Otros órdenes de magnitud por Nicolás Luco

Diario El Mercurio, Lunes 16 de Julio de 2012

La semana pasada se anunció que el paleontólogo Carlos Jaramillo, buscando en la mina de carbón Cerrejón, en Colombia, descubrió los restos fosilizados de una tortuga del porte de un neumático de auto. Vivió hace 60 millones de años.

En la misma mina habían ya aparecido los fósiles de la serpiente más larga de todo el mundo, la Titanoboa, y la Carbonemys, otra tortuga de agua dulce que, para seguir con la onda mecánica, sería del porte de un autito urbano, dice el despacho del Smithsonian.

No somos nada. "¿Cuántos años tiene tu nieto mayor?", me pregunta en un cóctel una amiga ingeniera. "Dieciséis", le contesto, "ya es un hombre grande". ¡Dieciséis!

Podríamos decir cualquier cosa, 20, 30, 40, 50, 90, 95, 100 años... y parece mucha vida. Pero ahora traen a la superficie los vestigios de la "nueva" tortuga, de hace 60 millones de años. Tanto tiempo no cabe en la experiencia nuestra.

Tal como no cabe en mi mente el bosón de Higgs, hablando con franqueza.

Por suerte me encuentro con Eduardo Hardy, astrónomo que representa en Chile los intereses de universidades estadounidenses que han invertido en los centros de observación del norte.

"Eduardo, qué complejidad esto del bosón de Higgs", le digo. "Se veía venir", me dice. "Ahora, encontrarlo ha tenido un costo inmenso; pero construir los instrumentos que se necesitan para estudiar la función del bosón, las causas de la complejidad de la materia, va a requerir una inversión 100.000.000.000 de veces mayor. Imposible".

(Antes que meterse en los intríngulis de la materia, parece más productivo dedicarse a descubrir en la fructífera mina de carbón en Colombia, la de las tortugas de hace 60 millones de años del porte de un neumático).

Calculemos, si uno tiene que escribir la biografía del bosón de Higgs, hay que empezar hace 14.500 millones de años.

¿Cómo penetrar el mundo físico, ir más allá del bosón de Higgs?

Eduardo Hardy me sonríe: "Para encontrar lo que falta por conocer en física tenemos el mejor laboratorio ante los ojos: las estrellas. Mirándolas podremos estudiar los procesos primeros de la formación de la materia".

Y sin invertir en más instrumentos que observen lo mínimo.

El CERN se traslada a nuestro norte.

Desde allí instrumentos ya reciben el fulgor del Big Bang, luces que recién nos llegan. Fósiles del espacio, tarea para los astrofísicos.