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Realidad y expectativas


"El espacio no me permite nombrar otras de mis elecciones -entre ellas, algunos chilenos-, y tampoco sé si podré leer lo que me he propuesto. Por el momento, disfruto de esa expectativa..."


Hoy empiezan mis vacaciones y, como todos los años, he seleccionado una buena cantidad de libros para llevar a mi lugar de descanso. La mayoría son de publicación reciente -novedades o reediciones-, y los he ido apartando mes a mes, a la espera del añorado "tiempo para leer". El peso no es menor -me resisto a cambiar el papel por la pantalla-, pero vale el esfuerzo. Sobre todo, por esa expectativa amplia y gozosa que se abre ante mí: el ocio, la calma y un libro por descubrir, con la posibilidad de tomar otro si el primero no logra seducirme. Cada libro tiene su lector y su momento, y merece una segunda y quizás una tercera oportunidad. No más. Salvo para los lectores culposos -a veces lo soy- que insisten en llegar hasta la última página, aunque el placer se haya esfumado hace rato.

Sin proponérmelo, he elegido a tres escritores peruanos, de distintas épocas y géneros: creo que voy a empezar por la más reciente novela de Alonso Cueto, "Cuerpos secretos", de la que leí apenas unas 40 páginas en Santiago y mordí el anzuelo. El mismo autor publicó en 2014 "La piel del escritor", un breve y honesto libro de ensayos sobre su oficio, digno de ser releído y subrayado. No voy a definir un orden y es muy probable que alterne varias lecturas, pero no dejaré de sumergirme en la poesía del gran César Vallejo, en una muy reciente edición de la Universidad de Valparaíso, "Vallejo esencial". Durante el año había vuelto a él gracias a la publicación de Ediciones UDP, "Poesía reunida". "Me moriré en París con aguacero/ un día del cual tengo ya el recuerdo", escribió premonitoriamente en uno de sus versos más recordados, que se me viene a la mente en momentos tristes, estén o no asociados con la muerte. Otro peruano que podría haber muerto en París pero pasó sus últimas horas en Lima es Julio Ramón Ribeyro. De él no traje esta vez sus elogiados cuentos, sus diarios o alguna de sus pocas novelas, sino "Un hombre flaco", una breve biografía a cargo de Daniel Titinger -otro autor peruano-, bien escrita aunque llena de chismes, me comentó un cercano a Ribeyro.

No soy aficionada a la novela policial, pero después de las recomendaciones del crítico Camilo Marks, autor de "Biografía del crimen", he incluido en mi selección "El leopardo", del noruego Jo Nesbo. Al parecer, el mejor del momento entre los ya destacadísimos autores nórdicos.

Dando un giro, pretendo leer también "Los bienes de este mundo", la última novela que Irene Némirovsky alcanzó a publicar, antes de ser deportada a Auschwitz. Hace unos veranos leí sin parar "La suite francesa", pero sus casi 500 páginas y las múltiples demandas familiares -que no nos dan vacaciones- no me dejaron horas para más libros.

El espacio no me permite nombrar otras de mis elecciones -entre ellas, algunos chilenos-, y tampoco sé si podré leer lo que me he propuesto. Por el momento, disfruto de esa expectativa. Si la realidad dice otra cosa, no importa, "siempre nos quedará el verano", como reza el título de una novela juvenil de moda que, por cierto, no fue incluida en mi lista.

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