por Fernando Villegas
Publicado en Reportaje La Tercera , 24 de Marzo
En el último tiempo ha abundado un argumento que comienza a hacerse popular en algunos medios pensantes: despenalizar la droga es preferible a perseguirla legal y policialmente; es la manera de convertir el -al parecer- insuperable problema del narcotráfico en uno de salud, tratable con los medios convencionales. Y no faltan modos para apoyar esta tesis, que podría resumirse como la del mal menor comparado con los terribles males en gran escala que ya conocemos: México convertido en un matadero, Colombia sufriendo por años el embate de las bandas de la droga, miles de muertos, miles de millones de dólares sucios, tráfico de armas, descomposición de los órganos del Estado, etc. Todo parece abonar la tesis "despenalicen la droga y ese abrumador desastre se desvanecerá".
Confieso que son argumentos atractivos, inteligentes, casi obvios; confieso, sin embargo, que no terminan de convencerme. No tengo tanta seguridad de que "un problema de salud" sería más tratable que el del narcotráfico. Todo depende de muchas variables. Legalizando la droga, ¿no aumentaría la población cautiva por sus paraísos artificiales, con catastróficos efectos? ¿Podemos asegurar que no? ¿Podemos afirmar que las poblaciones comprometidas con el negocio, esto es, las multitudes de sicarios, intermediarios, pistoleros y delincuentes de todas las descripciones actualmente empleados por las bandas se convertirían en honestos ciudadanos y la sociedad se libraría de sus actos? Eliminada la droga como negocio, ¿a qué otra cosa se dedicarían? ¿Podemos garantizar de que NO habría entonces un explosivo aumento de los raptos, asaltos a bancos, extorsiones, robos a mano armada, asesinatos por encargo, etc.?
De preguntas y de cinismo…
Son muchas preguntas y podría haber más. Respuestas hay pocas. Nadie tiene certezas sobre todo esto. De todos modos, algunos argumentos tienen un mérito indiscutible: son un paso hacia adelante en el camino del pragmatismo -postura a la cual adhiero- por el solo hecho de examinar el tema no ya con la mirada de la moral y la jurisprudencia, sino utilitariamente, a lo John Stuart Mills, tratando de determinar el máximo beneficio para el máximo posible de gente. Es lo que el viejo filósofo británico bautizó como "el bien mayor". El problema es cómo efectuar ese cálculo. Cómo saber en qué consiste y cuáles son los números de ese "bien mayor".
Pero ya que hablamos de números y si, además de pragmático, me permiten ser algo cínico, recordemos que gran parte de la mortandad, perturbación y conmoción que se asocia al narcotráfico no ocurre por la operación de las bandas funcionando "a régimen", sino cuando éstas son dislocadas por la acción policial y se generan condiciones para desatar una guerra entre los candidatos a reemplazar la banda desarticulada. Eso se está comprobando en todas partes, en forma muy nítida, hoy, en Acapulco. Otro hecho: la inmensa mayoría de los muertos son o eran miembros de las bandas criminales. Asesinos matando asesinos, sicarios liquidando sicarios.
Podríamos aventurar que si una organización "establecida" maneja el abastecimiento de drogas sin ser perturbada, nada sucede: de hecho, es del interés de la banda tener los menos problemas posible. Ciudades donde la policía no se obstina mucho en perseguir a los delincuentes de ese tipo -delincuentes industriales, podríamos decir, abasteciendo a una vasta masa consumidora- terminan disfrutando alguna clase de estabilidad. El "personal" de la droga no sale a las calles a matar gente en procura de otro negocio si los dejan seguir con el que ya tienen. Y los necesitados o deseosos de ese veneno serán abastecidos sin problemas. En otras palabras, es la misma situación que buscaría la despenalización de las drogas, pero con una diferencia: en vez de ser las farmacias o los hospitales los que la provean, serán las organizaciones de siempre...
Alquimia
No crean que se trata de puro cinismo; se trata de realidades. Negocios hoy establecidos y que pagan impuestos fueron bandas criminales que organizaron sólidamente sus operaciones, llegaron a un modus vivendi con la sociedad y terminaron institucionalizándose y adquiriendo respetabilidad. ¿Qué creen que era Las Vegas 50 años atrás? Y la mafia japonesa, antes terrible en sablazos y decapitaciones, hoy está formada por respetables octogenarios más pacíficos que un sacerdote budista. Usted puede pasearse a cualquier hora por Tokio, sin problemas. Es la alquimia de ciertas actividades: cuando crecen y sus operaciones son económicamente relevantes, cuando sus clientes son muchos, cuando la batalla por el poder termina con un vencedor o alguna clase de convenida federación y cuando, en todo caso, la ley ha mostrado impotencia por décadas, tenemos la aparición de un negocio algo turbio, algo escandaloso, algo sospechoso, pero regularizado y relativamente pacífico.
Realismo
Seamos realistas: no podemos eliminar la humana inclinación de tantos al escape transitorio de la droga, pero tampoco podemos dejar que ésta invada todo sin control ni límite abriendo las compuestas del dique con una legalización; mantenida a raya por no ser legal, pero al mismo tiempo en relativa paz por no ser perseguida, la sociedad tiene la oportunidad de lograr ese equilibrio antiestético, pero funcional, entre pecado, virtud y la ley que, como los barrios con lamparita roja, minimiza al menos el daño. Y esto sencillamente haciendo la vista gorda hasta cierto punto. Sí, suena feo, pero, ¿qué más se puede pedir?
Confieso que son argumentos atractivos, inteligentes, casi obvios; confieso, sin embargo, que no terminan de convencerme. No tengo tanta seguridad de que "un problema de salud" sería más tratable que el del narcotráfico. Todo depende de muchas variables. Legalizando la droga, ¿no aumentaría la población cautiva por sus paraísos artificiales, con catastróficos efectos? ¿Podemos asegurar que no? ¿Podemos afirmar que las poblaciones comprometidas con el negocio, esto es, las multitudes de sicarios, intermediarios, pistoleros y delincuentes de todas las descripciones actualmente empleados por las bandas se convertirían en honestos ciudadanos y la sociedad se libraría de sus actos? Eliminada la droga como negocio, ¿a qué otra cosa se dedicarían? ¿Podemos garantizar de que NO habría entonces un explosivo aumento de los raptos, asaltos a bancos, extorsiones, robos a mano armada, asesinatos por encargo, etc.?
De preguntas y de cinismo…
Son muchas preguntas y podría haber más. Respuestas hay pocas. Nadie tiene certezas sobre todo esto. De todos modos, algunos argumentos tienen un mérito indiscutible: son un paso hacia adelante en el camino del pragmatismo -postura a la cual adhiero- por el solo hecho de examinar el tema no ya con la mirada de la moral y la jurisprudencia, sino utilitariamente, a lo John Stuart Mills, tratando de determinar el máximo beneficio para el máximo posible de gente. Es lo que el viejo filósofo británico bautizó como "el bien mayor". El problema es cómo efectuar ese cálculo. Cómo saber en qué consiste y cuáles son los números de ese "bien mayor".
Pero ya que hablamos de números y si, además de pragmático, me permiten ser algo cínico, recordemos que gran parte de la mortandad, perturbación y conmoción que se asocia al narcotráfico no ocurre por la operación de las bandas funcionando "a régimen", sino cuando éstas son dislocadas por la acción policial y se generan condiciones para desatar una guerra entre los candidatos a reemplazar la banda desarticulada. Eso se está comprobando en todas partes, en forma muy nítida, hoy, en Acapulco. Otro hecho: la inmensa mayoría de los muertos son o eran miembros de las bandas criminales. Asesinos matando asesinos, sicarios liquidando sicarios.
Podríamos aventurar que si una organización "establecida" maneja el abastecimiento de drogas sin ser perturbada, nada sucede: de hecho, es del interés de la banda tener los menos problemas posible. Ciudades donde la policía no se obstina mucho en perseguir a los delincuentes de ese tipo -delincuentes industriales, podríamos decir, abasteciendo a una vasta masa consumidora- terminan disfrutando alguna clase de estabilidad. El "personal" de la droga no sale a las calles a matar gente en procura de otro negocio si los dejan seguir con el que ya tienen. Y los necesitados o deseosos de ese veneno serán abastecidos sin problemas. En otras palabras, es la misma situación que buscaría la despenalización de las drogas, pero con una diferencia: en vez de ser las farmacias o los hospitales los que la provean, serán las organizaciones de siempre...
Alquimia
No crean que se trata de puro cinismo; se trata de realidades. Negocios hoy establecidos y que pagan impuestos fueron bandas criminales que organizaron sólidamente sus operaciones, llegaron a un modus vivendi con la sociedad y terminaron institucionalizándose y adquiriendo respetabilidad. ¿Qué creen que era Las Vegas 50 años atrás? Y la mafia japonesa, antes terrible en sablazos y decapitaciones, hoy está formada por respetables octogenarios más pacíficos que un sacerdote budista. Usted puede pasearse a cualquier hora por Tokio, sin problemas. Es la alquimia de ciertas actividades: cuando crecen y sus operaciones son económicamente relevantes, cuando sus clientes son muchos, cuando la batalla por el poder termina con un vencedor o alguna clase de convenida federación y cuando, en todo caso, la ley ha mostrado impotencia por décadas, tenemos la aparición de un negocio algo turbio, algo escandaloso, algo sospechoso, pero regularizado y relativamente pacífico.
Realismo
Seamos realistas: no podemos eliminar la humana inclinación de tantos al escape transitorio de la droga, pero tampoco podemos dejar que ésta invada todo sin control ni límite abriendo las compuestas del dique con una legalización; mantenida a raya por no ser legal, pero al mismo tiempo en relativa paz por no ser perseguida, la sociedad tiene la oportunidad de lograr ese equilibrio antiestético, pero funcional, entre pecado, virtud y la ley que, como los barrios con lamparita roja, minimiza al menos el daño. Y esto sencillamente haciendo la vista gorda hasta cierto punto. Sí, suena feo, pero, ¿qué más se puede pedir?
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