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Flotación pálida y encantada

Hahn: la concepción de una escritura para ser percibida como una voz que también puede servir a propósitos comunes, que en nada ocluyen su carácter estético...‏



Diario El Mercurio, Revista de Libros, domingo 8 de febrero de 2015

[ni en la edición impresa ni en la digital, aparece el nombre del autor del artículo]
http://diario.elmercurio.com/2015/02/08/al_revista_de_libros/comentario_de_libros/noticias/9A170457-DBED-4A55-B299-06F325CA3B5D.htm?id={9A170457-DBED-4A55-B299-06F325CA3B5D}
 
Historias de fantasmas, en particular, 
y los poemas de Óscar Hahn, en general, 
son grandes y admirables porque 
podemos leer lo que queramos en ellos: 
poseen la elasticidad, la pureza o bien 
una amalgama de elementos diversos, 
encabezados por el mito. 

Pocos, por no decir ninguno, 
autores líricos de hoy en Chile 
nos llevan a eso que T.S. Eliot
dijo hace tanto tiempo: 

"Cuando consideramos la poesía, 
lo primero en lo que tenemos que pensar 
es en ella y no en otra cosa, 
pues no la encontraremos 
en la instilación de la moral, 
la política o el tratamiento religioso". 

Y agregó que "el progreso de un bardo 
es un autosacrificio continuo, 
una constante extinción de la personalidad". 

Y tal como lo hizo el inglés, 
Hahn comienza basándose 
en la música -verbal, clásica, popular- 
y, por lo tanto, depende de la forma, 
el ritmo, la cadencia, la textura del sonido. 

O, en otras palabras,
de los recursos del lenguaje 
utilizados de modo consumado. 

El resultado tiene la cualidad de algo 
que, en esencia, es la concepción 
de una escritura para ser percibida 
como una voz y también puede 
servir a propósitos comunes, 
que en nada ocluyen su carácter estético: 
en "Una noche en el café Berlioz", 
tras haber divisado el rostro de una mujer 
que "yo he visto (...) en otra parte", 
el escritor busca el sentido, 
al inicio con cierto prosaísmo 
-"Rey del lugar común respondió sin mirarme"-, 
para evocar enseguida la leyenda: 
"Me ha clavado una estaca en el corazón/
Me ha lanzado una bala de plata/
Me ha ahorcado con una trenza de ajo".

En Hahn, cada texto tiene existencia propia 
y es un momento de su propio vivir, 
que es parte de la corriente de la humanidad. 

Incluso un título relativamente menor 
conforma una entidad significativa: 

"Los halcones de la noche/
con ojos negros y grandes/
te miran y no los ves/
te espían y no lo sabes/
hasta que un día cualquiera/
te despiertas en la cama/
y adentro de tu cabeza/
los ves volando sin alas". 

Si abordamos estas estrofas por su significado
 y la completa satisfacción que nos proveen, 
debemos confrontarlas con el telón de fondo 
del fértil y variado mundo que exponen; 
de este modo, dichas expresiones en verso 
no son muestras aisladas 
que puedan colocarse en un muro imaginario, 
como una postal que se examina para ser olvidada; 
a la manera de un pasaje concebido en la imaginación del creador, 
entra en la conciencia y en el subconsciente del lector, 
tornándolos, por ende, más ricos y hasta cierto punto, diferentes: 

"Dónde estarán los besos que nos dimos/
la tristeza tan dulce de los fados/
tus promesas tus llantos mis enfados/
nuestros cuerpos que un día compartimos" 
(en ninguna antología de Hahn puede faltar un soneto 
y "Los fantasmas de Lisboa", prueba, una vez más, 
que el artista oriundo de Iquique es hoy el artífice supremo 
de esa forma en el idioma, ese zapato chino con el que se miden 
los genuinos maestros del género literario mayor).

Historias... abarca una considerable parte 
de la trayectoria de Hahn y la obra está presidida 
por una teoría sobre los espectros en la literatura: 
los clásicos entes fantásticos del universo amoroso 
y los prefantasmas, elaborados por el propio Hahn; 
los primeros son posteriores a la muerte 
-el tema de los temas en el conjunto de la producción del creador- 
y los segundos son anteriores a la vida. 

Esta audaz y originalísima formulación 
encuentra, en sus alusiones a Rimbaud, 
un extraordinario ejemplo en "Aparición": 

"Ella era de otro tiempo/
pero daba besos/
de este siglo/
me dormía mirándola:/
flotación pálida/
y encantada/
extraña niña/
¿se volverá real?/
Nunca nunca".

La carrera de Hahn, que se extiende 
por más de 50 años, nunca ha dado 
un paso en falso y volver a sus inicios 
o seguirlo en el presente, 
significa un agrandamiento de nuestra experiencia 
y en ningún caso una pérdida de tiempo: 

"¿Quiénes son esos visitantes/
que aparecen en mis sueños/
y cuyos rostros no reconozco?/
El hombre que arregla/
el neumático de mi automóvil/
el director que va a dirigir/
mi concierto de viola/
o la muchacha del ascensor/
a la que beso apasionadamente".

Esta excelente selección, sin baches, 
ripios ni nada que sobre, 
nos propone un viaje arriesgado, 
muy poco convencional, vertiginoso, 
del que podemos retornar 
con deseos de volver a emprenderlo 
o bien con la legítima aspiración del reposo, 
dado que Hahn no admite términos medios. 

Así, Historias... , pese a su brevedad 
o tal vez gracias a ella, nos entrega 
un amplio panorama de un cosmos completo, 
junto a la entereza de una comunicación tan natural 
que no requiere esfuerzos de interpretación.

Los fantasmas de Lisboa

Dónde estará el pasado que tuvimos
el pasado que tuve entre tus brazos
En la calle resuenan nuestros pasos
pero no estamos: nos desvanecimos

Dónde estarán los besos que nos dimos
la tristeza tan dulce de los fados
tus promesas tus llantos mis enfados
nuestros cuerpos que un día compartimos

Asustados los nuevos ocupantes
de nuestro cuarto en el hotel escuchan
la risa de personas que se duchan

Como los personajes de Pessoa
somos almas sin cuerpo: dos amantes
que penan en las noches de Lisboa.

Óscar Hahn
(Apariciones profanas, 2002)

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