tiempos de servicio pusiesen como límite esa data. Señal clara que marcaba un antes y un después y que, para muchos, representaba una primera piedra en la construcción de la república, y la tradición parece celebrar las primeras piedras, no las últimas.
En 1827, Chile continuaban festejando, de alguna manera, dos fiestas patrias y con cierta paridad respecto al boato. Al menos eso se desprende de un decreto de 1827, firmado por Francisco Antonio Pinto, que establecía igual número de salvas en ambas fechas. Esta extraña dualidad llegó a su fin con un decreto del ministro Diego Portales del 8 de febrero de 1837, que reducía el día 12 de febrero a una fiesta menor. Había triunfado el 18 de septiembre.
Ahora bien, llaman la atención los argumentos que el mencionado decreto señalaba para reducir las celebraciones del aniversario de Chacabuco y de la declaración de la Independencia Nacional. Se decía que esa fiesta originaba "perjuicios de consideración al servicio público y a las ocupaciones de los particulares". En buen chileno, cortaba las vacaciones a todo el mundo.
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