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Universidad, la expectativa de los padres


"Actualmente, es frecuente conocer a quienes no profesan los estudios recibidos, porque terminan por desenvolverse en un ámbito laboral diferente, que puede ser variable o definitivo..."


Cifran altas esperanzas en los estudios universitarios, como sabemos, pensando que la prosperidad laboral del hijo dependerá de tal oportunidad. La máxima aspiración de casi todas las familias chilenas, y cada vez más, enhorabuena, es superar la formación de los progenitores y su estatus cultural y social.

No obstante, cualquiera sea la condición de origen y meta esperada, muchos de ellos podrán constatar que el concebido augurio profesional quizás experimente cambios impensados. Los padres naturalmente suponen que, habiéndose titulado, el hijo ejercerá la profesión. Pero, de un tiempo a esta parte y con tendencia creciente, esa relación ha dejado de ser así.

Actualmente, es frecuente conocer a quienes no profesan los estudios recibidos, porque terminan por desenvolverse en un ámbito laboral diferente, que puede ser variable o definitivo. Fenómeno que llegó para quedarse. Una situación que se observa en la generalidad de las profesiones, con menor incidencia en áreas de estudios de mayor especificidad y que exigen resoluciones muy claras al momento de la elección, como medicina, odontología, algunas ingenierías y poco más.

¿Cuál puede ser la explicación?

Se deduce de un conjunto de factores, entre los cuales cabe señalar la escasa oferta de trabajo para la demanda existente en la especialidad adquirida; problemas vocacionales arrastrados desde el inicio, sea por una elección poco madurada de la carrera o descubiertos en el transcurso de la misma, cuestionamientos que -paralelamente- provocan repetidos traslados de carrera y de universidad en alumnos de entre primero y tercer año. Estudios señalan que el 48% de los titulados no trabaja en lo que estudió y que el 34% se arrepiente de haber elegido la carrera que cursó.

Más al fondo, es preciso considerar la época que vivimos, de gran apertura, con una disponibilidad ilimitada de comunicaciones proporcionadas por el incesante incremento informático. Contexto irreversible, porque el proceso no se detendrá. La globalización y la sociedad del conocimiento han provocado transformaciones culturales, sociales y económicas supranacionales ineludibles y constantes, generando un clima de expectación que exige, además, competitividad.

Quienes somos adultos, cuando egresamos de las universidades, enfrentamos una sociedad que consideramos estaba "hecha", mientras la actual experimenta persistentes cambios. Está "haciéndose" para quienes pertenecen a un amplio segmento etario, que hoy se califica joven. Varios se dedican a potenciar su profesión con nuevos conocimientos, desviándola hacia otros rubros.

Las universidades han estado obligadas -materia difícil de tratar aquí extensamente- a aclimatar planes de estudio, perfiles de egreso y procesos académicos, con el objeto de proporcionar una matriz de conocimientos teóricos y prácticos especializados, con foco en el desarrollo de competencias y habilidades profesionales e individuales, más un grupo de asignaturas que aportan formación integral. Se trata de preparar personas con cualidades intelectuales, sociales y volitivas para desenvolverse en la vida, capacitadas para adaptarse a escenarios variables en materias de desempeño laboral.

Por su parte, los actuales estudiantes son bombardeados con información que reciben a diario en sus computadores y celulares. Saben que personas de edad similar han "emprendido", "innovado", "creado" -palabras gravitantes- una actividad remunerada exitosa o novedosas oportunidades laborales. Y no es infrecuente escucharlos decir que aspiran a trabajar en forma independiente y "explorar nuevas opciones".

Quizás resulte oportuno sugerir a padres con grandes expectativas profesionales de sus hijos pensar el panorama descrito y, de presentarse, saberlo asumir con sabiduría.

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