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Aportar, proponer, inventar, emprender...‏



Necesitamos más emprendedores
por Roberto Ampuero 
Diario El Mercurio, Jueves 12 de Julio de 2012 


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En una etapa en que algunos instalan los derechos en el centro del debate nacional, pero dejando en segundo plano los deberes del individuo hacia la sociedad, resulta estimulante conocer a personas que ven su meta en el aporte a ella. Siento que en los últimos años se ha propagado en el país una mentalidad de acreedores en este sentido. Muchos piensan que aquello que no han logrado constituye una deuda del Estado o los demás para con ellos, que el Estado es el culpable de sus fracasos y, por eso, en lugar de analizar las causas de sus problemas, apuntan rápido el dedo acusador hacia los demás. La tendencia persiste en un mundo que se cae a pedazos y en que las democracias industriales afrontan una crisis que compromete al Estado asistencial.
"No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino que puedes hacer tú por tu país", decía John Kennedy. Y tenía razón. De tanto exigir del Estado asistencial, la gallina de los huevos de oro está agonizando en la era de la globalización y la emergencia de nuevas potencias. Conviene preguntar no sólo si nuestras escuelas enseñan a debatir esgrimiendo argumentos y escuchando al que piensa diferente, desafío enorme para maestros, familias, nuestro lenguaje y forma de pensar. También es bueno preguntar qué enseñan las escuelas sobre el funcionamiento de los países, el papel de los impuestos, los límites del Estado, la necesidad de atraer inversión nacional y extranjera, el rol de los emprendedores, el origen de los tributos con que se financian los países. ¿Se enseña a los escolares nociones de economía para que, cuando adultos, puedan diferenciar entre políticos responsables y encantadores de serpientes? ¿Se enseña en clases por qué en el siglo XX fueron derrotados el fascismo y el comunismo? ¿Y aprenden los alumnos sobre la globalización y el impacto que ella tiene sobre sus aspiraciones profesionales y futuro? Me temo que es deficitaria la educación sobre este mundo en transición, lo que atenta contra el análisis del presente y los sueños de muchos. Sin esa visión, los jóvenes son hojas en el vendaval de los cambios mundiales y tienden, lógicamente, a buscar a través de demandas sociales una certidumbre que, por desgracia, el mundo actual ya no brinda a nadie.
Recientemente visité, en Malinalco, pueblo cercano a Ciudad de México, la obra humanitaria de Las Hermanas del Buen Samaritano, que atiende gratuitamente a enfermos de escasos recursos en un magnífico centro de acogida. Tres monjas chilenas, heroínas anónimas, son el alma de la infraestructura donada por empresarios mexicanos. En uno de los bellos "pueblos mágicos" de México, las religiosas se dedican a atender al prójimo, posibilitando atención médica, ofreciendo cuidados, brindando trato digno a enfermos abandonados en la etapa final de sus vidas. Siento que hablamos mucho de quienes exigen y demandan, pero poco de quienes aportan. Con mucha razón, todos quieren mejor educación para conseguir buenos trabajos, pero pocos se ocupan de cómo formamos a los emprendedores que crean esos puestos de trabajo. Basta con examinar los monumentos levantados en Chile, dedicados a héroes, políticos y, a veces, artistas. ¿Cuántos corresponden a emprendedores? En una reciente visita al imponente Instituto Tecnológico de Monterrey me sorprendió su filosofía: no sólo formar profesionales de primer nivel, sino también emprendedores que creen plazas de trabajo y eleven el PIB. No hay duda de que de un país que prospera, como Chile, surge una ciudadanía más empoderada y exigente. Conviene, por eso, prestar mayor atención a quienes aportan a la sociedad mediante la entrega solidaria o la creación de puestos de trabajo, mediante el aporte humanitario desinteresado o el legítimo afán de emprendimiento y ganancia.

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