Un lector del blog mercurial se pregunta
cómo era el rostro de Jesús, y agrega
en tono de pregunta si hay dibujos o retratos.
No soy historiador; no tengo competencia
para confirmar antecedentes fidedignos
que se remontan a dos milenios…
Conservo la transcripción
de la carta de un lector
Eduardo Blanlot Meza,
publicada en los años ochenta
en el diario El Mercurio,
quien la reprodujo de
de lo que apareció en diciembre de 1976
en una revista católica de la obra 'Don Orione'.
Don Eduardo Blanlot concluyó su carta
con la referencia de dónde la había tomado,
agregando lo hermoso e impactante
de la descripción que a continuación copio:
EL RETRATO DE CRISTO
Tengo conocimiento de que hay en el Vaticano
un documento oficial escrito en la época de Tiberio
(que gobernó desde el año 14 al 37 de nuestra era).
En él, el gobernador romano
que antecedió a Poncio Pilato, Léntulo Publio,
quien ejercía el poder en Judea,
de acuerdo con una costumbre
de los gobernadores de provincia,
envió al Senado Romano la siguiente nota,
en la que hace una descripción de la persona de Jesús.
«Ha aparecido en nuestros días
un hombre de gran virtud
cuyo nombre es Jesús,
que todavía vive entre nosotros
y es aceptado por los gentiles
como un profeta de la verdad,
pero a quien sus propios discípulos
llaman Hijo de Dios.
Resucita a los muertos
y cura toda clase de enfermedades.
Es un hombre de estatura más bien alta,
hermoso, con un aspecto venerable,
de tal naturaleza que quienes lo miran,
pueden amarlo y temerlo.
Su cabello es de color
de una avellana muy madura
y lacio casi hasta las orejas,
pero de éstas para abajo
es algo rizado y de color
más brillante
y ondea sobre sus hombros.
En el medio de su cabeza
hay una línea o partición
de sus cabellos,
a la manera de los nazarenos;
su frente es muy lisa y suave;
su rostro sin manchas ni arrugas,
es bello con un hermoso rosa;
su nariz y su boca están formados
de tal modo, que nada en ellos
se puede censurar; su barba,
algo espesa, que concuerda
con el color de sus cabellos,
no es muy larga, pero está
partida en el medio;
su mirada es inocente y grave;
sus ojos azules claros
son diáfanos y penetrantes.
Cuando reprende inspira temor
pero hasta en sus amonestaciones
es afable y bondadoso,
cortés y de palabra dulce.
Su discurso es vivo,
con una mezcla de gravedad.
No se sabe de nadie
que lo haya visto reír,
pero muchos lo han visto llorar.
Su cuerpo es bien proporcionado y erguido.
Sus manos y brazos son muy gratos a la mirada.
Cuando habla es moderado, humilde y sabio.
Es un hombre que por su singular belleza,
supera a la de los hijos de los hombres.»
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