por Jacques Attali
[Attali fue asesor de François Mitterrand y mentor de François Hollande]
El Mundo
Diario El Mercurio, sábado 12 de mayo de 2012
¡Cómo es el destino! Este joven, que vi llegar a mi despacho en octubre de 1980 con su compañera Ségolène Royal, proponiéndome sus servicios para trabajar en la campaña de François Mitterrand sin importar en qué, se convierte en Presidente.
Su llegada entonces fue muy reveladora de su actual naturaleza. Preocupado por hacerse útil, ni obsequioso ni distante, en ningún caso oportunista: ningún joven de ese nivel acudía a unirse a las filas despobladas de apoyo del primer secretario del Partido Socialista de la época. Se ofrecía a un candidato improbable, vencido ya dos veces en las presidenciales, cuando todos los sondeos apostaban por el Mandatario saliente como vencedor y todos los analistas daban por hecho que su oponente socialista sería otro (extraño paralelismo con la situación de hoy).
Decir que entonces pronostiqué su reciente victoria sería mentir. Me parecía demasiado dado a la autoparodia para comprometer su vida en este propósito a largo plazo. Pero me di cuenta de su inteligencia, su amabilidad, su sentido del humor, su distancia de sí mismo.
Descubrí que tal amabilidad no era sinónimo de ingenuidad: había en él una gran firmeza, una gran coherencia de pensamiento, una gran lucidez. Una sorprendente tenacidad tranquila. Su autoparodia no tenía que ver con la timidez, sino con una voluntad real de protegerse del exceso de orgullo consustancial a la acción pública.
Poco a poco, vi formarse en él un pensamiento político claro: la justicia social y la construcción europea. Ninguna de las dos le ha abandonado. Y hoy, están más que nunca de actualidad.
1. La justicia social, realidad no cuantificable, resultado de una percepción, está hoy por los suelos. Y él ha hecho de ella, desde hace 30 años, su mayor ambición. Le queda aprender a apreciar en su justo valor a los empresarios y las exigencias de la competitividad: el hecho de crear una empresa y defender su competitividad merece impulsarse. Deberá deducir que, al contrario de lo que sostiene, las riquezas creadas merecen ser menos gravadas que las transmitidas, los empresarios menos que los rentistas. Y que es más justo gravar los patrimonios, las sucesiones, que los ingresos.
2. Europa es ahora el principal reto para la vida pública francesa. Esta elección nos confirma antes que nada un teorema: nadie puede ser elegido Presidente si no es un pro europeo convencido. Fue porque se lo veía como pro europeo por lo que Nicolas Sarkozy venció en 2007 y es porque tomó distancia con el proyecto europeo por lo que fue derrotado. Y el principal desafío de este mandato será justamente la supervivencia de la Unión Europea: ésta corre el riesgo, más que nunca, de romperse, porque el euro no puede resistir sin apoyarse en un presupuesto comunitario de inversión. Y es la Unión, y ella sola, la que permitirá desbloquear los márgenes de maniobra financiera, a través de los eurobonos, para financiar el crecimiento, y por tanto el empleo, las transferencias sociales y las inversiones públicas. La solución a todo el resto de desafíos se deriva de esto: la inmigración no se puede gestionar mejor más que con una acción común. La política exterior será más fuerte si está coordinada. La defensa será más fuerte si es europea. La misma justicia social no será realmente posible más que en el contexto europeo.
Hollande está particularmente bien ubicado para tener éxito. En la escuela de Mitterrand aprendió que nada es más importante que la justicia social y que Europa. Pero que si hay que elegir entre los dos objetivos, es necesario privilegiar a Europa, a fin de que se dote de medios para realizar la justicia social. También aprendió que si las reformas más difíciles no se abordan enseguida, no se harán jamás. Y que, para ser reelegido al final de su primer mandato, deberá tomar lo más rápido posible las decisiones más impopulares.
Le queda por aprender a decidir solo: toda su vida política le ha llevado a buscar compromisos con sus amigos, sus aliados, para obtener el mejor consenso. No está solo más que desde que fue candidato a las primarias. Y el Presidente está absolutamente solo. Y debe decidir, sin buscar necesariamente compromisos: nada sería más peligroso que un Presidente que aplazara decisiones. Nada sería más peligroso para Francia que un Presidente que no tuviera el valor de reducir el gasto público, masivamente, en detrimento no sólo de los muy ricos, sino también, algo inevitable, de las clases medias.
La prueba de su mandato estará en encontrar coherencia entre la exigencia de reducir la deuda pública, la justicia social y Europa. Si fracasa en 2017, el euro dejará de existir y nuestro nivel de vida bajará en un tercio. Si triunfa (y creo que puede) Francia, en cinco años, habrá estado a la vanguardia de la creación de una Europa federal, de la que sin embargo nadie osó hablar en esta campaña. No sería la primera vez que François Hollande sorprendiera.
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