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Aysén, aprendizaje revolucionario...



por Fernando Villegas
Publicado en La Tercera, 18 de febrero del 2012
(En este blog se pueden ver y publicar comentarios en relación con esta columna)

Toda forma de comportamiento humano se desarrolla y cambia en el tiempo a base del aprendizaje. Se aprende asimilando la invención de alguien o se aprende imitando la práctica de otros. Se hace si se advierte que eso aumenta la eficacia de la acción propia y conduce más rápido o mejor a nuestras propias metas. ¿Por qué habría de ser distinto con las protestas? Por años, por décadas, la protesta, en Chile, no ha tenido otros medios de expresión que la huelga y la marcha. Ahora a eso se suma no sólo la mecánica -siempre al borde de la histeria y el linchamiento- de las redes sociales, sino una puesta en escena de rebeliones masivas que aúnan las más diferentes quejas en un solo paquete ciudadano.

¿De dónde vienen, cómo se originaron? ¿Esta de Aysén y las que la han precedido? En parte, de la imitación de las protestas en otras partes del orbe, las cuales enseñaron una postura con nombre y apellido, "los indignados", la pose y actitud de gente molesta por toda clase de razones y a quienes los medios de comunicación confirieron y confieren directa o indirectamente gran legitimidad o al menos enorme visibilidad. En parte se deben también a la correcta sensación de que, ni este gobierno ni cualquier otro es capaz de emplear en serio la fuerza pública ni ninguna otra medida de sanción; no puede hacerlo, porque sufre el trauma de los años pinochetistas, una revulsión visceral al uso de la fuerza aun si esta es legal y responde a una necesidad de orden público. Esto determina que el coste probable de participar incluso en actos de violencia, vandalismo, saqueos, destrucción de bienes públicos, barricadas, etc., sea igual a cero. De los cientos de personas que participaron en los saqueos posterremoto, ninguna cumple condena con privación de libertad; de los miles de encapuchados que destruyeron y vandalizaron a gusto por "la mejoría de la educación", tampoco; las huelgas ilegales de los empleados del sector público jamás resultan en sanciones; los escolares pueden robar o destruir todo lo que haya al interior de un colegio "en toma" y ninguno resultará procesado.

¿Cómo no habrían de sentir, quienes protestan en Aysén por razones atendibles, que pueden y deben salir a la calle y levantar la entera zona sin arriesgar con eso ni su integridad física, ni su libertad ni sus puestos de trabajo?

Efectos
La masificación de esta nueva clase de protestas tiene resultados que van más allá de la eficacia que les presta a quienes, en tal o cual convocatoria, salen a la calle a levantar una entera región o ciudad. Generan, a la vez, nuevos aprendizajes. Cada sucesivo grupo con demandas justas o desorbitadas sabe ya que disfrutará de amplia cobertura mediática, protección tácita a sus actos, solidaridad de grupos y coaliciones políticas interesadas en deteriorar al gobierno y que, además, frente a todo eso, el Estado no podrá hacer nada. Saldrán entonces a la calle con el entusiasmo de quien adivina que sus demandas serán satisfechas a la brevedad y/o que su deseo de vengar sus agravios de toda una vida será impune.

Es el clima que conduce y/o es ya la primera fase de las revoluciones. Como mínimo es el ambiente que abona el terreno para los grupos, aunque sean microscópicos, con designios revolucionarios. Toda protesta pone en jaque y al entero sistema social; protestas simultáneas y múltiples en sus petitorios y quejas lo ponen al borde del desquiciamiento. A fin de cuentas el llamado "orden social" no es otra cosa que la disposición ciudadana a respetar normas y obedecer mandatos; si masivamente eso se pone en duda, el orden automáticamente se desvanece. ¿Cuál orden en este caso? El del modelo económico, social y político que ha regido al país desde hace ya 40 años.

Lo de Aysén de hoy, como lo de los estudiantes ayer -y posiblemente mañana- y antes de eso, lo de la represa de HidroAysén, son, todas ellas, agitaciones que no apuntan sólo a satisfacer ciertas demandas, sino a la reformulación completa de orden social; es así aun si sus participantes, los que levantan puños y vocean consignas, sólo tiene  una vaga idea de eso o incluso ninguna. 

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