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Manners




Símbolo inequívoco de que
se está en la antesala de la tercera edad
es que dedique unas líneas
acerca de los modos de comportamiento.

No se trata de ir tan lejos
como el desubicado Carreño
y su ridículo manual.

Es más un homenaje a mi madre,
que en su sabiduría aterrizada
nos inculcaba desde pequeños:
'Hay que practicar para ser caballero'.

Se deja de practicar
y rápidamente se pierde
el título y las maneras.

Si a comienzos de los setenta
todo era consigna desafiante
en el espíritu del 'fusil o morir',
'avanzar sin transar', o 'ni perdón ni olvido',
hoy, nos hemos ido por el carril
de la indolencia o la indiferencia;
el avivarse y hacerse el leso,
ni por pienso se practica
el pedir por favor, permiso o perdón.

No queda otra con esos 
soberbios irredentos que castigarlos 
con el látigo de la indiferencia
y sepultarlos en el baúl del olvido.

Hay otra palabra que ya en esa época
y en tono sorprendente escuchaba
de vez en cuando de nuestros mayores,
especialmente de labios de nuestra madre
y algunas tías: hablar de alguien  
que en su comportamiento 
manifestaba una disposición
atenta y servicial,
¡'qué niño tan comedido!'
era una expresión que se podía
oír en aquellos tiempos.

Es cierto, que en algunos casos
podría corresponder a una actitud
interesada,  una estrategia barata
con el fin de ganar puntos 
delante de la eventual suegra.

Pero también existía 
en varios casos, una disposición auténtica
de ayudar cada vez que se le necesitara.

Hoy los cabros 
pueden estar absortos
en sus juegos de video 
(y no necesariamente
niños o extremadamente jóvenes)
y la casa puede estar cayéndose a pedazos
o personas mayores requiriendo ayuda urgente
y no hay caso. Sólo saldrán, y con suerte,
de sus consolas y juegos por hambre, sed 
u otra necesidad fisiológica imperiosa,
o si se encuentran con un mayor
lo suficientemente determinado
o premunido de poderosos incentivos
para sacarlos de su marasmo lúdico.

El 'hazte el huevón'
que recomendaba en una
de sus 'rutinas' Coco Legrand
es infalible...y casi siempre
gana por cansancio o por 'walk over'.

A veces ellas mismas 
son las que  fomentan 
estas actitudes
que favorecen el machismo,
cuando impiden que alguno
de nosotros colaboremos
lavando o secando platos
o ayudando en tareas sencillas
que les alivianen un poco
las labores domésticas.

Es cierto que muchas de ellas
una vez que aceptan la ayuda,
comienzan a aflorar las carencias
y sacrificios soportados por años
y optan por descargarse de tareas
cargando un poco la mano:
se sabe donde comienza la ayuda
y no cuando termina.

Como el antipoema de Parra
'La patrona ideal' pero aplicado
más allá del servicio doméstico:

• LA PATRONA IDEAL

La señora Totó tampoco es la patrona ideal. 
A la Elena la enfermó de los nervios. 
Una esta haciendo una cosa y la manda a otra. 
Al Raúl lo tenía encerando y lo mando a lavar unas cortinas.
El maestro gásfiter estaba poniéndole un lavaplatos 
y lo mandó a hacer una cama. Por eso la gente 
no quiere trabajar con ella. Y tampoco le gusta pagar.

     (de 'Hojas de Parra', Santiago, 
       Editorial Ganymedes, 1985, p. 121).

Parezco 'vieja' en el sentido
peyorativo del término,
pero hasta el día de hoy
no me acostumbro al lenguaje
vulgar y al garabato como muletilla.

No soporto el 'huevona' pa'arriba,
y el 'huevona' pa'abajo en las mujeres.
(menos que los hombres traten así a las mujeres).

Sobre todo, en relación con
todo tipo de ordinarieces
como suele ocurrir,
cuando éstos se expresan
con su carga de agresividad
en donde es fácil escalar
cualquier conversación
en una diatriba de descalificaciones
e interjecciones casi inteligibles
en donde, a pesar de todo,
se comprende que la atmósfera
está espesa y es fácil pasar
a mayores, destilando de paso
malas vibras y mala leche.

Es por eso que no olvido
el consejo que me dio mi padre
el día que me casé:
'Hasta el tono importa'.

Parece algo de forma,
pero el tono puede ser
el detonador de una carga
de profundidad cuyas
esquirlas dejan secuelas permanentes...

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