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Negar la realidad (extracto)‏

ÓSCAR CONTARDO, good bye lenin

Mascadas de realidad




Uno de los méritos de la película Good Bye Lenin es haber mostrado en tono de comedia un asunto tan escalofriante como el acto de negar la realidad. La trama comienza cuando una mujer madura, militante y funcionaria de la RDA, cae en coma poco antes del derrumbe del Muro de Berlín y despierta cuando el sistema socialista que había apoyado sencillamente no existe más. Para no provocarle disgustos su hijo decide maquillar el transcurso de los hechos y le hace creer que nada ha cambiado y que el capitalismo sigue a raya. El personaje protagónico mantiene bajo estricto control el acceso a todo tipo de información que enfrente a su madre enferma con el nuevo escenario político. La mujer permanece así en su estrecha habitación de convaleciente, ajena al mundo y acunada por el horripilante papel mural de fabricación soviética. Todo parece funcionar sin contratiempos, hasta que un día la mujer enferma ve que a través de su ventana se aparece un enorme cartel de Coca Cola. Pide las explicaciones del caso y recibe una: es sólo un espejismo. 
La experiencia de una situación incómoda que es preferible evitar en lugar de enfrentar es un asunto universal. Hacer como si nada, inventar una mentira piadosa, esperar que el asunto se olvide hasta que el tiempo haga su trabajo.
El problema surge cuando los episodios cotidianos que contradicen nuestra versión de los hechos o estropean nuestra rutina escalan a proporciones mayores, cuando lo doméstico alcanza ribetes públicos, políticos, judiciales y el desajuste entre lo que evidentemente ocurre y el discurso sobre lo que sucede se transforma en fractura.
En ese caso, el rol del hijo que mantiene a su madre en la ilusión de un mundo que ya no existe deja de ser un acto de compasión y se transforma en el capricho de un celador. Una especie de negador compulsivo aferrado a una versión monolítica de los acontecimientos, impermeable a las señales del exterior que le indican que para sobrevivir debe morder un poco de la amarga realidad...
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Comentario:

Y cuando le preguntaron a la mamá de la señora del delantal blanco si , estando en Berlín, había visto el Muro, comentó: ¡Yo no he visto ningún muro! Por supuesto, antes de que lo derribaran los propios berlineses. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Enrique Trachet

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