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El periodismo representando con malas artes...‏




CartasCensura, cámaras y nanas
por Ascanio CavalloDIario El Mercurio, Domingo 13 de Mayo de 2012   
http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2012/05/13/censura-camaras-y-nanas.asp

Señor Director:
Sería hora de que los periodistas dedicáramos cierto rigor al uso de la palabra censura. Es un término muy pesado, que envuelve violencias contra derechos humanos, legales y constitucionales. La censura es por definición un acto coercitivo externo, burocrático y centralizado. No se la puede confundir con la decisión soberana de un medio de comunicación de excluir o restringir un contenido propio. Por eso, tajantemente no es censura lo que hizo Canal 13 al suspender la segunda parte de un contenido incluido en su noticiario acerca de la discriminación contra las empleadas domésticas.
Es importante despejar esta parte pretendidamente moral del debate posterior, porque encubre el verdadero problema ético, que es la elaboración de una ficción informativa —un montaje, para decirlo con claridad— con el fin de demostrar una tesis prediseñada, que es la siguiente: las “nanas” sufren discriminación en Chile.
Este no es un hallazgo, ni mucho menos una noticia. Pero para fabricarla, se usaron actores y cámaras ocultas. Hace rato que las “reconstrucciones” y las “dramatizaciones” vienen envenenando de facilismo al periodismo de investigación televisivo. Pero es posible que este caso haya tocado fondo en impericia y vulgaridad. Si la discriminación fuera lo que esas imágenes mostraron, sería muy fácil de combatir. El verdadero caso es que es mucho más insidiosa, sutil e indirecta.
El gremio de los actores debería estar feliz de encontrar un nuevo campo laboral en los noticiarios. El de los periodistas tendría que estar de luto. El periodismo está siendo sustituido por las artes de la representación y por el sociologismo. Como responsable de la formación de futuros periodistas, me niego a aceptar que lo que emitió Canal 13 sea llamado periodismo y no puedo sino alegrarme de que no haya profundizado en esa violencia no-informativa. No se le puede reprochar a un medio que ha metido la pata que no la termine de hundir en el fango.
Escribo esto con profundo dolor, porque algunas de las personas envueltas en este caso son amigos y compañeros a los que quiero y respeto, y lo seguiré haciendo más allá de este incidente. Mi única explicación para lo que ha ocurrido es que la presión competitiva de la televisión está arrastrando a nuestros periodistas hacia un pozo negro donde la ética mínima —esa modesta norma de no hacer a los demás lo que no querrías que te hicieran a ti— se ha perdido en el frenesí de la línea de resultados. Es la hora de reponer al periodismo —no a la sociología, ni al teatro, ni al melodrama, ni a la gestión comercial— en esas horas en que varios millones de chilenos encienden sus televisores para informarse, no para recibir tesis ni parodias de la realidad.
Y para eso, también es hora de que la televisión proscriba de sus prácticas, total y definitivamente, las cámaras ocultas, el instrumento más inmoral que haya concebido el oficio periodístico. Quienes lo defienden —siempre a medias, siempre como excusa— dicen que se justifica para revelar grandes delitos de interés público. Quisiera saber de diez casos en que haya sido así; quisiera saber, como en Sodoma, de un solo justo entre los injustos.
Ningún reportero de la prensa escrita escucha detrás de las puertas, ningún trabajador radial intercepta conversaciones en forma clandestina, ningún periodista de internet hackea correos electrónicos. ¿Por qué la televisión se arroga el derecho de usar técnicas de ocultamiento? Nada de esto se hizo en el momento más difícil de la libertad de prensa y todo lo que se supo entonces se debe a investigadores minuciosos y dedicados, que tenían interés en la verdad de los hechos, no en el show. ¿Por qué una televisión democrática emplea los instrumentos de, digamos, la CNI?
Hace sólo unos meses, uno de los diarios más leídos del mundo, News of the World, debió cerrar porque se descubrió que su editora había montado un extenso sistema de escuchas telefónicas clandestinas. Oía en ellos algunas cosas inapropiadas, un par de secretos y un montón de nimiedades personales. Esto es exactamente lo mismo que las cámaras ocultas. Un periodista que usa estos métodos renuncia, como aquella editora, a sus capacidades profesionales. Y sobre todo a su decencia.
Ascanio Cavallo
Decano de Periodismo 
Universidad Adolfo Ibáñez

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