"Falta creerse el cuento"
por Arnaldo Guerra Martínez
Diario El Mercurio, Revista del Campo
Lunes 26 de marzo de 2012
Raúl Rivera, uno de los gurús de la innovación en Chile,
plantea que Latinoamérica tiene un nuevo rol en el mundo
y que la clave de su prosperidad pasa por liderar la revolución biotecnológica
y por ser líder global del emprendimiento, incluidos los agronegocios.
«Lo primero que hay que tener claro a nivel regional,
es que la tierra nos une no nos divide».
«Las fronteras en Latinoamérica
son bastante artificiales.
Las diferencias geográficas
o entre ecosistemas
son mucho mayores
dentro de los países
que entre ellos».
«Latinoamérica en conjunto
es la cuarta economía del mundo,
más o menos la mitad del tamaño
de la de Estados Unidos y Europa
y más o menos del tamaño de China.
Y sigue creciendo rápido.
El ingreso per cápita
es de 10 mil dólares,
igual que el promedio mundial».
«Las reglas del juego van a ser las de cualquier industria,
en las que pesan mucho la escala, el enfoque y la segmentación».
«La gente que va a ganar la plata que produce el campo
es la que va a ser dueña de la tecnología que usamos».
«Si no somos capaces de generar tecnología propia
vamos a ser los parceleros del mundo. No vamos a ser
líderes en creación de valor en el campo».
«Es una decisión nuestra posicionarnos si queremos
estar con los países transgénicos o no, pero
aprovechando la biotecnología en forma inteligente».
«Lo que América Latina no necesita
es un gobierno regional con todos los vicios
de los gobiernos actuales y en particular de los antiguos.
Eso sería el tiro de gracia. Tenemos que encontrar
una manera de generar unidad política,
sin armar un aparato estatal pesado».
«En Chile todavía nos queda mucho por recorrer.
Más del 90% de la fruta que exportamos
no fue desarrollada acá».
«¿Cómo enfrenta un fruticultor agobiado
por el bajo precio del dólar y el alza de los costos?
Lo primero es saber elegir dónde dar las batallas.
No meterse en peleas de perros grandes si uno es un quiltrito.
Enfocarse en lo que uno hace particularmente bien.
Eso tiene que ver, a lo mejor, con una necesidad puntual
de algunos de los grandes mercados del mundo.
No apuntar a la bandada.
No tratar de ganarle a los grandes haciendo de todo
o lo que hacen los más grandes.
Elegir las batallas y darlas a nivel mundial.
La única manera de competir con éxito afuera
no es reduciendo y reduciendo los costos,
que es lo que estamos acostumbrados a hacer históricamente.
Lo que hay que hacer es desarrollar cosas más novedosas
enfocadas en mercados específicos».
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Raúl Rivera Andueza considera que a Latinoamérica le llegó el momento de jugar un papel de líder en el nuevo orden mundial. Porque lo tiene todo: recursos naturales, tecnología, capital humano. Rivera es especialmente optimista. Plantea abandonar todos los mitos aprendidos sobre la región: que es insignificante, pobre, con mucha violencia, dictadores, narcotráfico y gente poco agraciada, muy distinta y separada; en suma, sin mayor destino... Nada de eso es verdad, dice. Todo lo contrario, es más grande que China y Estados Unidos y cuatro veces más que Europa. Pero también en biocapacidad, porque es la región más biodiversa y la que alimenta al mundo. Y además tiene 600 millones de habitantes que se convertirán en 800 millones en 2050.
Pero lo que menos le gusta escuchar a Rivera -quien se denomina emprendedor social
latinoamericano-, presidente fundador del Foro de Innovación, presidente fundador de la empresa de telecomunicaciones TNX, vicepresidente de la Fraunhofer Chile Research- es que Latinoamérica económicamente no pesa, cuando en realidad -recalca- es la cuarta economía del mundo, más o menos la mitad del tamaño de la de Estados Unidos y Europa y más o menos el de China. Y sigue creciendo rápido. El ingreso per cápita es de 10 mil dólares, igual que el promedio mundial.
De hecho, según la Cepal, el 69% de la población, 400 millones de personas, son de clase media; asimismo, la pobreza se ha reducido desde 50% a 31% en los últimos 30 años. El problema es que la mirada típica no va al conjunto.
Lo que falta es creerse el cuento. Es lo que plantea Rivera en su libro "Nuestra hora, los latinoamericanos en el siglo XXI", en el que aborda el tema de la nueva realidad que permitirá el desarrollo sustentable de América Latina. Un nuevo tiempo en el que los latinoamericanos están empezando a entender que pertenecen a una región mucho más fuerte, más grande y más importante de lo que piensan.
La base está en la unión que se ha logrado a medida que se bajan los aranceles y se integran los países a la economía global. Aquí aterriza su mensaje del papel que le cabe al agro.
-¿Es posible lograr la integración que plantea, si la situación se mezcla con muchas barreras y posibles hegemonías?
-Lo primero que hay que tener claro es que la tierra nos une y no nos divide. Casi sin excepción las fronteras en Latinoamérica son bastante artificiales. Las diferencias geográficas o entre ecosistemas son mucho mayores dentro de los países que entre ellos. Para mí, Ecuador es emblemático. En el hito hay un área subtropical de donde sale el café; la sierra es bien andina, con los típicos cultivos de altiplano, y luego está la selva del Amazonas. La tierra desmiente una y otra vez las fronteras políticas.
-¿Será posible algo así?
-Es que ya pasó y no nos dimos cuenta. De hecho, lo que argumento es que incluso económicamente ya nos unimos. ¿Cuántos empresarios chilenos han invertido en el campo peruano? ¿Cuántos inversionistas internacionales están en Chile? ¿Cuántos en Argentina? Y ni hablar de las transnacionales de alimentos. Está Brasil Foods o Bunge líderes mundiales, que son empresas de alimentos latinoamericanas. Eso pasó porque adoptamos, un país tras otro, un modelo abierto al mundo. Al abrir las fronteras y firmar TLC con las grandes potencias, terminamos abriéndonos. Antes de darnos cuenta estábamos integrados. Por ejemplo, hace un año descubrimos que existe un mercado más grande que Brasil, que no tenía nombre, compuesto por cuatro países sin barreras comerciales, por sus TLC con Europa y Estados Unidos, y entre ellos. O sea, un mercado hiperintegrado al mundo, compuesto por México, Colombia, Perú y Chile, con más de 200 millones de habitantes, la Alianza del Pacífico.
-¿Cómo debe mirar este fenómeno un agricultor?
-Tiene que empezar a pensar en estos temas. Porque si está en una especialidad y no sale a tomar posiciones va a estar complicado, porque va a haber un competidor que capaz que se la gane. Esto pasa a ser un mercado donde la escala regional es lo importante y no la posición nacional.
-¿Cuál es el cambio de chip que hay que hacer?
-En general, el mundo agrícola se ha modernizado enormemente. Se dice que no somos una región innovadora. Falso. Si se mira el campo argentino y el chileno ni hablar. O el brasileño con la cantidad de investigación que hay detrás. En Chile todavía nos queda mucho por recorrer. Más del 90% de la fruta que exportamos no fue desarrollada acá. Hubo una modernización, se ha ido incorporando tecnología, pero no se ha desarrollado.
Lo que no he visto es un cambio de mirada hacia una enfocada en los mercados, donde optimizas lo que tienes. Eso significa desarrollar manzanas distintas y cada producto pensando en quién los usa y no en la acequia. Si no armamos eso lo harán otros.
-¿Cómo enfrenta esto un fruticultor chileno agobiado por el bajo valor del dólar y el alza de los costos?
-Lo primero es saber elegir dónde dar sus batallas. Lo primero que diría es no te metas en peleas de perros grandes si eres un quiltrito. Si es así, enfócate en algo que hagas particularmente bien. Eso tiene que ver, a lo mejor, con una necesidad puntual de algunos de los grandes mercados del mundo. No apuntes a la bandada. No trates de ganarles a los grandes haciendo de todo o lo que hacen los más grandes. Elige tu batalla y dala a nivel mundial. La única manera de competir con éxito afuera no es reduciendo y reduciendo los costos, que es lo que estamos acostumbrados a hacer históricamente. Lo que hay que hacer es desarrollar cosas más novedosas enfocadas en mercados específicos.
-¿Tiene que ver también con que las empresas desarrollen su propia marca mundial?
-Absolutamente. Deberíamos tener un Agrosuper en todos estos países. O sea, el que la ve y es capaz de ejecutarla con un cierto nivel de audacia tiene una chance de pegar a nivel mundial. Ahora viene una época de crisis, de río revuelto, y los que tengan buena caña y sepan pescar van a sacar pescados grandes.
-¿Qué barreras se oponen a lograr estos propósitos?
-La primera es de conciencia. Creerse el cuento. No nos termina de caer la chaucha. La gente todavía piensa que el dólar va a volver a subir y vamos a estar bien. Ahora, eventualmente, en términos relativos, Chile se va a poner más barato, porque estamos con una situación de sobredependencia de la minería y eso eventualmente cualquier gobierno razonable lo va a ajustar. No tiene ningún sentido privar de su competitividad a un montón de sectores, porque hay uno que con un dólar a 200 igual exporta. Pero ya no hay vuelta atrás. El mundo de los agricultores de hace 20 años ya no existe. Esto está cambiando y las maneras de competir son otras. Las reglas del juego van a ser las de cualquier industria, en la que pesan mucho la escala, el enfoque y la segmentación.
-¿Basta con los recursos naturales para que Latinoamérica sea una potencia económica?
-Aunque no hagamos nada igual vamos a producir un montón. El problema es que no nos vamos a quedar con ni uno. La gente que va a ganar la plata que produce el campo es la que va a ser dueña de la tecnología que usamos. Ya se ve en cuánto se va a una licencia por las semillas que se usan. Si no somos capaces de generar tecnología propia vamos a ser parceleros del mundo. No vamos a ser líderes en creación de valor en el campo.
Estamos en medio de la revolución de la tecnología de la información, de las telecomunicaciones y de los computadores, pero la próxima revolución es la de la biotecnología. Ya empezó, pero todavía no explota con la fuerza de esta otra. Cuando de verdad madure la genética y generación de nuevas variedades van a aparecer los Steve Jobs en este tema. La pregunta es si vamos a ser nosotros los que vamos a estar liderando. La clave de la prosperidad de la región pasa por liderar la revolución biotecnológica y por ser líderes globales.
-¿Con transgénicos?
-Es una decisión nuestra como posicionarnos. Si queremos estar con los países transgénicos o no, pero aprovechando la biotecnología en forma inteligente. Hay muchas maneras de potenciar una especie con cambios genéticos, que no son necesariamente meterle un ratón adentro.
-¿Se han dado los pasos o ese proceso está atrasado?
-Eso es relativo, porque la gran ventaja que tenemos es que hoy la investigación y desarrollo se está globalizando.
Entonces, si eres un tipo avispado tienes la posibilidad de agarrar el teléfono y llamar a Fraunhofer Chile, que no existía hace un año, y decirles necesito que me ayuden a desarrollar una variedad para mí.
Va a costar un poco de plata, pero no más de lo que cuesta un campo. Y va a quedar de verdad con algo con lo que podrá competir a nivel mundial.
Es cosa que nos pongamos las pilas y no creamos que ganaremos la plata, ahorrando y esperando que suba el dólar y que llueva. Yo hago de esto un negocio y hay que encararlo como tal.
Hay que invertir en él, desarrollar ventajas competitivas. Hay que hacerlo creando conocimiento. Es lo que permite que tu producto sea mejor que cualquier otro.
-¿Falta algún tipo de política que impulse estos cambios?
-Ha habido una gran carencia. Justamente la dificultad para hacer investigación era el poder desgravarla de impuestos como ocurre en países líderes. Ahora eso ya existe en Chile.
El socio Estado -que siempre nos saca una parte de lo que ganamos como todo buen socio, pero nunca nos da tanto como uno esperaría- está diciendo yo te pago la mitad. Eso ocurrió hace tres semanas.
Eso significa que una empresa de valor agregado puede deducir directo de impuestos de la utilidad que genera el 35%. Y el resto lo puede rebajar y llegar en total a cerca de 48%.
UNA ESTRUCTURA LIVIANA
-¿Para desarrollar este bloque potente requiere una organización a nivel estatal?
-Eventualmente se va a necesitar una unión política. Si estás fragmentado políticamente, a pesar de no estarlo en lo económico y cultural, el peligro es que al final siempre nos vamos a pelear por algo. La única manera de evitarlo es a través de una mayor unión, con un futuro común claramente definido. Eso se logra sin burocracia. Lo que América Latina no necesita es un gobierno regional con todos los vicios de los gobiernos actuales y en particular de los antiguos. Eso sería el tiro de gracia. Tenemos que encontrar una manera de generar unidad política, sin armar un aparato estatal pesado.
Si no lo hacemos estamos en peligro, porque por lo ricos que somos desde el punto de vista de los recursos, somos tan apetecibles que tiene un cierto valor armar líos acá para poder quedarse con un pedazo. Por eso tenemos que movernos rápido. Hoy estamos operando con mercados libres y competitivos. La unión es para que sigan así. El desafío es asegurar que América Latina se mantenga como una región hiperemprendedora, vibrante, competitiva, capaz de competir en el mundo y no volver a la cosa antigua de cerrar la puerta y competir adentro de la casa. Esa protección lo que hace es debilitar.
CHILE POTENCIA Y DE VANGUARDIA
"A mí me encanta el lema "Chile potencia alimentaria". Nos va a ayudar pensar en esos términos. Es bueno para el alma; para no achicarnos y empezar a pensar en lo que somos capaces de hacer. Dicho eso, a mí me gusta Chile país sano, país pionero, país de vanguardia, el Chile que la lleva, el Chile entretenido para vivir, que va a hacernos más ricos, el que triunfa en el mundo. ¿Por qué lo hemos hecho tan bien? Porque inventamos como cuadrar la rueda antes que los demás y ahora todos nos están siguiendo. Están cada vez más cerca, por eso tenemos que dar el próximo salto. La vocación de Chile pionero, innovador, de frontera, líder, es mucho más interesante, porque potencias hay otras más grandes. Sí puede ser América Latina potencia alimentaria y Chile jugar un rol en hacer que eso pase.
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