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La sala de máquinas de nuestro sistema constitucional‏

Ley de presupuestos: la política sin romance
por José Francisco García
Diario La Tercera, lunes 6 de octubre de 2014

La semana pasada ingresó al Congreso Nacional 
el proyecto de ley de presupuestos del sector público 2015. 

Las 5 subcomisiones parlamentarias mixtas 
que comienzan el estudio de las diversas partidas 
comenzarán su trabajo luego de la presentación 
de la Hacienda Pública por parte 
del Ministro de Hacienda este martes, 
para luego pasar a la Comisión Mixta de Presupuesto 
y finalmente ser aprobado por las dos cámaras, 
en un proceso que tiene como plazo fatal el 30 de noviembre. 

Si en dicha fecha el proyecto no es aprobado, 
se entiende aprobado el original presentado 
por el Ejecutivo el que comenzará a regir 
a partir del 1 de enero de 2015.

Si bien el gobierno ha intentado 
centrar la discusión en el aumento de 9,8% 
en el presupuesto respecto del año anterior 
o en ciertos aumentos específicos 
en presupuestos sectoriales, 
parece cierto aquel viejo proverbio en torno 
a que “los árboles que no dejan ver el bosque”.

Desde la perspectiva económica, 
destacados economistas 
de Libertad y Desarrollo  
han puesto sobre la mesa 
algunos de los elementos 
de fondo de la discusión: 

su discutible carácter contracíclico; 
la efectividad del estímulo fiscal; 
su naturaleza expansiva más allá 
de lo que aconseja la responsabilidad fiscal; 
la incumplida promesa de invertir 
los recursos de la reforma tributaria 
en aumentar la calidad de la educación; 
y, por cierto, que el preocupante 
actual escenario económico 
requiere menos del estímulo fiscal 
de la ley de presupuesto 
que de señales más potentes 
por parte del gobierno 
respecto de repensar 
su agenda de reformas 
que ha aumentado la incertidumbre 
y afectado las expectativas 
de empresas y consumidores.

Junto con lo anterior, 
desde una perspectiva 
político-institucional, 
hay al menos dos aspectos 
que me parece relevante considerar: 
la centralidad de esta ley 
en nuestro regimen político 
y los efectos (distorsiones) 
que genera en el proceso político.

En primer lugar, 
la ley de presupuesto 
es sin lugar a duda 
uno de los pilares 
de nuestro regimen político 
(hiper-presidencialista). 

En efecto, 
nuestro sistema presidencial 
no sólo se distingue 
del modelo clásico norteamericano 
por las intensas facultades legislativas 
de las que sí goza nuestro Jefe de Estado 
a diferencia de su par americano, 
sino porque, entre ellas (genero-especie), 
destaca la iniciativa legislativa 
exclusiva presidencial en materia de gasto. 

La ley de presupuesto 
es el paradigma de esta potestad. 

Los parlamentarios 
no pueden aumentar gastos 
como tampoco eliminar uno 
–de ahí el famoso caso 
en que se entregaron 
sólo mil pesos al Transantiago–; 
pueden disminuir gastos 
y solicitar información. 

Subyace la lógica 
de que cuando los parlamentarios 
tuvieron iniciativa de gasto 
ello derivó en el populismo. 

En nuestro sistema 
responsabilidad fiscal 
es sinónimo de Teatinos 120. 

Claro, bajo el marco 
que no han existido 
presidentes populistas. 

Si eso llegará a ocurrir… 
no es fácil encontrar 
muchos contrapesos institucionales 
para hacerles frente en este ámbito.

En segundo lugar, 
es tal la importancia de esta ley, 
que en muchas ocasiones 
es más valioso buscar 
negociaciones políticas 
en torno a programas sociales 
en el marco de este debate 
que en las leyes sustantivas sectoriales. 

Ello tiene impacto 
en la transparencia y calidad 
del debate democrático, 
los que se ven disminuidos, 
al centrarse las discusiones 
en confusos programas presupuestarios 
y glosas, ininteligibles 
a los ojos de los ciudadanos. 

Por lo demás, en los últimos años 
la figura de los “protocolos de acuerdo” 
se han ido institucionalizando 
como práctica presupuestaria. 

Se trata de acuerdos 
que sin tener validez legal alguna 
son el vehículo para que 
los parlamentarios (típicamente oficialistas) 
consigan la construcción de puentes, hospitales, etc., 
en sus distritos y circunscripciones. 

La clave del acuerdo claro está 
es que el gobierno en su momento 
le otorgue los créditos 
públicamente por la iniciativa. 

La contraprestación: 
lealtad en la votación 
de los proyectos del gobierno. 

Se trata del viejo “log-rolling” 
–intercambio de votos 
en la lógica do ut des– 
que describe la literatura 
del Public Choice, 
aquella que ve la política sin romance.

En los próximos sesenta días entonces, 
el proyecto de ley de presupuestos 
del sector público para el año 2015 
constituirá no sólo uno de los focos 
del debate político y de políticas públicas 
en torno al Chile que queremos 
–de manera muy concreta 
poniendo sobre la mesa 
las prioridades presupuestarias 
de los distintos sectores–, 
sino evidenciará que se trata 
de un componente central 
de aquello que se ha denominado 
la “sala de máquinas” 
de nuestro sistema constitucional.

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