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Generación Y

Generación Y es un Blog inspirado en gente como yo, con nombres que comienzan o contienen una "i griega". Nacidos en la Cuba de los años 70s y los 80s, marcados por las escuelas al campo, los muñequitos rusos, las salidas ilegales y la frustración. Así que invito especialmente a Yanisleidi, Yoandri, Yusimí, Yuniesky y otros que arrastran sus "i griegas" a que me lean y me escriban.

Amigos de las salamandras

muro
Imagen tomada de: bessiehead.blogspot.com/
Fue un poco después de aprender que los caramelos eran dulces y el fuego quemaba cuando me di cuenta que a los cubanos nos estaba permitido inscribirnos en las organizaciones creadas por el gobierno, pero castigados aleccionadoramente si decidíamos crear nuestros propios grupos. Así, los niños entrábamos automáticamente a la unión de pioneros, las mujeres se convertían después de los 14 años en federadas, los vecinos integraban los comités de defensa de la revolución, mientras los trabajadores formaban parte del único sindicato autorizado en el país. Por su lado, los estudiantes se aglomeraban en su confederación y los campesinos estaban aglutinados en una sola agrupación a nivel nacional. Todos aparecíamos como afiliados a algo.
Cada vez que alguien iba a solicitar un puesto de trabajo, una carrera universitaria o pretendía obtener el derecho a comprar un electrodomestico, debía llenar formularios donde se preguntaba la pertenencia a las organizaciones consagradas desde el poder, empezando -desde luego- por las más importantes: el Partido Comunista y la Unión de Jóvenes Comunistas. Ahora, me parece risible evocarme con un lápiz en la mano marcando crucecitas al lado de las siglas OPJM, CDR o FMC. LO hacía en automático, sin convicción, en aras de hacer creer que era una ciudadana integrada, revolucionaria, “normal”.
Hace muchos años que no repito una consigna y que no pertenezco a ninguna de las asociaciones autorizadas en el país. Cuando me preguntan, digo que soy una ciudadana independiente o un  electrón libre y que mi plataforma se limita a exigir la despenalización de la discrepancia. Pero soy consciente de que estamos muy lejos de alcanzar esas metas. A pesar de los cambios y aperturas prometidas, aún está mal visto hacer críticas ya sea a la gestión de un ministro o al horario de clases de una escuela y ni pensar que se pueda fundar  autónomamente un partido, ni siquiera el inocente club de amigos de las salamandras.

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