Cartas
por Julio Retamal Favereau
Diario El Mercurio, Domingo 20 de Marzo de 2011
Señor Director:
En su último artículo, titulado "Fe y Razón",
el señor Agustín Squella, luego de aludir a varios temas,
concluye que las religiones tienen un potencial moral,
gracias al cual deberían ser evaluadas positivamente.
Sin embargo,
es sabido desde la Antigüedad
que existe una moral natural,
que emana del hombre mismo,
en su desarrollo espiritual.
Eso explica que,
tanto los preceptos positivos
como las prohibiciones o tabúes
sean básicamente los mismos
en todas las culturas.
Así "honrar a los padres"
o bien, "no matar", "no mentir", "no robar"
son comunes a toda la humanidad.
Las religiones sólo codifican
y transforman en obligatorias
algunas de estas disposiciones.
De manera que se puede afirmar
que las religiones no consisten
en simples códigos o guías morales.
En cambio, lo que caracteriza a las religiones
-a lo menos a la cristiana-
es la creencia en la trascendencia,
en el misterio, en la espiritualidad,
en la purificación constante de nuestra esencia
-no sólo de nuestro comportamiento moral-,
a través de ejercicios espirituales,
oraciones, meditaciones y práctica de la caridad,
que es el amor a Dios traducido en amor al prójimo.
En otras palabras, las religiones trascienden ampliamente la moral.
Su contenido y su mensaje son muy superiores a las reglas de conducta.
Esto, no obstante, no significa que haya que ignorar o despreciar los
principios éticos.
Ellos son parte de un todo,
pero ese "Todo",
que podemos llamar Dios,
abordable por Fe y Razón,
los sobrepasa con creces.
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