Espíritus animales
John Maynard Keynes, el famoso economista inglés, es conocido como el padre de las políticas “contracíclicas”. De acuerdo con Keynes, de vez en cuando los hombres no actúan como tales sino que como animales. Es decir, en vez de tomar decisiones racionales, los rigen lo que llamó “espíritus animales”.
El comportamiento irracional de las personas es lo que Keynes utiliza para justificar la intervención del Estado en la economía con políticas fiscales expansivas cuando a los inversionistas les da por no invertir y a los consumidores con no consumir, y políticas fiscales restrictivas cuando se entra en estado de euforia irracional.
O sea, incluso el padre de las políticas contracíclicas requiere de la existencia de una conducta irracional de las personas para justificarsus recomendaciones de política fiscal ultra expansiva como el presupuesto presentado por la Presidenta Bachelet el martes pasado, del cual se resaltó su carácter “contracíclico”.
Cabe suponer entonces que el gobierno asume que el bajo crecimiento que está experimentando la economía chilena se debe a que tanto inversionistas como consumidores chilenos están siendo dominados por espíritus animales. Sólo así se justificaría que el gobierno propusiera un aumento de 10% en el gasto público para 2015. Más que mal, para financiar dicho incremento, que sería de unos US$ 6.000 millones, no sólo debe gastarse toda la recaudación de la reforma tributaria y los ingresos adicionales producidos por el crecimiento; además, se requerirá recurrir a los ahorros que tenemos guardados en los fondos soberanos o aumentar la deuda del Estado para financiar una parte de esa abultada cifra.
¿Tiene sentido gastarse todo ese dineral arriesgando la solvencia financiera futura del país y utilizando los fondos que tenemos reservados para las emergencias, justificando dicha osadía en la premisa de que esto permitirá sacar a la economía adelante, porque despertará a los chilenos de su delirio de irracionalidad? Lo cierto es que la conducta tanto de inversionistas como consumidores chilenos hasta ahora ha sido perfectamente racional. Los inversionistas han dejado de aportar capital a sus proyectos, porque la reforma tributaria reduce significativamente la rentabilidad de sus inversiones, la reforma laboral la reducirá aún más y la reforma constitucional hace prácticamente imposible calcular el retorno que tendrán dichas inversiones, pues hay vastos sectores de la economía en que el capital que hoy es de los inversionistas una vez invertido podría pasar a ser de alguien más.
Por su parte, los consumidores ven con preocupación cómo el empleo que crecía hasta hace un año a razón de 200 mil puestos de trabajo por año, ahora lo hace a menos de 50 mil, y los salarios, que crecían un 4% por sobre el alza de los precios, ahora apenas suben para compensar la inflación.
Quizás lo único verdaderamente irracional que esté ocurriendo sea pensar que la economía chilena esta creciendo poco, porque está en medio de un ciclo de pesimismo inspirado por los “espíritus animales” de los chilenos, y que esto requiere ser “contrarrestado” gastando US$ 6.000 millones más.
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