Javiera Díaz de Valdés |
Actriz rebelde |
martes 27 de marzo de 2012
Javiera saca la voz. Dice que no es una "it girl" criolla, que ese concepto no existe en Chile. Dice que cuando llegó a los nueve años desde Barcelona conoció el bullying, el clasismo y la agresividad de sus compañeros. Dice que no por ser una privilegiada, no le afectan las actuales demandas sociales. Dice, también, que hoy vive un período difícil y de reorganización personal, tras su reciente separación de Pablo Mackenna.
Juan Luis Salinas, Fotos: Javiera Eyzaguirre, Producción: Rodrigo Farías, Maquillaje y pelo: Ale del Sante.
Juan Luis Salinas, Fotos: Javiera Eyzaguirre, Producción: Rodrigo Farías, Maquillaje y pelo: Ale del Sante.
Juanita Vial se acomoda en una reposera. Unos minutos atrás saltaba por el pasto o se escondía tras una maceta de hortensias. Juanita Vial es uno de los tres gatos que corretean por la casa de la actriz Javiera Díaz de Valdés en Vitacura: hace un año se desapareció y generó una masiva campaña -con artículos en LUN, cadenas en Twitter y ofertas de recompensas de amigos de su dueña- que logró su recuperación. Juanita Vial también es el nombre de una de las mejores amigas de Javiera.
-La gata Juanita es lo más pituca; la traje de Valparaíso. Ahora es el personaje más famoso de la casa.
-¿Más que la dueña?
-Mucho más. Al lado de esta gata, yo no tengo estilo.
-Pero eres toda una "it girl" criolla.
-Nooo... estás bromeando. Eso de "it girl" es un concepto rimbombante, falso. Yo no hago nada premeditado, me gusta la espontaneidad. Además, las "it girls" acá no existen. Me parece aburrido y egótico querer imponerse como modelo para seguir. De antemano me produce cansancio. Hay mejores cosas que hacer.
La voz de Javiera Díaz de Valdés suena ronca y algo somnolienta. Está sentada en una silla de mimbre en la terraza de su jardín, toma una taza de café con leche y fuma un cigarro. Pasa la una de la tarde. Se levantó hace poco. Ayer trabajó hasta tarde en la grabación de un comercial para una multitienda, temprano por la mañana llevó a su hija Rosa a su primer día de escuela, y luego volvió a dormir. En su cara hay ojeras, tiene el pelo desordenado y viste pantalones cortos, una camiseta negra de algodón, cinturón con tachas y botas negras al tobillo.
Unos minutos antes de que Javiera apareciera en el jardín -árboles frondosos, una terraza que circunda la casa, césped recién cortado- su nana llegó con un computador y dos parlantes. Los instaló en una mesa. Cuando la actriz apareció, buscó en sus archivos musicales y ajustó el volumen.
-No puedo vivir sin música -dijo entonces la actriz.
Atrás comenzó a sonar el disco de Charlotte Gainsbourg, y Javiera se quedó pensando.
-Aunque hay momentos en que también me gusta el silencio. Me puedo quedar horas callada en este jardín que es un oasis, me relaja -comentó rápido y se arrellanó en su silla.
Javiera Díaz de Valdés Alemparte tiene 30 años, una hija de cuatros años y en enero la prensa confirmó su separación de Pablo Mackenna, con quien se casó en 2007. Ya se habían distanciado a mediados de 2009 y se reconciliaron a los pocos meses. Ahora están distanciados nuevamente y ella ha preferido no hablar del tema. Dice que son cosas privadas y que está en una etapa de reorganización personal.
-Esta casa la vamos a vender pronto. Es muy grande para mí y para la Rosa. Tengo que buscar otra más chica, pero con un patio igual de bonito para que mi hija pueda jugar. Vivimos dos años en esta casa. Llegamos acá con Pablo después de nuestra primera separación. Antes vivíamos en un departamento, después me busqué una casa parecida y luego nos vinimos a ésta. Ahora tengo que dejarla, buscar un lugar nuevo.
-¿No le molesta tener que desarmar todo?
-Me da lo mismo, me gusta tener que armar nuevos lugares. Las cosas cambian y hay que asumirlas. Eso vale para todo.
-Es de decisiones prácticas, al parecer.
-No me gusta quedarme pegada en el pasado. Aprendí a no tenerle rabia a las cosas y a seguir adelante. Todo el mundo tiene momentos complicados, tiempos de cambios.
-Pero una separación no es un cambio menor.
-Es cierto. Es un período fuerte, difícil. Es una decisión que implica miles de decisiones más. En nuestro caso no fue algo tomado a la ligera, porque implica el bien de una hija y de una familia. Pablo para mí siempre será mi familia, es el padre de mi hija, un hombre maravilloso. Que lo nuestro como pareja haya terminado no borra todo eso. Que yo sea una mujer que toma las cosas con tranquilidad, no significa que no medite ni reflexione sobre las consecuencias de lo que hago.
-¿Cuánto reflexionó?
-Mucho, mucho. Yo soy intensa con mis sentimientos. Soy de las que le da vuelta a las cosas día y noche. No paro de pensar, de buscar explicaciones y respuestas a todo. Pero también soy realista y entiendo que nada es casual y que las cosas siempre suceden para bien. De todo siempre hay que guardar lo positivo.
-Ustedes ya se separaron y volvieron, ¿no ha pensado en esa posibilidad?
-Yo no pienso en eso. No me gusta hablar del futuro, porque no todo depende de mí. Además me parece fuera de lugar decir si algo es para siempre o no. Ahora, hoy día, las cosas están así. Y si cambian es algo que tengo que hablar con mi familia, con mis amigos más cercanos y con mi terapeuta.
-¿Está en terapia?
-Desde siempre y me parece de lo más normal. Creo que los psicólogos son una muy buena ayuda, siempre es bueno tener a alguien lúcido que te escuche y te ayude a afrontar las cosas.
El mundo de Javiera
En el jardín hay unos globos de colores: el domingo celebró el cuarto cumpleaños de Rosa. La casa se llenó de niños. Javiera dice que todo se transformó en una suerte de "Neverland" y que sólo faltó una montaña rusa. Que todo fue una locura. Que ella se divirtió tanto como su hija.
-Rosa es lo mejor que me ha pasado en la vida. La Rosa es impresionante, es una niña que encanta mucho, es una niña que da puro amor y muy gozadora, impresionantemente gozadora, y muy apegada a mí y a Pablo, quien la ama y es un gran padre.
Javiera se queda en silencio, como si meditara todo lo que dijo y prende otro cigarro.
-¿Qué ha aprendido con la maternidad?
-Me ha hecho madurar y acelerar el aprendizaje en la vida. Me ha enseñado a ser mujer, a ser responsable, a darle espacio a lo que le tengo que dar y no a cosas que quitan energía, porque tengo que dársela a ella. No puedo guatear nunca, a pesar de lo que me pase en el trabajo, en la vida, en lo que sea; tengo que estar entera, no puedo dejarme caer, y enfrentar las situaciones con entereza. También me ha servido para recordar mi etapa infantil. Yo me acuerdo que cuando niña era una niña dulce, entregada, pero también era tímida y demasiado sensible.
Javiera nació en Chile, pero a los dos años se fue a vivir con sus padres a Barcelona. Regresó a Chile cuando cumplió los nueve años. Le costó asumir el cambio. Especialmente en el colegio.
-En Barcelona estudiaba en colegio chico, donde todos éramos muy unidos y no existían rivalidades. Acá llegué a uno más grande con niños que tenían otra mentalidad, que eran competitivos, clasistas y agresivos. Además llegué sin saber inglés y todos mis compañeros ya lo hablaban. Eso marcó la diferencia. También yo era muy tímida y callada, y ver cómo las descalificaciones entre mis compañeros eran algo normal, me violentó. Recuerdo que me hice amiga de una niña a la que maltrataban todo el tiempo porque era más frágil.
-¿Sufrió bullying?
-Un poco. Para evitarlo, me encerraba en la biblioteca con otros dos compañeros a quienes también molestaban por ser diferentes y eran más introvertidos. Fue una época complicada. Dejé de hablar, andaba con la garganta apretada, me cubría la cara con el pelo y caminaba encorvada. Pero no duró mucho. Cuando cumplí los 13 saqué la voz. Fue la época en que empecé a salir en los catálogos de moda. Ahí cambió la cosa.
-Se hizo respetar.
-No, me puse odiosa y un poco agresiva. Empecé a descalificar a mis compañeros, a criticar que fueran tan privilegiados, tan clasistas. Me puse rebelde, me escapaba de clases para estar en lugares que no debía y no pescaba a la gente del colegio. Al final, imité lo que ellos habían hecho conmigo. Y eso se repitió en la escuela de teatro, donde fui un poco agresiva con la gente que tenía un mundo distinto al mío. Fui prejuiciosa, sin darme cuenta caí en el hábito más habitual de este país. Pero eso es etapa pasada. Ahora estoy más madura y abierta a todas las opiniones.
Mujer con opinión
A fines de agosto Javiera Díaz de Valdés fue invitada por la Fech a participar en el acto cultural "Domingo familiar por la educación" en el Parque O´Higgins, una actividad que duró siete horas, que tuvo la actuación de grupos como Los Tres, Chico Trujillo, Inti Illimani y Juana Fe, y reunió a cerca de 60 mil personas que se movilizaron en dos marchas hacia el lugar. Javiera subió al escenario -emplazado en la elipse del parque- pasada la una de la tarde y dio la apertura.
-Me encantó hacerlo, pero reconozco que tuve miedo de que la gente reaccionara por lo que yo represento.
-¿Cómo es eso?
-Es que supuestamente yo pertenezco a un grupo privilegiado al que no le afectan ni le interesan las demandas ciudadanas, pero no es cierto, es parte del prejuicio del que te hablaba antes. Si estuve ahí era porque creo en sus demandas y mi presencia ayudaba al movimiento. Creo que si gente como yo, que ha tenido todas las oportunidades, apoya y dice que todos merecen lo mismos privilegios, le da más validez y fuerza a la petición. Me parecería egoísta que me diera lo mismo, porque tuve la suerte y mi hija la va a tener y mis nietos seguramente también. No hay nada que me indigne más que la gente que dice: "Ay no, es que son flojos". Entiendan, en este país la mitad de la gente se levanta a las cinco de la mañana, viaja tres horas en micro para llegar a trabajar, ¿eso es flojera? No, no tuvieron educación. Por lo tanto, para ellos todo es más pesado o pierden todas las esperanzas y quedan ahí. Esa injusticia, esa capacidad de no ponerse en el lugar del otro, me molesta.
-¿Por eso en enero se disfrazó de nana y fue con sus amigos a bañarse a la piscina del Club House del condominio de Chicureo?
-No, eso fue para divertirnos. Nunca imaginamos todo el efecto que provocaría. Estábamos almorzando un domingo por la tarde con mis amigos (Juanita Vial, Hugo Grissanti) y habíamos conversado sobre la discriminación a las nanas en Chicureo y otras cosas más. Y de repente nos dijimos: ¿qué hacemos? y alguien propuso ir a tirarnos un piquero a la piscina de Chicureo con uniforme de nanas. Entonces fuimos al Parque Arauco, con ataque de risa, y compramos los delantales más baratos que encontramos y partimos al condominio. Fue un juego, aunque obviamente atrás de todo había una opinión. Me parece absurda la discriminación que existe en este país con las nanas, que son las personas más importantes que tienes en la casa. No se las puede tratar como alguien inferior. Pero nosotros no queríamos liderar una protesta o una manifestación artística.
-Pero subieron las fotos en Twitter y al día siguiente aparecieron en todos los diarios.
-Pero esa nunca fue la idea, sólo era algo que hicimos para divertirnos. Así han nacido miles de cosas que hemos hecho con mis amigos, lo que pasa es que el tema estaba ahí. Igual todo esto generó distintas reacciones.
-También los criticaron.
-Claro. Hubo gente que se rió mucho, pero otra dijo que estábamos frivolizando algo importante, que podíamos darnos el gusto de hacer esto porque éramos privilegiados. Pero la verdad es que nosotros sólo queríamos divertirnos un domingo, yo no pretendía salir en ningún diario ni convertirme en líder de las nanas. Fue una cosa totalmente espontánea que no tuvo premeditación. La gente siempre va a opinar y tiene todo el derecho de hacerlo. Cada uno tiene su propia mirada y forma de pensar. No puedo hacerme cargo de cada cabeza, me hago cargo de la mía y de mi mundo. Con eso es suficiente.
Vida modelo
Estas semanas han sido complicadas para Javiera por las grabaciones de los comerciales y las campañas fotográficas que protagoniza. El cansancio se nota en la mirada y sus movimientos denotan algo parecido al sopor.
-Los comerciales demandan harto trabajo. Son jornadas que se pueden extender hasta muy tarde en la noche. Además de las campañas para la tienda, tengo un contrato con una línea de cosméticos nacionales.
Para Javiera, el modelaje apareció antes de que comenzara sus estudios de actuación. Partió modelando cuando todavía era una escolar del Redland con catálogos de moda escolar y luego a los 14 años integró la primera camada de modelos locales de la agencia Elite. Un grupo en el que también estuvieron Francisca Benedetti, Carola de Moras y Antonia Moro, y que se presentó en sociedad con una fiesta en que estuvo John Casablancas, el fundador de la agencia y padre del fenómeno de las supermodelos de los 90.
-Para mí era un juego. Desde chica recortaba fotos de revistas y siempre que podía me compraba un Vogue, pero no tenía la ambición de ser la gran modelo. Era muy baja, muy niña y no me tomaba las cosas en serio. Yo estaba en otra, me daba lata ir a castings después del colegio; subirme a la micro maquillada como mono y con tacos. Si me salía una foto la hacía, si no tenía ganas, no iba a ninguna parte.
-No tenía el gen de la modelo obrera.
-Además era un poco soberbia, si no me tincaba una campaña o un comercial me parecía chulo, lo rechazaba. Tampoco era muy ambiciosa ni preocupada por la plata, pero reconozco que me ganaba unas buenas lucas, pero ya estaban gastadas de antes. Siempre he sido un desastre con el dinero y con mi suerte. Ahora, a los treinta años, estoy empezando a ser responsable con la suerte que he tenido. Porque he sido bien privilegiada.
-¿Qué opinaba su familia de esa época de escolar modelo?
-Eran súper relajados. Sólo se asustaron cuando me ofrecieron irme a trabajar a Japón. Entonces mi mamá me dijo: olvídalo, tienes quince años, no, tu obligación es el colegio.
Fue el final de esa etapa. Después asumió su gusto por la actuación, sus estudios en la academia de Fernando González, su debut en el cine con la escena de la lavadora en "Sexo con amor", las teleseries y su renovada faceta de modelo.
-¿Ahora en qué está su trabajo como actriz?
-No lo he dejado de lado. Los contratos publicitarios, lejos de alejarme de la actuación, me han permitido diversificarme y tener libertad. Ahora, por ejemplo, deberían estrenar la teleserie nocturna que grabamos el año pasado para Mega, que fue un proyecto al que me sumé porque me pareció interesante y que no implicó quedarme amarrada con el canal. Eso es bueno porque quedo con la posibilidad de involucrarme en otros proyectos
En la teleserie -que tiene el título tentativo de "Las dos caras de Raquel"- Javiera interpreta a una suerte de mujer mártir, víctima de una madre desalmada con rasgos psicopáticos que le hace la vida imposible a ella y al resto de su familia. Es un drama que está inspirado en varios casos policiales, entre ellos el crimen ordenado por Pilar Pérez, la Quintrala.
Este año, Javiera también estará en "Magnum", una película de acción como la de los años 70, que se comienza a filmar en abril y luego estará en una obra teatral en la que la dirigirá Willy Semler. Será la primera vez que trabajará en un montaje más clásico y formal, porque sus anteriores experiencias teatrales fueron más alternativas e independientes. También empezará a grabar un programa para Canal 13 Cable que se llamará "Crea". Ahí será la conductora y su trabajo consistirá en visitar los talleres de distintos creadores chilenos, desde músicos hasta artistas plásticos, y entrevistarlos para conocer sus procesos de trabajo e inspiración.
-Una agenda bien completa.
-Y variada. Pero lo mejor es la libertad y tener tiempo para la vida personal. Ya no tengo ganas de hacer una teleserie de las ocho de la mañana a las siete de la tarde y después ir a ensayar una obra de teatro y estar hasta las diez de la noche, porque quiero llegar a mi casa y ver a mi hija. Mi vida como madre es lo más importante.
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