Diario La Tercera, 22/01/2012
Los chilenos mayores de 30 años han contribuido a transformar nuestro país desde uno muy pobre a uno de ingreso medio. Hace menos de 40 años, Chile era un país en el cual la mitad de la población vivía en condiciones de pobreza, donde uno de nuestros principales problemas era la desnutrición infantil y donde abundaban los denominados patipelaos y harapientos. A mediados de los 70, Chile tenía un estándar de vida similar al que tienen en la actualidad países como Honduras, Guatemala o República del Congo.
Hoy, la situación es significativamente mejor. El apelativo de roto o harapiento perdió sentido, porque cualquier chileno tiene suficiente poder adquisitivo para vestirse bien. El problema de la desnutrición infantil dio paso al de la obesidad infantil y la proporción de chilenos que viven en la pobreza se ha reducido a un tercio de lo que era en la década del 70.
No sólo las condiciones de vida han mejorado, también lo ha hecho la distribución de ingresos medida correctamente. En efecto, las diferencias de ingreso entre los chilenos, a pesar de la majadera negativa de muchos a aceptar los hechos, se han venido acortando sustancialmente entre las nuevas generaciones, a medida que los chilenos han tenido acceso a más educación y más trabajo (ver estudio de Claudio Sapelli).
Este enorme salto lo hemos dado con mucho esfuerzo los adultos chilenos, ¡todos los adultos chilenos!, de izquierda y derecha, empresarios y trabajadores, ricos y pobres. La gente de derecha, sobre todo los más entraditos en años, cree que el progreso de Chile es sólo obra del gobierno militar y algunos de ellos directamente le atribuyen toda la responsabilidad al general Pinochet. Los de izquierda dicen que es obra de los gobiernos de la Concertación. Ni lo uno ni lo otro; el progreso de Chile es obra de los chilenos, no de sus gobiernos.
El gobierno militar (o dictadura militar, si le acomoda más), los gobiernos de la Concertación y el actual gobierno han sido muy importantes, estableciendo las condiciones institucionales necesarias para que los chilenos puedan desplegar su creatividad y trabajo, y evitando meter la pata con las finanzas públicas. Pero es el talento y el esfuerzo de los chilenos que hoy son adultos los que sacaron a Chile de los potreros y lo tienen jugando en segunda división y peleando un cupo para la división de honor.
Cuando nos paramos hoy a pensar el Chile del futuro, no podemos pasar por alto la historia de estos últimos treinta y tantos años. Nunca antes en la historia de Chile una camada de chilenos había hecho tanto para mejorar la calidad de vida de ellos mismos y de las generaciones que vendrán.
No ha sido fácil llegar hasta donde estamos, muchos de quienes hoy son adultos han tenido que hacer grandes sacrificios y sobrellevar situaciones muy adversas para construir el país que tenemos. Chile es actualmente un país de ingreso medio alto (aprox. US$ 16 mil per cápita a ppp), con acceso al crédito a tasas históricamente bajas en el mercado internacional, casi sin deuda pública y con miles de millones de dólares en los fondos soberanos, para ser utilizados ante alguna contingencia internacional. La tasa de inflación bordea el 3% y la de desempleo, el 7%. Para los próximos años se esperan tasas de crecimiento cercanas al 5% promedio anual y una importante disminución de los niveles de pobreza. La cobertura de la educación básica y media es casi total, y los jóvenes que cursan estudios superiores se han multiplicado casi por 10 en los últimos 30 años.
Este es nuestro legado. Este es el país que quienes tenemos más de 30 les estamos entregando a los jóvenes. Es un país que está lejos de ser perfecto, pero que es mucho mejor que el que nos entregaron a nosotros. Si Chile logra crecer a un ritmo de 5% anual en los próximos 20 años, los ahora sub 30 vivirán en un país sin pobres y que se comparará con Corea del Sur o Nueva Zelandia. Vivirán en un país desarrollado, que tendrá una economía tres veces más grande que la actual.
Los jóvenes en España tienen muchas cuentas que pedirles a sus padres y abuelos. Mal que mal, son las nuevas generaciones las que tendrán que pagar con su trabajo los excesos y deudas que les están dejando las actuales generaciones. Pero en el caso de Chile ocurre lo contrario. El trabajo, la austeridad y el esfuerzo de las actuales generaciones están permitiendo que los jóvenes reciban un país que se encuentra en la pole position para alcanzar el desarrollo. Un país que les brindará, a quienes quieran aprovecharla, la oportunidad de mejorar sustancialmente el nivel de vida que tuvieron sus padres.
¿No es acaso una gran aspiración que nuestros hijos vivan mejor que nosotros? Chile está logrando eso con creces. Los adultos de hoy son los que años atrás comieron chancho chino, vieron televisión en blanco y negro o escucharon los partidos de la roja en la "transistor". Son los que compraban ropa usada y arriesgaban la vida en carreteras de una pista por lado. Son los que lo perdieron todo a principios de los 70 y lo volvieron a perder todo a principios de los 80. Más allá de las cifras y de los mitos, es una obviedad del porte de una casa que los hijos de esos chilenos viven hoy mucho mejor que sus padres, y sus hijos mucho mejor que ellos.
Es notable como puede cambiar nuestra visión de las cosas cuando las analizamos con un poco de perspectiva. A la luz de lo dicho en estas líneas, cabe preguntarse: ¿tiene sentido tanta indignación de los jóvenes sub 30 en Chile?, ¿es justo que después de todo el esfuerzo realizado por los adultos de hoy para lograr el Chile que tenemos, sean esos mismos chilenos los que tengan que sacrificarse para financiarle el futuro a las nuevas generaciones?, ¿tiene sentido que los políticos adhieran a las demandas de gratuidad de los jóvenes, sabiendo que la cuenta van a tener que pagarla los mismos chilenos que se han sacado la mugre para entregarles a esos jóvenes un país lleno de oportunidades?, ¿tiene sentido que los adultos de hoy les paguen la cuenta a los adultos de mañana que vivirán en un país mucho más rico que el actual?, ¿tiene sentido dedicar todas nuestras energías a sustituir la institucionalidad económica y política con que tanto hemos progresado en las últimas décadas, en vez de canalizar esos mismos esfuerzos a perseverar en el camino escogido? ¿Con qué argumentos un grupo de veinteañeros se arroga el derecho a regir el destino de Chile?, ¿por qué nuestros políticos les dan la espalda a los adultos que tanto han trabajado para construir este país, y se ponen del lado de unos jóvenes que no tienen ni la madurez ni la experiencia ni la perspectiva para dimensionar el efecto de sus demandas?, ¿en qué momento nuestros líderes
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