La ciudad como producto del inconsciente colectivo
es la memoria colectiva a la que se le han olvidado sus arquetipos.
Las tipologías arquitectónicas no se sabe ya qué son.
La estructura de la ciudad ha perdido su sintaxis;
si posee todavía una gramática no sabe cómo articularse.
Ni siquiera los restos exhumados tras la excavación
nos sirven para desentrañar quiénes fuimos.
Es sólo para levantar apresuradamente
una forma degradada de lo nuevo.
Los paradigmas han quedado obsoletos.
La caducidad de la obra coincide con su génesis.
La tierra baldía, el páramo al menos tiene sed de horizonte.
La ciudad baldeada, posee una humedad que cala los huesos.
Es un cemento que nunca fragua. Una selva que nunca florece.
Es el cementerio de los no muertos que vagan como fantasmas
en una urbe que es una acumulación de construcciones sin sentido,
que parecieran albergar construcciones abandonadas para siempre…
¿Dónde está el alma de esta ciudad? ¿Dónde están sus niños?
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