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Entre la luz y la sombra



Diario El Mercurio, Jueves 05 de Julio de 2012 
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/07/05/entre-la-luz-y-la-sombra.asp

Señor Director:
Los seres humanos vivimos entre luces y sombras. Incurrir en actos irracionales son los momentos más tenebrosos de la humanidad, de los cuales sin embargo podemos emerger si queda en nuestra alma el deseo del perdón y de la redención.
Recordar la crueldad de torturadores o abusadores, suceda esto en cualquier país o ejecutada bajo cualquier pretexto o ideología, significa dejar un testimonio sobre el dolor infligido por un poderoso hacia el débil, o de un transgresor hacia el inocente.
En 1994, cuando inicié la organización de las imágenes del mural “Memoria visual de una nación”, comencé a vivir una dualidad. Por un lado, retratar la luz inspiradora de nuestras tradiciones, de nuestros hombres y mujeres visionarios, desde Lautaro a Camilo Henríquez; de Neruda a Violeta Parra; de Prat a Huidobro, a mi entender, los hechos más importantes que han sucedido en este maravilloso pedazo de tierra.
Sin embargo, esta visión optimista no expresaba en su cabalidad el alma chilena, pues faltaban las acciones irracionales o satánicas que nos han desviado de los ideales fundacionales de la nación y que han separado dolorosamente a la familia chilena.

Tuve, entonces, que escoger episodios que señalaran a la gente la grieta oscura de nuestra idiosincrasia, como el asesinato de Diego Portales por un destacamento de soldados borrachos; la matanza de la Escuela Santa María de Iquique; el genocidio del capitán Popper; la masacre de ochenta estudiantes en las escaleras del Seguro Obrero.
Para recordar el golpe militar, visualicé la escena del martirio de Rodrigo Rojas y Carmen Gloria Quintana, y ellos fueron mi paradigma, por el hecho de ser jóvenes e ingenuos. Tenían 19 y 18 años y pegaban afiches contra la dictadura. Esto sucedió en 1986 en un barrio de Estación Central.

Sorprendidos por una patrulla militar, sus cuerpos fueron rociados con gasolina, quemados y luego arrojados en una zanja. Rodrigo Rojas murió y Carmen Gloria Quintana sobrevivió con su rostro desfigurado.
¿Cómo podría ponerse en el mural esta imagen oscura, teniendo como protagonistas a dos jóvenes desconocidos, que sucede en un barrio periférico con suelo de barro, al lado de un muro descascarado de una población marginal, junto a otras imágenes del mural que mostraban la belleza de nuestra tierra, la ternura de los versos de Gabriela Mistral, los mundos utópicos que se anuncian en Altazor, o la gesta de Arturo Prat?
Por supuesto que no. Este panel fue censurado, y por quince años durmió en un rincón de mi taller, aunque siempre tuve la esperanza de que algún día despertaría.
Y así fue. Un día vinieron a mi taller personas del Museo de la Memoria, rescataron la imagen que luego fue ejecutada en paneles de cristal con tinta china negra y que ahora está expuesta en el quinto piso del museo.
Según el orden del tiempo, la cordura ha vuelto a nuestra patria, pero el martirio de Rodrigo y Carmen Gloria no debe ser olvidado.
Mario Toral

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