(o el modo en que se hacen las cosas)
No existe un método para imaginar el futuro.
Hay que estar siempre listos para lo que venga.
Hay que darle espacio a la imaginación
para que las ideas agarren vuelo
y hay que tener claro desde un principio
que los prototipos de cosas que logran al final volar
no necesitan de reglamentos antes de que existan.
En el modo que se hacen las cosas
la especificidad es secundaria.
Tiene más importancia
lo que mueve a las personas
a hacer cosas y cómo quieren hacerlas.
En el aceleramiento de hoy
abrumados por el bombardeo de información
es natural que nos encontremos
en una situación de ignorancia creciente,
por lo que se requiere de una actitud
más flexible y más audaz
para enfrentar los desafíos
desde una perspectiva más universal.
Necesitamos aprender a aprender
y también a a validar los principios
en ámbitos nuevos y a revisar
las estrategias que no funcionen,
a fin de corregir lo antes posible
los errores que sin duda se cometerán.
Es necesario invertir en aventuras
cuyo impacto no es posible predecir,
sin olvidar la importancia
de los compromisos afectivos.
El deseo de ser útiles a los que confían en uno.
Lo espléndido de los seres humanos
es que a la hora de la verdad,
-a la hora de los quiubos como quien dice-
lo realmente decisivo sea el afecto.
Salir del espejismo de las falsas seguridades,
de la planificación central, de los planes quinquenales,
y de la sobreprotección y de la sobrerregulación.
De la tendencia a la pedantería de la sofisticación
que nos lleva por una parte a sentirnos superiores,
inmaculados y arrogantes, por una parte,
y por la otra, mostramos la hilacha
siendo permanentemente quejumbrosos,
chaqueteros, envidiosos y resentidos,
más bien chatos, mediocres y poco imaginativos;
buenos para cobrar sentimientos,
dueños de una verdad no comprobada
(las más de las veces refutada por los porfiados hechos)
y habituados a exigir por la vía impositiva
que otros, a los que se desprecia,
aporten mediante el mecanismo extorsionador
de hacerlos sentirse culpables.
Hay que romper las desconfianzas,
acercarse a conversar y descubrir
que en la forma y en el fondo,
ámbitos aparentemente tan distintos
como la el arte, la ciencia y la libre empresa,
comparten una misma cultura,
son diversas manifestaciones
de algo que nos caracteriza:
la aventura del ser humano
en que se corren riesgos, se inventa,
en que se está sometido a casualidades,
prejuicios, pasiones, intuiciones
completamente humanas...
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