por Rodericus, Diario El Mercurio, Miércoles 21 de Marzo de 2012
http://blogs.elmercurio.com/editorial/dia-a-dia/agitacion-o-espera.asp
Vivimos entre la prisa que nos apremia y la pausa que nos sosiega. Esta fluctuación inagotable es un sello imborrable de la existencia humana. Ni todo el tiempo podemos estar acelerados (tanta agitación inútil es uno de los grandes vicios actuales), ni todo el tiempo podemos seguir en la quietud del inactivo que eligió ser espectador de sí mismo y de la realidad, antes que actor de su historia.
Vivimos entre la prisa que nos apremia y la pausa que nos sosiega. Esta fluctuación inagotable es un sello imborrable de la existencia humana. Ni todo el tiempo podemos estar acelerados (tanta agitación inútil es uno de los grandes vicios actuales), ni todo el tiempo podemos seguir en la quietud del inactivo que eligió ser espectador de sí mismo y de la realidad, antes que actor de su historia.
Ni el apuro ni la tardanza son de por sí una virtud o un defecto. Hay situaciones que requieren urgencia, y también existen circunstancias que imponen intervalo y paciencia. Sin duda, más de alguna vez hemos visto que el atolondramiento suele generar errores absurdos, tal como la detención prolongada habitualmente encamina a la persona a una inercia inexcusable. Para no tropezar con ninguna de estas piedras, lo más prudente es simplemente hacer lo que debemos en el tiempo que nos corresponde, de acuerdo con la naturaleza y posibilidades de cada cual.
No hay recetas infalibles ni para la decisión inmediata ni para la espera cautelosa. En ocasiones, conviene lo primero; en otras, lo segundo, pues la vida del hombre presenta ambas caras: mientras el recién nacido demora nueve meses en salir del vientre materno, sólo un suspiro y un instante separan a quien vive de aquel que, muriendo, deja todo aquello atrás.
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