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Ulm



por Juan Guillermo Tejeda
Diario Las Últimas Noticias
Domingo 4 de marzo de 2012

Hacia los años cincuenta 
y durante décadas
dominaron el mundo del diseño
los psicópatas de la escuela de Ulm.

Creían en los sistemas.

Urdieron un lego
o mecano universal
a base de células cuadradas
o triangulares o pentagonales
que se repetían modularmente
formando sillas, mesas,
aparatos de radio, servicios de copas,
estampados, señaléticas olímpicas
y lo que se les pasara por delante.

El diseño de Ulm se hacía 
por encima o por debajo
de los caracteres individuales
y proliferaba automáticamente
sin ser tocado por la sucia mano
de las personas.

Baldosas, butacas y tazas de té
se desplegaban a partir de repeticiones
y apilamientos, un poco a la manera
de los edificios sin alma 
de las grandes ciudades.

En el diseño de Ulm
las lágrimas no estaban permitidas,
tampoco la nostalgia, 
ni siquiera cosas tan entrañables
como los estampados florales
o lo errores o vacilaciones
o el ornamento que era
señalado como kitsch.

La expresiva noción 
de diseño de autor quedaba, pues, 
completamente fuera de lo concebible.

Se llamó diseño de Ulm
por haberse congregado sus campeones
-Otl Aicher, Hans Gugelot y otros-
en torno a la así llamada
Escuela de Diseño de Ulm,
en alemán Hochschule für Gedtaltung Ulm,
sucesora y al mismo tiempo liquidadora
de la Bauhaus: nada de artesanía por favor,
el diseño no es arte, no hay entre nosotros espacio 
para la poesía o las consideraciones esotéricas.

El diseño como ciencia, que eso era Ulm,
pretendía convertir en procesos de ingeniería
todo lo que resultara en creación de formas nuevas,
o sea que amoblar la casa o vestirse o poner música 
no debía tener nada que ver con los sentimientos,
sino con las funciones, con lo demostrable y previsible.

Las formas futuristas de los autos norteamericanos
o de la artesanía estaban severamente prohibidas,
como si de enfermedades se tratara.

El sistema produjo las estufas más feas,
las baldosas más tristes, las bandejas
y servilletas más repetitivas de la historia.

Todo funcionaba geométricamente,
aunque el placer era cuidadosamente evitado.

Las abuelitas y los lobos
no podían entrar
en el sistema ulmaniano.

Los diseñadores que se distraían
probando colores y dibujos
eran muy mal vistos.

Y el talento, esa fuerza arbitraria e individualista,
quedaba como un resquicio burgués del siglo XIX.

El diseño de Ulm, en cambio,
tiene afinidades con los paneles de abeja,
con los rascacielos de planta libre,
con las grandes empresas autoritarias
y sus imágenes corporativas
de los años sesenta,
con los tenedores en forma
de cepillo de diente
y los platos cuadrados.

Ulm es la pesadilla de un futuro
que afortunadamente
nunca fue del todo,
una geometría silenciosa y previsible
en colores suaves tirando al gris o al amarillo.

Termina en estos días 
en el Diseny Hub en Barcelona.
una expo dedicada a estas cosas.

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