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Historia de una amistadpor Héctor Soto

Diario La Tercera, 11 de septiembre de 2010
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Un tiempo pareció que el cine contemporáneo pasaba por Truffaut o
Godard. Al final, la historia no pasó por ninguno de los dos.
 
El documental Deux de la vague que se presentó en el último Sanfic no
deja lugar a dudas: los dos venían de mundos muy diferentes. Fueron
muy amigos durante buen tiempo, pero lo fueron dentro de un grupo
grande -la nouvelle vague- que operó cohesionado por ideales y nexos
de simpatía y lealtad. Los unía la pasión por el cine, la admiración a
Hichcock, Renoir y Fritz Lang, el oficio de críticos en Cahiers du
Cinéma y dos o tres proyectos que llegaron a tener en común. Pero nada
de esto pudo ocultar las brechas de caracteres y de clase. Mientras
Francois Truffaut era un tipo de temperamento sanguíneo y emocional,
proveniente de una familia precaria y de clase media baja, Jean Luc
Godard siempre tuvo la contextura de un intelectual hijo de la
ventaja: se había formado en un hogar suizo y protestante de clase
alta, vinculado tanto a la actividad industrial como a las artes.
 
Por lo mismo, que se hayan respetado y admirado durante años es más
difícil de entender que después se hayan vuelto enemigos
irreconciliables.
 
Curiosamente, más que la política en sí, fue la forma de entender y
asumir la política -según el documental de Enmanuel Laurent exhibido-
el factor que en realidad los separó. Truffaut, que era dos años
menor, alcanzó la fama en 1959 con Los 400 golpes. Godard la conoció
con la ayuda de Truffaut al año siguiente, con Sin aliento. Para
ambos, los 60 fue la década gloriosa. Se ayudaron, se apoyaron y se
exaltaron; también coincidieron. Los dos embistieron contra el
ministro André Malraux cuando Francia suspendió la exhibición de La
religiosa -la película que había hecho otro amigo de ambos, Jacques
Rivette- y los dos salieron a la calle cuando el ministro destituyó a
Henri Langlois de la Cinemateca Francesa. Eso fue tres meses antes de
mayo del 68, cuando la revuelta los indujo a protestar juntos en
Cannes. Hasta ahí cero problema. La ruptura vino después, cuando tras
estas incursiones en la política contingente Truffaut volvió a lo
antes, exactamente a lo mismo de antes, como si nada hubiera pasado, y
Godard se quedó en la política para no regresar nunca más. Esta opción
lo llevaría a su radicalización en términos de causas y formatos
expresivos, al marxismo duro y al trabajo con los palestinos, al
maoismo después y a impenetrables construcciones teóricas e
intelectuales que terminarían incomunicándolo por completo.
 
A fines del 66, comentando la película Dos o tres cosas que yo sé de
ella, a cuya producción por lo demás él también había contribuido,
Truffaut se preguntaba por el fundamento de su admiración: "¿Es porque
Godard ha sido muy amigo mío por 20 años? ¿O es porque Godard es el
mejor cineasta del mundo?" A su juicio era "rápido como Rossellini,
malicioso como Sacha Gutry, musical como Orson Welles, simple como
Marcel Pagnol, herido como Nicholas Ray, eficaz como Hitchcock,
profundo como Bergman e insolente como ninguno".
 
Todo eso se lo llevó la historia. Cuatro o cinco años más tarde,
Godard se salió de la proyección de La noche americana y le dirigió a
Truffaut una carta en que lo trató de mentiroso. "Dices que el cine es
como un viaje en tren en la noche, pero hay viajes y viajes… ¿Es el
Expreso de Oriente, es un viaje en metro o es el tren que va de Munich
a Dachau?"
 
Truffaut lo mandó literalmente a la mierda en una carta muy poco
reflexiva y larguísima. Después, nunca más volverían a toparse, pero
curiosamente mantendrían el vínculo con Jean Pierre Leaud, el chico
que descubrió Truffaut en Los 400 golpes, que protagonizó toda la
serie de Antoine Doinel y que con Godard trabajó en Masculino
Femenino, Week End y Détective, entre otros títulos.
 
Truffaut murió en octubre de 1984 a los 52 años, dejando tras suyo un
cuerpo fílmico espléndido, pero del que ya era difícil esperar nuevos
desarrollos. Godard ya cumplió los 80 y sigue trabajando en la
marginalidad de su taller con obras difíciles e incomprendidas. Como
dice Charles Tesson, recordando al protagonista de Amarga victoria,
ahora "Godard mata los vivos y salva a los muertos". En el próximo
Festival de Valdivia se presentará su última realización.
 
Hubo un tiempo en que pareció que el cine contemporáneo pasaba por
Truffaut o pasaba por Godard. O estabas con uno o estabas con el otro.
Sin duda que ambos hicieron aportes notables, pero al final la
historia no pasó por ninguno de los dos. Truffaut terminó superado;
Godard excluido.

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