WELCOME TO YOUR BLOG...!!!.YOU ARE N°

Hay unos mínimos que no se transgreden y unos máximos a los que se debe aspirar... por Gonzalo Rojas



Diario El Mercurio, Miércoles 16 de Mayo de 2012 
Gonzalo-Rojas2.jpg
René Cortázar -de quien agradezco haber aprendido nociones básicas de economía en 1971- ha sido tan claro como valiente para recordar uno de los más elementales principios institucionales. En su calidad de presidente ejecutivo de Canal 13 ha declarado que "todo medio de comunicación tiene el derecho y el deber de no emitir aquellos contenidos que violan la línea editorial con la que se ha comprometido".
En estas palabras hay tanta sabiduría, tanta prudencia y tanta eficacia, que resultan extrañas en un Chile en el que casi todos desvinculan los derechos de los deberes, animan a traspasar los límites y reniegan de sus compromisos.
Se lo ha acusado de censura, pero esa crítica se mueve entre la maldad y la tontería. Cuando se afirma que una institución informativa es portadora de una línea editorial, se recuerda -tanto a quienes trabajan en ella como a quienes acceden a su información- que hay unos mínimos que no se transgreden y unos máximos a los que se debe aspirar. Una línea editorial es un conjunto de bienes por los cuales una entidad informativa quiere trabajar, porque está convencida de que su tarea excede con mucho la mera instrumentalidad del dar a conocer. Porque el medio de comunicación se sabe sólo instrumento, valora en mucho el bien que comunica.
No hay entonces censura, sino coherencia, cuando se recuerda que una determinada línea no se debe cruzar, porque ya está previamente especificado el ámbito de acción, y, además, se supone que quienes trabajan en esa institución lo conocen perfectamente. Por eso, el que lo transgrede desde dentro, o es tonto o es malo.
Lo que ha recordado para Canal 13 su presidente ejecutivo con especial fortaleza, es igualmente válido para las instituciones educativas y para los partidos políticos, porque unos y otros sufren hoy del síndrome de PPIM, o sea, de la Pérdida Progresiva de Identidad Mínima.
A muchas corporaciones educativas les asusta que se las pueda acusar de integrismo o de fundamentalismo (obviamente, estos temores están radicados en los pedagogos conservadores, porque nadie se atreve a denunciar con esas palabras a los profesores marxistas). Pero si quienes educan en nombre del bien no tienen la valentía de Cortázar para afirmar y defender sus convicciones -su línea educativa-, colaborarán con el progresivo empobrecimiento de la sociedad chilena, que mientras cacarea el pluralismo, lo elimina por la vía del desprestigio.
Cuando una universidad sabe lo que quiere para sus alumnos y para Chile, no tiene complejo alguno en afirmarlo y en pedirles a quienes forman su cuerpo de profesores que se comprometan con ese propósito. Ese es su legítimo aporte a la diversidad. Pero cuando duda de su ideario, se licúa, se disuelve y termina censurando -ahora sí- a todo el que tiene convicciones claras: es el mundo al revés.
Similar cosa sucede cuando un partido deja de tener su declaración de principios como referencia fundamental: entonces caben en su institucionalidad "diuncuantuay". Ciertamente la impresión es alucinante: parece que la colectividad se hubiera abierto a la realidad, pero comienza a negarla por completo. Ni sus militantes experimentan ya adhesión a los principios fundacionales, ni los independientes valiosos pueden tener interés alguno en integrarse a un totum revolutum , sin chicha ni limoná. El PPD convertido en norma y criterio del partidismo chilensis .
Una educadora alemana radicada en Chile por muchos años, pero con escaso dominio del castellano, lograba eso sí dejar clarita la línea de su institución. Cuando le protestaban por algo que realmente conmovía los fundamentos de su proyecto, era enfática: "Si no te gusta, váyate ".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS