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De Orwell a Chile, pasando por Cohn-Bendit por Gonzalo Rojas


Diario El Mercurio, Miércoles 09 de Mayo de 2012 


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George Orwell fue siempre un hombre de izquierda. Pero, a diferencia de la mayoría de sus correligionarios, fue un sujeto honrado. Por eso escribió "La granja de los animales" y "1984".
Mucho menos conocido, pero igualmente valioso, es su "Homenaje a Cataluña", referido a los acontecimientos de mayo de 1937, en la Barcelona de la guerra civil, justamente hace 75 años. Por esos días, en las calles y edificios de la ciudad condal se enfrentaron los anarquistas de la CNT-FAI y los trotskistas del POUM, contra los estalinianos del Partido Comunista de España. Todos luchaban contra Franco, pero todos se peleaban entre sí. Fue una guerra civil dentro de la guerra civil. Quienes hayan visto "Tierra y libertad", la película de Ken Loach que relata la historia de David Carr, un miembro del Partido Comunista de Gran Bretaña que se enrola erróneamente en un regimiento del POUM y termina abominando del comunismo soviético, entenderán mejor todo el asunto.
El ensayo de Orwell y la película de Loach apuntan al mismo centro: en mayo de 1937 se hizo patente, a sangre y fuego, lo que desde la I Internacional había enfrentado a Marx y a Bakunin: los modos concretos de hacer la revolución. O, dicho de otra manera: ¿en la izquierda caben todos, o sólo unos pocos iluminados pueden aspirar a conducir?
Ése fue el mismo problema que enfrentó a los numerosos grupúsculos de jóvenes que conformaban las izquierdas de mayo del 68 en París. Tanto Laurent Joffrin en su magnífico " Mai 68 " como el mismo Daniel Cohn-Bendit en "La revolución: y nosotros que la quisimos tanto", publicado en 1988, así como en el libro-entrevista de 2008 titulado " Forget 68 ", dejan en claro que la lucha entre los izquierdistas fue sin cuartel. Guevaristas, maoístas, leninistas, trotskistas, anarquistas, revisionistas seguidores de Sartre, Marcuse, Althusser o Garaudy, violentistas encandilados con Fanon, todos se combatían unos a otros de mala manera.
Algo así viene sucediendo desde que el MIR desafiara al PC en el Chile de los años 60, y desde que en los 80 diversos frentes y movimientos se descolgaran de los partidos tradicionales de la izquierda, para matar por cuenta propia.Y ahora pasa algo similar en la conducción de algunas de las federaciones de estudiantes, porque en varias de ellas sus líderes destinan buena parte del tiempo a sus disputas interminables sobre estrategia y táctica. Son jóvenes de muy variadas izquierdas. Autónomos, anarquistas o comunistas, esos dirigentes justamente lo que no hacen es dirigir. No les interesa en lo más mínimo el conjunto de las reales necesidades de los estudiantes, como nunca le importó un pepino al Partido Comunista español la pobreza andaluza, o a Cohn-Bendit el nivel de aprendizaje de las ciencias, o al MIR el déficit de vivienda en las ciudades en las que formaba sus frentes. Se movían por otra cosa: les interesaba fundamentalmente el propio dinamismo revolucionario; prevalecer sobre otros en la disputa íntima entre facciones, una lucha habitualmente fratricida.
Volvamos a Orwell. Casi al terminar "Homenaje a Cataluña", el británico afirma que en esos momentos de canibalismo entre las izquierdas en mayo del 37, "lo más seguro era parecer lo más burgués posible". O sea, cuando un izquierdista arremete contra otro, lo único seguro es abandonar la posición, porque Saturno, en este caso, devora hasta a sus hermanos. A los militantes de las izquierdas se los ha calificado erróneamente como "jóvenes idealistas". Cuando se analiza de cerca y con honradez su actuación -Cataluña en 1937, París en 1968 y Santiago en 2011-2012-, no cabe sino concluir que son simplemente corazones de hielo acompañados de cabezas muy calientes.

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