Sergio Larraín entrevistado por José Donoso
Diario El Mercurio, El Sábado, 11 de febrero de 2012
En un diálogo poco habitual, en agosto de 1960, el autor de Coronación entrevistó para revista Ercilla a Larraín, quien falleció el martes a los 81 años. El fotógrafo le habló de su vida, de su búsqueda de la foto perfecta y de su vocación de santo. El artículo -recopilado en el libro El escribidor intruso- se convirtió pronto en un mito dentro de la obra periodística de donoso. Aquí un extracto del notable encuentro.
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El fotógrafo Sergio Larraín, conocido en Chile por sus exposiciones de fotografías de Chiloé y de niños vagos, y por sus trabajos publicados en revistas chilenas, partió a Europa en 1958 haciendo uso de una beca del Consejo Británico para estudiar fotografía durante tres meses en Londres. Con el fin de llegar a Europa con trabajos listos para mostrar, viajó primero a Bolivia y, después, atravesando el interior de Brasil, hasta Río de Janeiro, donde se puso en contacto con la revista O Cruzeiro, que publicó varios de sus fotorreportajes: uno sobre Tierra del Fuego, otro sobre Chiloé, otro sobre Pablo Neruda, etc.
Durante el año pasado, Sergio Larraín pasó a formar parte del equipo de fotógrafos más importante del mundo: la organización Magnum. Desde entonces, sus fotorreportajes han aparecido en Life, Paris-Match y otras grandes revistas. (...)
Al partir a Europa, Larraín llevaba la idea fija de llegar a Magnum, sobre todo porque el jefe de la empresa era el fotógrafo Henri Cartier-Bresson, considerado como el fotógrafo número uno del mundo: "Cartier-Bresson tiene un verdadero genio fotográfico, hace lo que quiere con su máquina. Además, tiene un estilo perfectamente reconocible; uno ve una fotografía suya en China, o un retrato, o una escena callejera en el norte de África y se reconoce inmediatamente que es de Cartier-Bresson, por su manera de encuadrarla y su composición. Tiene un estilo tan característico como Tiziano o Leonardo".
Cuando Larraín llegó a Londres envió a Magnum una muestra de su trabajo, y la oficina de París lo tomó a prueba a comienzos de 1959.
Larraín estuvo yendo un tiempo a las oficinas de Magnum y no caía ningún reportaje para él. Pero conviviendo con los demás fotógrafos aprendió mucho.
Por esa época, apareció en un diario de la prensa sensacionalista la noticia de que Rossellini, que recién regresaba de la India después de filmar una película allí, estaba viviendo de incógnito en París, con Sonali das Gupta. Las fotografías eran malas, y los datos, además de erróneos, se prestaban al escándalo, que inmediatamente tomaron los demás diarios sensacionalistas. Rossellini es muy amigo de Cartier-Bresson. Lo único que se podía hacer para sanear el asunto era lanzarlo de frente, con fotografías y textos aprobados por el mismo Rossellini. (...)
Se encargó el asunto a Sergio Larraín, que lo cubrió en un día. Pero terminado el reportaje, Paris-Match no aceptó el texto que Rossellini trató de imponer, y esa revista se negó a publicarlo. Lo tomó Jour de France y después se publicó en numerosas revistas de Italia y de toda Europa.
Otro de los primeros reportajes de Larraín fue sobre el saneamiento de la Casbah, de Argelia, donde estaban escondidos algunos guerrilleros. El asunto era peligroso y, además, en el caso de este trabajo, se pagaba sólo el costo, de modo que los otros reporteros no se interesaron. Sergio Larraín lo aceptó, y con una patrulla de siete soldados recorrió una noche la Casbah silenciosa. (...). El resultado de esta aventura fue publicado por el suplemento dominical del New York Times.
Aventuras italianas
La mafia siciliana volvió a ser comentada, pero nadie sabía mucho sobre el asunto. René Burri estaba entusiasmado con las posibilidades periodísticas que el caso presentaba, y pidió a Magnum que encargaran el asunto a Sergio Larraín. Era un reportaje largo, para el que había que trabajar mucho.
Larraín partió a Italia y permaneció un mes en Roma, encerrado en su cuarto de hotel, informándose sobre la mafia. El director del Espresso le dio dos grandes paquetes con recortes de la "cronica nera" para que se impusiera de los sucesos, y también cartas de presentación para las autoridades sicilianas, que debían facilitar su trabajo. En Sicilia misma, nadie quería hablar del asunto. Todo el mundo estaba aterrorizado con el vandalismo y el crimen. Durante tres meses, el fotógrafo chileno recorrió pueblos, campos y ciudades en busca de noticias, viviendo en condiciones precarias y exponiéndose a peligros serios. Lo acosaba el desaliento cuando pasaban días sin poder hacer nada, temiendo haber fracasado con su primer reportaje importante, que debía incorporarlo definitivamente a las filas de Magnum.
Después de mucho buscarlo, Larraín logró conocer personalmente a Giuseppe Russo, jefe de la mafia, que sólo había sido fotografiado de lejos, en mitines políticos. El chileno y el siciliano se hicieron amigos, y convivieron durante algunos días, en que Russo se dejó fotografiar cuantas veces Larraín se lo pidió. Fueron estas fotos de Russo, verdadera primicia, las que originaron el éxito del reportaje.
A los tres meses, Larraín regresó a París con 6 mil fotografías de Sicilia, 500 de ellas en color. El reportaje, que había sido encargado vagamente por Paris-Match, fue reducido a unas 50 fotos escogidas. Lo compró primero Life y luego Paris-Match. Después ha aparecido en 19 revistas europeas y norteamericanas. Fue un gran negocio para Magnum, que con ese reportaje ganó cerca de 10 mil dólares, y continúa ganando, porque otras revistas siguen pidiéndolo: "Mi reportaje de la mafia siciliana afirmó mi posición en Magnum. Fue un reportaje largo y difícil, que me dio mucha satisfacción". (...)
Farah Diba
Cuando se abrió en París el asunto del Shah de Persia y su romance con Farah Diba, los diarios se gozaron, porque el caso era como una vaca gorda que produciría mucha leche. Los diarios y revistas se peleaban por conseguir entrevistas, fotos exclusivas de la futura reina probándose un sombrero, tomando un cóctel, caminando por la calle. La seguía una nube de reporteros que le hacían la vida imposible.
Magnum consiguió con gran secreto una plaza para un fotógrafo en el avión especial que llevaría a la futura reina a Teherán. En el aeropuerto de Orly 60 fotógrafos se encerraron en una pieza para fotografiarla. Durante el trayecto, Farah Diba viajó en un compartimiento con diez personas, y Larraín tuvo poca ocasión de verla. Pero en la escala que hizo el avión en Roma, ella bajó para posar ante los fotógrafos italianos. Reconociendo a Larraín fotografiándola entre ellos, le sonrió amistosamente. Dice Larraín: "Al bajar en Teherán, tomaron a Farah Diba en un auto y desapareció. Siguieron varios días de silencio, durante los cuales los cientos de fotógrafos de la prensa internacional que habían llegado a Teherán comenzaron a desesperarse. Por fin, permitieron la entrada al palacio durante cinco minutos, y en ese tiempo, rodeados de policías y vigilantes, los innumerables fotógrafos casi nos volvimos locos fotografiando lo que podíamos. Esa noche, con un piloto amigo, mandé a París las primeras fotos. Cuando se abrió el palacio para el matrimonio, vi trabajar a Garófalo, el más hábil de los fotógrafos de Paris-Match, del que me hice muy amigo. Tomé una foto de Farah Diba probándose la corona, que Paris-Match publicó a toda página con la lectura: 'Mañana seré reina'. Allí vi trabajar la prensa internacional, y pude darme cuenta hasta qué punto mucho de lo que publican los diarios sensacionalistas es falso. Los reporteros de estos diarios continuamente decían: 'Pasé tres días hablando con Farah Diba', o 'Yo fui el único que estuve en su última entrevista con el Shah'. Los fotógrafos decían: '¿Cómo vamos a hacer las cosas? Hay que armar las situaciones'. Y las armaban. (...)".
Adaptación de un desadaptado
Después de una niñez normal y feliz, al salir del colegio, Larraín se sintió desadaptado, rebelándose contra el orden que él creía que sus padres y la sociedad le imponían. Leía a Dostoievski y a Unamuno, y sobre todo se interesaba por el misticismo. Permaneció dos años en Estados Unidos estudiando forestación. Pero tampoco se pudo adaptar al ambiente de la universidad. Se pasaba la vida con los "beatniks" y los seres marginales en los bares de San Francisco, trompetistas de jazz y marihuaneros mexicanos, sin encontrar cabida en ese mundo ni tampoco en el mundo de los adaptados.
Regresó a Chile en un barco carbonero, con el fin de dedicarse a escribir. En Estados Unidos había comprado una máquina fotográfica y una flauta eran dos posibilidades de encontrar un oficio que le permitiera vivir con independencia.
Al llegar a Chile se encontró con que su familia pasaba por un momento de profunda tragedia, y que para olvidarla estaban a punto de emprender un largo viaje a Europa. Se unió a ellos, y su proyecto de libertad fracasó por el momento. En Europa se interesó profundamente por la filosofía, por el misticismo en especial, y en París se hizo amigo de un "swami" que le dio una nutrida bibliografía.
Al regresar a Chile, no quiso vivir más con sus padres, y se aisló en una parcela en La Reina. Habitaba un ranchito, se hacía su propia comida y vagaba por los cerros. Estaba imbuido de filosofía hindú y lo único que deseaba era llegar a la santidad. Se transformó en un ser tan antisocial, que se afeitó la cabeza y las cejas. En un cuaderno iba escribiendo minuciosamente todas sus reacciones y sus pensamientos.
-Tenía 21 años, y era como una hoja al viento -dice Larraín-. Regalé todo, ropa, libros, fotos e hice voto de castidad. Pensaba: 'Cuando reparas en algo, no te puedes arrojar al todo'. En este estado de misticismo me vi obligado a hacer el servicio militar en el Regimiento Guardia Vieja, en Los Andes. Eso y mi primer amor, que sucedió en esa época, me hicieron volver a la realidad. En el regimiento me sentí apaleado y humillado, y lo único a que aspiraba era a un poco de tranquilidad. Mi seguridad en mí mismo y mi vocación de santo quedaron completamente quebradas.
"Ya en la época de La Reina, hacía fotografías. Mi gran amigo era Jorge Opazo, con quien compartía esa afición y me alentaba. Después de hacer la guardia, viajé a Chiloé y mi afición por la fotografía esta profesión que estaba destinada a darme la libertad creció hasta llegar a transformarse en una vocación. Hice exposiciones, trabajé en revistas, me enamoré, y pude llegar a verme como un ser normal, viviendo entre los hombres.
''Me considero fotógrafo y no reportero gráfico. Me interesa la forma, lo visual en la fotografía. Mi preocupación es componer el rectángulo de la fotografía armoniosa y poderosamente con los datos de la realidad que es el elemento esencial de la fotografía. Espero algún día poder llegar a un realismo total, eliminando poco a poco los elementos subjetivos de la foto. Quiero que las fotos que hago sean una experiencia inmediata y no una masticación. Sin embargo, sé que la fotografía, como todo arte, hay que buscarla dentro de sí. La fotografía perfecta es como un milagro, sucede en un instante de luz, formas, tema y estado de ánimo perfecto -uno aprieta un botón casi sin saberlo, y el milagro ocurre".
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