por Nicolás Luco (ex Georgian y editor científico del diario El Mercurio)
Diario El Mercurio, lunes 7 de marzo de 2011http://diario.elmercurio.com/2011/03/07/ciencia_y_tecnologia/mas/noticias/5421AA39-3A77-4F38-A3F0-6BEB394E5BF8.htm?id={5421AA39-3A77-4F38-A3F0-6BEB394E5BF8}
La semana pasada me hizo recordar mis primeros días de etapas nuevas:
mis nietos entraron a clase. Dos de ellos no hablan español y casi no
pueden comunicarse con sus compañeritos chilenos. Otro está nervioso,
da un salto: entra a primero medio.
En el campus San Joaquín de la UC me tocó ver la multitud de los que
ingresan por primera vez, sentados en círculo, conociéndose.
Yo recordé mi primer día en tantas cosas.
Entré calladísimo a Primera Preparatoria, miré abismado a Klein que
sollozaba antes de que sonara la campana. Y luego, la sala, como un
laberinto sin salida, con libros nuevos, una señora vieja y apasionada
delante, hambre de sándwich de recreo, descubriendo qué había que
hacer.
Entré renuente al taller de Miguel Venegas para que me enseñara a
pintar. Todos eran mayores que yo, se fumaba en el taller, servían té.
Ella Fitzgerald cantaba sin parar, todas las semanas, a Cole Porter.
Aprendí, conocí otros mundos.
Entré dos veces a dos universidades distintas, temeroso en EE.UU.,
abismado ante el supermercado del saber que se me daba; otra vez, al
Pedagógico de la U, en plena lucha política y reforma universitaria de
los 60. Había que otear, percibir, reaccionar ante el nuevo mundo.
Entré por primera vez a almorzar con la familia de mi mujer, aterrado,
no sabía qué hacer, era una mesa elegante y me soné con la servilleta.
Y luego me di cuenta y fue peor. Pero me casé con ella.
Entré a mi primer trabajo en un sótano, descubriendo una cultura de
empleados con tareas, cuyo gozo estaba en la talla, el comentario de
las mujeres del fin de semana. Un mundo inalcanzable.
Entré a trabajar con Don Francisco, hace mucho, otro mundo nuevo.
Miraba como esa vez en primera preparatoria, descubriendo qué había
que hacer.
Entré a otras partes, a otras selvas, a otras obras grandiosas y
pequeñas. Siempre había que tener eso que se llama "resiliencia", una
especie de astucia.
La semana pasada les pregunté a un par de novatos en la UC si se
sentían como traspasando un vidrio, como descubriendo un mundo nuevo.
No, me dijeron, nos han dado charlas sobre la universidad este año,
nos mandaron cartas, habíamos venido, es conocido. Algo ha cambiado,
como si fuera posible vivir las cosas antes de que ocurran.
Pero mi nieto Simon llegó a su casa después de su primera jornada y
dijo "Pre-school is great". Resiliencia, resiliencia, primera vez.
Algún día algún ser humano tendrá su primer día en Marte. Irá
preparado para todo, menos para la emoción de lo nuevo, de entrar por
primera vez. Aunque se haga el preparado para todo.
"Algún día algún ser humano tendrá su primer día en Marte. Irá
preparado para todo, menos para la emoción de lo nuevo".
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