SE HABLA A MARES DEL MAR

Miguel Moreno Monroy

Una voz

Se sospecha del mar en todas partes.
Se le acusa de muertes y naufragios,
de encubrir contrabandos, de ocultar
bergantines, galeones y tesoros,
de inventarse tritones y caleuches,
de embaucar con sirenas celestiales,
de atreverse de pronto a maremoto,
de cantar descorchando sus botellas,
de silbar a deshora enamorado,
de gritar como un loco por las playas,
de tocar su bocina todo el día,
de asustar a las niñas de repente,
de hacer viudas y huérfanos veloces,
de irrumpir en el alba con sus truenos,
de ahuyentar caprichoso a los turistas
transgrediendo el decreto del alcalde
que dispone quietud en el verano.
Se le acusa de bélico y variable,
de taimado, de frío, de rebelde,
de andarse disfrazando de ágil cielo,
de cazar las estrellas con sus olas,
de trepar a los mástiles desnudo
y, adánico, bailar en las cubiertas.
Se sospecha del mar, y se le quiere
someter a quietud y disciplina.

Otra voz

Se habla muy bien del mar. Se reconoce
su actitud transparente, su alegría,
su clara fundación de piedra y agua,
su servicio celeste todo el año,
el sonoro esplendor de sus jardines,
su regalo de peces y canciones,
su adhesión fraternal a los poetas,
su piano celestial y permanente,
su asistencia de música a los pueblos,
su función cristalina en cada viaje,
su galope de luz hacia el futuro
al lomo de los vientos que lo llevan,
su trajín incesante a todo puerto,
su trato azul con peces y gaviotas,
su cambiante fulgor de primavera.
Se le aplaude su celo funcionario,
su profundo trabajo sin relevo
con su traje manchado de petróleo
y sus manos con frutas y con algas.

Voz final

Se sospecha del mar y se le elogia.
Hay distintas versiones, como siempre.
Pero él sigue soltero, imperturbable
riéndose
                       bailando
                                               trabajando
poderoso, robusto, transparente,
consternado la tierra, el mundo, el aire,
con su alto sonoro y puro canto.