Con la soga al cuello
por Leonardo Sanhueza
Diario Las Últimas Noticias
viernes 8 de marzo de 2011
La idea de que marzo es un mes insufrible
ha quedado prácticamente encajonada
en el ámbito financiero.
Es tan fuerte la asociación publicitaria
entre el fin del verano y los prestamistas,
que uno no se atreve a quejarse
de la congestión vehicular,
el colapso del metro,
los transtornos del sueño,
el siempre grotesco
regreso de los escolares
o los patéticos desfiles
de los mechones universitarios.
Todo eso parece una frivolidad
perfectamente aguantable
si se le compara con la aflicción
de los deudores, cuyas salvavidas
de plomo no han tardado en caer,
como cada año, envueltos
en un aura de comprensión
y santa indulgencia,
desde el cielo magnánimo de la banca:
créditos para pagar créditos,
retorcidos aplazamiento de cuotas,
ofertas de liquidez para estos días
en que todo se evapora.
Siempre me ha llamado la atención
que la publicidad de los prestamistas
no se corresponda en absoluto
con el ánimo más bien decaído
y sepulcral de los deudores.
Todos los bancos y financieras
ofrecen sus préstamos
de manera cómica o festiva,
lo que se contrasta severamente
con las caras de sus clientes,
que van en el metro o en las calles
con las caras abatidas, tensas,
dobladas en cuatro o en ocho
como billetes de abuela,
totalmente desencajadas
de su expresividad original.
Supongo que ese espíritu chacotero
de la banca viene de los tiempos
del "¡Cómprate un auto, Perico!",
pero por lo mismo habría que aceptar
que en algún momento de la historia
se produjo una mutación
perversa del humor.
La comedia de Perico no tiene lugar
sobre un escenario deseperado,
sino sobre el estándar de vida
de un ciclista feliz y enamorado.
El humor actual,
el del señor Marzo
o del ubicuo patito crediticio,
monta sus bromas
como quien zapatea de risa
sobre el tablado
de la desesperación ajena,
pervirtiendo el humor,
banalizando el negocio del crédito,
limpiando impúdicamente la usura
y apretando con sorna
la soga en el cuello de los encalillados.
Recuerdo que hace años
los patos nuevos eran
el símbolo publicitario
de una marca de papel higiénico,
cuyo principal atributo era,
me parece, la suavidad.
Los patitos iban de aquí para allá,
flotando entre albísimos rollos
de papel y flores y mariposas,
creo que al compás
de alguna música barroca, un andante,
un adagio acuático o pastoril
que les daba a los pasos
de aquellas graciosísimas aves
el aire de un idilio.
Al ver ese réclame, encantado,
ningún espectador,
ni el más escatológico,
habría osado realizar la asociación
entre esas imágenes
-sus delicadas tonalidades pasteles,
su ternura infantil envuelta
en un evocador esfumato-
y los más prosaicos
rituales de la digestión.
No voy a ponerme
a hacer equivalencias
entre el crédito y el papel higiénico,
porque ya se me acaba el espacio,
pero algo de eso hay.
En realidad,
todo está relacionado,
no sólo simbólicamente.
En marzo en particular,
los vínculos saltan a la vista.
La estupidez que rezuman
los mechoneos universitarios,
los inconducentes años de miles
de escolares, la congestión vehicular
debida al derrame del parque automotriz,
el colapso del metro
y sus caras ahogadas de resignación:
todos esos cuadros de marzo
pertenecen al mismo sistema
de engranajes, donde ninguna pieza
puede dejar de girar.
CLASE DEL 70 SGC
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Con la soga al cuello
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