Toma sede de la UDI: Libreto conocido
por Fernando Villegas
Publicado en La Tercera, 16 de Marzo del 2012
No hay ningún ciudadano, por cándido que sea, que no esperara, para luego del merecido reposo veraniego de los luchadores por "la calidad de la educación", un reestreno de los episodios de tomas, violencia y vociferaciones surtidas que dieron la pauta del movimiento en el 2011. El reestreno incluyó una "toma" de la UDI por parte de la señorita Vallejo, quien acaba de regresar de su triunfal tourneé por Europa. Allí encantó a su predispuesto auditorio con el habitual catálogo de mixtificaciones de su sector.
Está por verse -pero no lo creemos- si lo de ayer fue sólo un episodio protagonizado por una reducida fracción de extremistas o "duros", como gustan llamarse y ser llamados los intransigentes. Es lo que algunos dirán. Por lo demás, es de la naturaleza del asunto que los "duros" sean siempre una reducida fracción. La ciencia social está lejos de la precisión de las ciencias físico-matemáticas, pero si hay algo que sabe con certeza es que la mecánica de los movimientos sigue cierto curso con casi infalible regularidad: comienzan con amplias audiencias y militancias entusiastas y heterogéneas unidas por un espíritu de optimismo y buena onda, pero terminan con grupos de extremistas de armas tomar que echan a los moderados, devuelven las audiencias a sus casas, atemorizan a los pocos que se resisten y acaban siendo los dueños del negocio.
El arma de esos extremistas, lo que les da la preponderancia, es la violencia. Entiéndase ésta no sólo como el simple darle a alguien un palo en la cabeza, aunque dicha "forma de lucha" nunca está de más; el concepto incluye también la amenaza, la funa, los insultos, las tomas, el quebrantamiento de la ley, el atemorizar a los tibios, el vejar a los "enemigos objetivos" y el estarse dispuesto a hacer uso de "todos los medios". Es frente a ese espíritu decidido, agresivo y, por cierto, organizado que las mayorías, las cuales no son nada, sino un agregado de impotentes individuos aislados, pierden el control y son en el mejor de los casos limitadas al rol de claque. Muy pronto la voz de "la mayoría" es en realidad lo que decide la mayoría de los miembros de la minoría que aún asiste a las decrecientes asambleas y posee derecho a alzar la voz.
Otra observación bastante comprobada es que, alcanzada ya esa etapa, el movimiento ineluctablemente se encamina a su fin. Esto es contraintuitivo, porque nunca parece más fuerte que cuando un grupo homogéneo de "duros" controla todo lo que se dice y se hace, pero nunca, por la misma razón, es más reducida su militancia y tiene menos base y apoyo ciudadano. Entonces es cuando los movimientos se sobregiran y el resultado es conocido: thermidor. O en otras palabras, la reacción, la cual demuele el 90% de lo conseguido y revela la triste contabilidad con que siempre se construye la historia: inmensos costos para muy módicos resultados.
¿Lo saben siquiera los más iluminados de entre los dirigentes? Al menos lo sospechan, pero ya abrieron la caja de Pandora y aún no se ha inventado cómo cerrarla.
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