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El elogio del método


por Felipe Bianchi 
Diario El Mercurio, Jueves 13 de Septiembre de 2012
http://blogs.elmercurio.com/deportes/2012/09/13/el-elogio-del-metodo.asp#comments

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En este septiembre espantoso que nos ha tocado transitar (¿no va a pasar nada bueno este mes?), la partida de Raquel Correa y de Sergio Livingstone, más la derrota previsible y lamentable -suficientemente anunciada- de Chile ante Colombia, me llevaron a pensar en el método. Y la falta del mismo.
Buena parte del estilo -y me atrevería a decir de la capacidad profesional de Correa y de Livingstone- estaba basada en el método. Los cuadernitos llenos de datos y cifras del periodista deportivo ya son un clásico en todos los medios donde trabajó. Un signo de distinción y de diferenciación que, sumado a sus talentos, le permitieron llegar a ser lo que fue. Por tantos años. Era un tipo ordenado, el Sapito. Y mañoso. Por ende, perfeccionista. No le gustaban la improvisación, el despelote, la intuición o el vislumbre. Por eso se equivocaba poco y tenía siempre el radar aceitado.
Para qué decir doña Raquel. Sistemática, disciplinada, criteriosa, apegada a la técnica y al procedimiento, racional, nunca llegó a sus entrevistas sin estar muy, pero muy preparada. Sin haberlas pensado y recorrido antes. Sabía que la planificación, más que "la genialidad surgida en el momento", era la base de un buen trabajo.
Tenía razón. Los dos tenían razón. Bah, yo pienso que tenían razón. Contra todo lo que algunos flojonazos sostienen, el éxito profesional, artístico y deportivo tiene mucho que ver con reducir el margen de error. Con ensayar, con prepararse.
Pekerman (el mismo Pekerman que no quiso hacerse cargo de Chile cuando se fue Bielsa, porque no confió en sus potenciales empleadores), en pocos meses tiene jugando a Colombia como un equipo. Afinadito, eficiente. Entiende el fútbol, pienso yo, de la única manera que puede entenderse. Ofensivamente, pero reduciendo el error, el descuido, la negligencia y la informalidad a partir de la mecanización del trabajo. Del ejercicio, del dibujo previo, del estudio permanente. Hay dos tipos de entrenadores: no los ofensivos ni los defensivos, sino los improvisadores (o intuitivos) y los que sienten que el fútbol hay que predibujarlo, explicarlo, mecanizarlo.
Puede que sea cosa de gustos, pero los de la segunda vertiente (Van Gaal, Bielsa, Mourinho, Ferguson, Pekerman, Jozic, Guardiola) se equivocan poco. Y hasta suelen jugar más bonito. Con más dinámica, desde luego (los que piensan el fútbol siempre llegan a la conclusión de la importancia brutal de la dinámica), pero también con más certezas. La certeza que da el trabajo hecho mil veces. Repetido. Transformado en mantra.
Un poco de eso vimos -y no vimos- el martes en la cancha del Monumental. Y yo no sé mucho, pero saqué algunas conclusiones luego de la experiencia: 1) los jugadores que llevan siete meses sin jugar, como Isla, no pueden volver a la acción justo en un partido de alta competencia. 2) No se puede improvisar NUNCA en el puesto de líbero. Y menos aún si el llamado a hacerlo no tiene las condiciones (orden, calma, timing ) como para hacerlo, si ha trabajado poco el tema y si, además, como es el caso de Vidal, funciona perfecto en otra parte de la cancha. 3) Alexis Sánchez libre, suelto, bajando a buscar la pelota y no abierto por la banda derecha es (desde la Copa América, cuando le cambiaron el chip) un error de proporciones. 4) Sin renovación, que sólo se consigue en el trabajo permanente, no se puede avanzar. Y tampoco sin disciplina dentro y fuera de la cancha. Si no, que lo diga Medel.
En resumidas cuentas, hay un solo tipo de riesgo que tiene la posibilidad de resultar: el que está muy bien craneado, ensayado, repetido. Cuando no es el caso, suele salir mal. "No se cuándo vienen las musas y la inspiración, no tengo idea, no sé cómo convocarlas", decía Picasso. "Lo único que sé es que siempre vienen cuando estoy trabajando". Esa es.

1 comentario:

  1. Método y planificación para cometer los errores indispensables y superarlos lo más rápidamente posible; método para la táctica y estrategia, para levantar una estructura funcional al equipo, dado el plantel disponible y para establecer una mecánica de juego confiable.

    Todo eso está muy bien, es necesario e insoslayable, porque ese andamiaje
    permite la expresión de la creatividad -de la genialidad incluso- que es lo que a fin de cuentas es la razón por lo que la gente va al fútbol, no tanto para mejorar las estadísticas sino para ser testigos memorables de la alegría
    que sentimos de niños cuando vimos jugar a Pelé y a varios otros genios
    donde una prosa trabajada y fluida deja paso a una sorprendente e inspirada poesía, como decía Pasolini...

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