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Aborto a garrotazos


"Algunas figuras de la Nueva Mayoría están repartiendo certificados de tolerancia en el último tiempo. ¿Qué tendría que hacer el rector Sánchez en materia de aborto para conseguir uno de ellos?..."


Los partidarios de legalizar el aborto distan de tener posturas homogéneas. Para algunos es un bien, es decir, la legítima manifestación de un derecho de la mujer. Para otros es un mal, solo que inevitable. Los primeros quieren aborto libre: para ellos, en el vientre materno no hay todavía una persona, de modo que no existe una diferencia significativa entre eliminar al no nacido o quitarse una verruga. Para los segundos, el aborto es una tragedia: se encuentran ante el dilema de elegir entre dos males, y piensan que autorizar el aborto en casos excepcionales es un mal menor.

¿En cuál de las dos posturas se encuentra el Gobierno?

En teoría, nos está proponiendo la segunda, pues se dice que el aborto será despenalizado "solo" en tres casos excepcionales (peligro de vida para la madre, inviabilidad y violación). Si esto fuera así, la presentación de un proyecto de ley de aborto no debería ser un acto festivo, sino algo muy parecido a un funeral, porque supone la conciencia de que nos hallamos ante una situación particularmente desgraciada. Debería ser tanto como decirle al país: "Sabemos que aquí van a morir algunos no nacidos, pero lo sentimos, no hemos hallado otra solución". No fue ese el tono que tuvo la presentación de la iniciativa presidencial.

Michelle Bachelet anunció su proyecto en el marco de una cuidada puesta en escena, con cinco ministros, los presidentes de los partidos de la Nueva Mayoría y un buen número de parlamentarios. No eligió un día cualquiera: de hecho fue el último acto del año político, antes de partir de vacaciones. Hasta los colores estaban perfectamente escogidos: un fondo celeste, con la Presidenta vestida de rosado. Una refinada broma macabra: elegir el celeste y el rosado, los colores típicos de las guaguas, para presentar nada menos que una ley de aborto.

Cuando las cosas se hacen a la rápida, quedan muchos flecos sueltos. El primero que llamó la atención fue el hecho de que la objeción de conciencia se restringiera tan solo a las personas individuales, y no se incluyera en ella a las instituciones. Es decir, una clínica podría tener un ideario claramente favorable a la vida, pero no podría impedir que en ella se practicaran abortos si uno de sus profesionales así lo quisiera. Es decir, bienvenidos los idearios, siempre que no sean operativos y queden limitados a una linda declaración en la página web.

El rector Sánchez dijo lo obvio: "En la Universidad Católica no se practicarán abortos". En un escenario como el del programa de Bachelet, donde el aborto se contempla como un recurso de emergencia, una declaración como esa no debería causar la más mínima extrañeza. Pero no, el ministro del Interior calificó de "destempladas" las declaraciones de la máxima autoridad de la PUC. Una reacción muy reveladora.

¿Qué tendría que haber dicho el rector para que sus declaraciones hubiesen sido calificadas de templadas? Me imagino que algo así como: "Si un médico de la PUC es contrario al aborto, respetaremos su decisión, pero nuestros pabellones quirúrgicos, sus tenazas, bisturíes y todo nuestro magnífico equipo de salud están disponibles para quien quiera practicar un aborto". Probablemente con una declaración como esa habría obtenido el certificado de tolerancia que en los últimos tiempos están repartiendo ciertas figuras de la Nueva Mayoría.

Con todo, la reacción oficialista no se limita a unas descalificaciones, porque va acompañada de garrotes. El primero consiste en privar de financiamiento público a la PUC. Que su atención médica sea una de las mejores de Latinoamérica es un dato irrelevante para estos efectos. Un conocido diputado socialista declaró a continuación: "Si hay que expropiar la Universidad Católica por razones de interés superior, habrá que hacerlo". Y en tono amenazante agregó: "Es mejor que no pongan la discusión en esos términos". Parecen frases tomadas del manual del amado líder Kim Jong-un.

Esos garrotazos muestran que el proyecto no era tan inocente como parecía a primera vista. ¿Por qué, entonces, el Gobierno eligió presentar una iniciativa restringida a tres causales, cuando lo que se quiere es algo mucho más radical? Las razones son muy sencillas: el país mantiene una sensibilidad respetuosa de la vida y no está para cambios muy drásticos. Además, en la Nueva Mayoría se encuentra la Democracia Cristiana, cuya postura oficial implica un claro respeto a la vida en gestación. Por eso se eligió ir de a pasitos y presentar el proyecto con tonos celestes y rosados. Ya llegará el momento de cambiarle de color.

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