por Joaquín García Huidobro
Diario El Mercurio, Domingo 13 de Mayo de 2012
Diario El Mercurio, Domingo 13 de Mayo de 2012
http://blogs.elmercurio.com/reportajes/2012/05/13/mucha-pedagogia-poca-educacion.asp

El 69% de los egresados de Educación Básica carece de los conocimientos mínimos para enseñar, nos dice la prueba Inicia. Y el país se pregunta: ¿quién mató a la educación chilena?
Por décadas tuvimos una educación de lujo, aunque para pocos. La fórmula era simple: curas y masones llenos de mística, con escuelas exigentes, donde reinaba la disciplina, respaldadas por padres completamente alineados con los profesores. Las diferencias ideológicas parecían enormes, pero católicos y laicistas coincidían en lo fundamental: la educación no consiste en enseñar matemáticas o caligrafía, sino en formar el carácter a través de los números y las letras; el ser humano no está en el mundo para mirarse el ombligo y exigir sus derechos, sino para cumplir su deber.
El motor que movía la educación primaria, que es la verdaderamente importante, eran las Escuelas Normales. Allí estudiaban los mejores estudiantes del sistema público, con un sistema muy práctico, donde les bastaba seguir el ejemplo de maestros experimentados. De ahí salió nada menos que Gabriela Mistral. Ella no fue una casualidad, sino un fruto esperable cuando existe un grupo numeroso de jóvenes que saben hablar, leer y escribir con corrección. ¿Alguien se imagina que hoy pueda salir una Gabriela de nuestras escuelas de Pedagogía?
En 1965 llegaron aires nuevos. Había que transformar a la pedagogía en una ciencia, y se la radicó en las universidades, donde quedó en calidad de pariente pobre. El castellano se transformó en lenguaje, la literatura en pseudolingüística, la historia en ciencias sociales, y los alumnos en ignorantes. Las gloriosas Escuelas Normales fueron languideciendo, se politizaron, y terminaron por ser suprimidas en 1974.
La prueba Inicia que hemos conocido en estos días tiene algo de acta de defunción de un sistema que parece haber fracasado. Con todo, las cosas todavía pueden ser peores. Sabemos que hay ciertos criterios de medición que influyen en la realidad medida. Si la evaluación no está bien hecha, se estará dando una mala señal. Las universidades prepararán para la prueba, mejorarán sus resultados, pero empeorará la educación.
¿Es Inicia una buena prueba? No lo sabemos. No conocemos sus preguntas ni el criterio seguido para determinar cuáles son los conocimientos que se estiman indispensables. Esto obedece a una tendencia presente en muchos países: transformar la educación en una materia que deciden unos especialistas, que se legitiman como si fueran químicos o expertos en electricidad.
Quizá la prueba sea magnífica, pero no basta con que lo diga gente muy importante. Queremos verla, porque en ella se juega el futuro del país. La educación es cualquier cosa, menos una actividad aséptica.
La prueba evalúa a profesores de educación básica. Pero, ¿sirve para determinar si saben contar cuentos, si cantan, tocan el acordeón o tienen la cabeza llena de poesías y aman los números? Porque si un profesor de 2º Básico carece de todas esas habilidades, si no tiene pasión por lo que enseña, si no sabe poner el rostro severo y también sonreír, ¿qué podrá enseñarles a los niños? ¿Les explicará una teoría de Piaget o en qué lugar se hallan esos pequeños dentro de las etapas del conocimiento moral de Kohlberg?
Para saber si una prueba para profesores es buena hay que preguntarse: ¿cómo le habría ido en ella a Gabriela? ¿Qué resultado habrían obtenido Roque Esteban Scarpa o Juvenal Hernández? Porque si no obtienen la nota máxima, el problema no es suyo, sino del instrumento de medición.
Lo que debe preocuparnos no es sólo el resultado que han obtenido esos jóvenes en una prueba que está recién comenzando, que puede mejorarse, y que pide a gritos mayor legitimación ciudadana.
Lo que de verdad debe inquietarnos es la posibilidad de que muchas de nuestras escuelas de pedagogía estén muy alejadas de ese fondo humano del que surge una Gabriela o, al menos, una Amanda Labarca: personas abnegadas, competentes y enamoradas de su profesión. Eso sería mucho peor que el hecho de que la mayoría de nuestros egresados haya reprobado la prueba Inicia en su sección de conocimientos disciplinarios.
No se trata de volver a las Normales ni de ignorar los grandes avances de la disciplina, pero la pedagogía tecnocrática que reina entre nosotros hace casi medio siglo ha dejado fuera de su atención el mundo de la vida. Pide a sus profesores que sepan todo sobre metodología y les esconde sistemáticamente la cuestión de hacia dónde marchan. Pero si no hay una idea de hombre, una meta clara hacia donde se va, la enseñanza misma se transforma en manipulación. En esto coinciden las tecnocracias de izquierda y derecha. En ellas no hay lugar para Gabriela.
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