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Salario mínimo y ética por Guillermo Larraín


Diario La Segunda, Lunes 07 de Mayo de 2012    
http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2012/05/07/salario-minimo-y-etica.asp
El presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) ha señalado que el salario mínimo debiera crecer desde $182.000 a $250.000; o sea, 37% más. La ministra Matthei ha señalado, en un tono ambiguo, que se presta para malos entendidos, que “ningún economista serio se atrevería a decir que un aumento sustancial del salario mínimo no provoca cesantía”. Como es sabido que en la derecha hay gente, en particular economistas, que considera que el salario mínimo no juega ningún rol, parece interesante discutir si (a) 37% es o no sustancial, (b) si puede dicho número generar o no desempleo y (c) cómo hacerse cargo del hecho de que, evidentemente, una familia de cuatro personas no puede vivir ni siquiera con un sueldo de $250.000.
La discusión del salario mínimo está cargada de preconcepciones tan contradictorias que finalmente una buena política de salario mínimo tiene mucho de arte y mucho de política. Veamos.
Un incremento salarial del 37% es sustancial. La referencia es que el salario mínimo en promedio en dos décadas creció al 3,9% en términos reales, como los salarios en la economía pero por sobre el crecimiento de la productividad media del trabajo, en particular del trabajo de menor calificación. Medido en pesos de 2012, el salario mínimo líquido pasó de $62.930 en 1990 a $140.479 en 2011. Así, es posible subir el salario mínimo de manera sustentable en el tiempo y sin generar desempleo.
La razón de este éxito es la persistencia, la prudencia y el acompañamiento de su incremento moderado con otras políticas de apoyo a las familias. Chile debe tener como política incrementar el salario mínimo más allá de lo que crece la productividad media del trabajo. ¿Por qué? Porque nadie dice que “el nivel del salario mínimo” esté bien. Sólo lo sabremos cuando comiencen a aparecer los efectos negativos. Y mejor que ello ocurra de a poco.
El incremento del salario mínimo más allá del aumento de la productividad no puede ser excesivo, porque hay efectos indeseables que pueden aparecer. Un estudio reciente de Nicolás Grau y Oscar Landerretche sobre el impacto del salario mínimo en el mercado del trabajo ayuda a entender lo que pasa.
En un contexto en el cual el salario mínimo creció a un promedio anual real del 4,2%, los autores llegan a tres conclusiones. Primero, el salario mínimo altera de manera significativa los ingresos de los trabajadores afectos (o en la vecindad) del salario mínimo. Sin embargo, en segundo lugar, hay un efecto modesto pero negativo sobre la probabilidad de mantener el empleo; no ven un efecto en la probabilidad de encontrar trabajo. Finalmente, sumando todos los efectos, los autores observan que los ingresos de los trabajadores afectos suben, produciéndose una redistribución hacia los trabajadores con empleo. Aunque no se puede extrapolar, si en lugar de que el incremento salarial fuera del 4,2% (media durante el período de estudio) el aumento fuera casi 10 veces más, es claro que los efectos que señalan Grau y Landerretche serían más importantes y significativos.
¿Qué hacer entonces? ¿Basta con constatar que solo hay que promover alzas moderadas del salario mínimo? La respuesta es no, tanto por razones éticas como por razones técnicas.
La razón ética es que en el Chile de 2011 una familia de 4 miembros simplemente no puede vivir con $182.000 más un reajuste prudente. Esto es lo que quiso decir en 2007 el obispo Goic y que le fue duramente respondido entonces por la actual ministra Matthei.
La razón técnica es que la lógica discursiva de los incrementos nada dice respecto de los niveles. El hecho de que durante más de 20 años el salario mínimo haya crecido por sobre la productividad de estos trabajadores (posiblemente en forma sustancial), lo que señala es que el nivel del salario mínimo en 1990 era muy bajo. Hacía agua. En economía sabemos que los precios fijados, como el salario mínimo, pueden ser irrelevantes si están lejos de su nivel óptimo. 
El desafío político por lo tanto es generar condiciones para que la búsqueda de dicho nivel óptimo se haga prudentemente y con los menores costos. ¿Cómo complementar los ingresos de las familias que viven del salario mínimo para que los ingresos sean los éticamente aceptables?
La respuesta habría que buscarla en el mentado “Ingreso ético familiar”. Si suponemos un incremento del salario mínimo igual al histórico, un grupo familiar de 4 personas y una sola fuente de ingreso, entonces el ingreso familiar asciende a (milagrosamente) $247.911. Claro que eso es en caso de que la persona califique, que los niños estén sobre 5º básico, que estén entre el 15% de los mejores alumnos… Una familia con hijos menores o que no son del 15% mejor, recibiría $239.577. Una familia con ficha de protección social un poco mejor, $227.577. Así va bajando.
¿La razón? No hay recursos suficientes para darles a todos el complemento de ingresos necesarios para alcanzar el nivel éticamente aceptable. ¿O sí?

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