Verano 2011:
¿Cuánto falta?
por Liberty Valance
Diario El Mercurio, Revista Sábado 5/03/2011
http://diario.elmercurio.com/2011/03/05/el_sabado/perdone_lo_poco/noticias/7D4809E7-A47E-48D9-BB5A-EE72F7DF4B14.htm?id={7D4809E7-A47E-48D9-BB5A-EE72F7DF4B14}
Volvió y ya está como agotado, cansado y molido,
y lo de hace dos o tres semanas,
esa brillante etapa de las vacaciones,
ya le parece que ocurrió hace un siglo.
Hasta los días se le confunden y mezclan,
perdió la precisión y ese tiempo
del llamado veraneo parece que nunca existió.
Ay.
Ya pasó y se fue volando y por eso, en silencio y por la noche, se
pregunta mentalmente: ¿cuánto falta?
Muerde la sábana, da vuelta la almohada para que esté más fría y
aprieta el cojín sobre su rostro.
Cierra los ojos y ve puntitos que son como estrellas.
Se acurruca en posición fetal, en ocasiones baja un pata y toca el
suelo que está frío o bien estira el brazo sin razón.
Entonces piensa la pregunta: ¿cuánto falta?
Es lo mismo que se preguntan los niños cuando van en auto y lo hacen
en la ida y a la vuelta de vacaciones: ¿cuánto falta?
Lo recuerda como lo que es: algo insoportable, sobre todo para un
adulto como usted.
Les prometía lo que no tenían, para que se aguantaran y tragaran la
pregunta, pero en vez de eso, pasa lo que pasa y se mantiene
inevitable: ¿cuánto falta?
Hay niños y niños.
Los impacientes y nerviosos hacen la pregunta entre 0 y 2 horas, o sea
después de dos peajes y a los 150 kilómetros, porque hasta ahí se
reprimen, pero después no pueden.
Los tranquilos y calmados están en el rango de las 2 a las 4 horas,
porque toleran hasta cuatro peajes seguidos, superan los 350
kilómetros y en ese momento la hacen.
Si han pasado más de 5 horas y aún no preguntan, lo recomendable es
que pegue una mirada, porque a lo mejor alguien está atorado o quizás
enfermo, pero algo les pasa, porque no es normal.
Con usted que es adulto es distinto, porque pregunta cuando empieza
marzo, nadie lo sabe, es para sus adentros: ¿cuánto falta?
Cuanto falta para tantas cosas. Lo piensa, calcula y saca esas cuentas
tristes que no lo llevan a ninguna parte y no lo puede evitar.
Hasta se pone nostálgico y recrea un pasado maravilloso, que es fruto
de su imaginación: ¿Qué se hicieron los días sándwich y que fue de ese
cantar y por qué nos abandonaron y desaparecieron sin trinar?
En paralelo se deja llevar por pensamientos apocalípticos, que si bien
son ciertos, lo sano es no pensar en ellos: ¿Es cierto lo que dice
este calendario terrible del 2011: que el 21 de mayo cae sábado y no
sólo eso, lo peor es que el Día de la Virgen del Carmen, también cae
sábado?
Todo se lo pregunta.
¿Cuánto falta para Semana Santa?
¿Cuánto falta para el 18 de septiembre, y es verdad, porque tampoco me
lo creo, que cae día domingo?
¿Y cuánto falta para el Día de las Iglesias Evangélicas, que cae
lunes, y el de Todos los Santos, que cae martes?
El sueño le cae de a poco, se está durmiendo más de aburrido que de
cansado y quiere creer que llegó renovado después de las vacaciones,
aunque nunca con la vulgaridad de volver con las pilas cargadas.
El lunes hay que ir a trabajar y para eso no falta nada.
Entre rezar y morder el cojín, prefiere esto último
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