Contagiar de alegría,
animados y vivaces;
contentos e imbuidos
de un estado interior
fresco y luminoso
que nos transporta
a una forma de plenitud
y a expresar felicidad.
Emocionarse y sonreír
porque hay razones para ello,
aunque también haya casi siempre
muchas razones para estar triste.
Pero no porque la vida no sea perfecta,
va a dejar de ser maravillosa.
La predisposición a la alegría
no es la compulsión por reír tontamente,
sino la sensibilidad
para percibir lo bueno de cada día,
para estar receptivos
a las sorpresas benéficas,
sensibles a lo precioso e invaluable
que nos llega gratuitamente sin merecerlo.
La alegría también puede ir acompañada
de cosas graciosas y sencillas
que nos hacen reír y que nos enseñan
a no tomarnos demasiado en serio,
sin dejar por ello de ser responsables
y comprometidos en causas nobles.
Seamos portadores de esa alegría
que más que nunca se expresa con gozo
en los tiempos pascuales;
la Buena Noticia
de sabernos amados sin medida,
de sabernos rescatados
de la muerte y del pecado
y, esperanzados confiar
en la Providencia divina
que nos trae el Espíritu del Amor
para que vayamos a comunicarla
con alegría en un servicio
que no es amor al deber
sino deber de amor...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS