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Las lecciones que dejó a la ciencia el terremoto japonés y la posterior emergencia nuclear

Análisis desde Chile y el país asiático:


A un año del inesperado megasismo, la experiencia está ayudando a cambiar las viejas y obsoletas ideas de la sismología mundial. La crisis de la central de Fukushima congeló el futuro de la energía nuclear en ese país y eventualmente en el resto del planeta.  

Diario El Mercurio, jueves 8 de marzo de 2012

http://diario.elmercurio.com/2012/03/08/ciencia_y_tecnologia/mas/noticias/7D0C9223-660D-4FB1-B1C2-BD29F945D0A5.htm?id={7D0C9223-660D-4FB1-B1C2-BD29F945D0A5}
 
20 a 30 kilómetros fue el radio de la zona de evacuación ordenada por el gobierno japonés tras la emergencia nuclear en Fukushima.
150 estaciones sismológicas tiene EE.UU. alrededor de todo el mundo. Esta red ayuda a precisar los datos de los instrumentos locales y determinar más exactamente la localización de los sismos.
2,5 veces más de terremotos sobre magnitud 8 que el promedio del siglo pasado han azotado al planeta desde 2004.
 El mayor aprendizaje que dejó el desastre de Fukushima es el reforzamiento de la seguridad
La emergencia nuclear de Fukushima fue uno de los efectos más catastróficos del terremoto y maremoto que afectó a Japón el 11 de marzo pasado y también el que ha dejado más damnificados en el camino, incluyendo el uso de la energía atómica.
"Antes de Fukushima, el número de plantas nucleares en construcción equivalía al de las que se daban de baja. Las revaluaciones que han hecho ahora los distintos países sugieren que, al menos a corto plazo, habrá una disminución de la presencia de la energía atómica entre las fuentes de generación a nivel global". Lo dice el físico nuclear Peter Bradford en la edición de hoy de la revista científica Nature, que dedica dos páginas a analizar el escenario actual.
Bradford, quien sirvió en la comisión regulatoria nuclear de EE.UU., detalla que muchos países han optado por repensar su política nuclear. Alemania, Bélgica y Suiza anunciaron el cierre de todas sus instalaciones. En tanto, Italia y la República Checa cancelaron la reanudación de sus proyectos.
Costos elevados
Otras naciones como Estados Unidos, China, Rusia, India y Corea del Sur, más que cerrar plantas, optaron por fortalecer las tecnologías de seguridad. EE.UU., incluso aprobó en febrero, y por primera vez en 34 años, la instalación de un nuevo reactor.
Pero es difícil que se construyan más. Bradford reconoce que el problema más grave es el económico. Ningún proyecto nuclear ha resultado competitivo y los desastres han alejado a los potenciales inversionistas, dice.
De todas formas, a nivel de expertos se reconoce que, si bien el accidente de Fukushima alcanzó el nivel 7 en la escala de riesgo -el máximo, que también obtuvo la tragedia de Chernobyl en 1986-, las consecuencias no fueron tan significativas como se temía.
"La liberación de material radiactivo que hubo fue importante; como los vientos soplan hacia el océano Pacífico, se produjo una dilución en la atmósfera y también en el mar", dice José Maldifassi, máster en Ingeniería Nuclear del MIT y académico de la U. Adolfo Ibáñez. Además, explica, el material radiactivo va decayendo, así que si bien la emisión fue significativa, nunca llegó a los niveles de Chernobyl.
Tampoco se produjeron olas de fallecidos. Sí ha tenido lugar un gran desplazamiento de personas (150 mil, según un reciente informe de Greenpeace, y 87 mil, según cifras oficiales) y no está claro cuántos años pasarán antes de que vuelvan a sus hogares. Además, en zonas puntuales del área de exclusión de 20 kilómetros, la radiación todavía está en los suelos. Hasta ahora se habrían retirado 28 millones de metros cúbicos de suelo contaminado.
Organizaciones como Greenpeace acusan que Fukushima usaba tecnología vulnerable y que hubo errores en la evaluación de riesgos.
Pero otros expertos, como Maldifassi, consideran que ninguna planta del mundo habría resistido una ola de más de 10 metros como la que enfrentó Fukushima. De hecho, los generadores de emergencia y los sistemas de refrigeración funcionaron perfectamente tras el terremoto, pero resultaron inundados. Eso generó la crisis.
De ahí que prevé un cambio en el diseño de los sistemas de seguridad de las centrales que se construyan en adelante. Esto implica un mayor refuerzo a las estructuras y sistemas de enfriamiento pasivos, es decir que no dependan de tecnología compleja.
Japón ha revisado su política nuclear y revirtió sus planes de expansión. De hecho, sólo dos de los 54 reactores que funcionaban después de la catástrofe se encuentran operativos. El resto está sometido a un minucioso chequeo hasta nuevo aviso.
El mea culpa de los sismólogos nipones: a pesar de su tecnología, no fueron capaces prever el megasismo
"Una de las lecciones aprendidas del Tohoku-Oki, el terremoto que azotó Japón hace casi un año, es que la naturaleza actúa de maneras que contradicen lo que asumíamos", asegura el sismólogo del California Institute of Technology, Hiroo Kanamori, en la última edición de la revista Nature.
En el aniversario del terremoto de 9 grados de magnitud que azotó a Japón, los científicos reconocen que este evento les ha dejado mucho más que simples datos que estudiar y que más bien está ayudando a derribar paradigmas en la sismología.
En 2011, los más sorprendidos con el megasismo fueron los mismos científicos japoneses quienes, a pesar de tener la red sismológica más completa y avanzada del planeta, no fueron capaces de predecir que en esa zona se podría producir un terremoto sobre los 8,3 grados de magnitud.
Sólo hace tres años, cuenta el sismólogo de la Universidad de Chile Sergio Barrientos, se habían encontrado sedimentos que hace mil años fueron dejados por olas tan altas como las que se produjeron en 2011. "No hubo tiempo para que ese conocimiento pasara a la gente y ésta fuera consciente de esa posibilidad", agrega.
Las paredes de agua de más de 10 metros que devastaron el noreste de Japón fueron provocadas por un enorme desplazamiento de las placas de entre 30 y 50 metros, explica a "El Mercurio" el sismólogo de la Universidad de Kioto, James Mori. "Una de las preguntas más importantes que debemos responder es cómo ocurre un desplazamiento de esa magnitud", señala.
Esa falta de información no sólo tiene de cabeza a los científicos tratando de encontrar respuestas, sino también causó efectos prácticos al momento de dar la alarma.
"El problema con la alerta temprana se produjo porque casi todos los geofísicos del mundo pensaban que en Tohoku no se produciría nunca un megaterremoto de magnitud superior a 8.3. En esa zona no se acumulaban esfuerzos", agrega Raúl Madariaga, sismólogo chileno y académico de la Ecole Normale Supérieure (París).
Este error no sólo fue exclusivo del sismo japonés. "Todo el mundo (chilenos y extranjeros) decían hasta 1995 que entre Antofagasta y Taltal nunca había habido un gran terremoto y que no había razón de esperar uno. Pero el 31 de julio de 1995 el terremoto de Antofagasta probó lo contrario", explica el sismólogo. "El Tohoku muestra que este tipo de hipótesis debe ser verificada extensamente", argumenta.
Sergio Barrientos concuerda plenamente. "Debemos estar preparados para cualquier escenario (terremotos de gran magnitud) a lo largo de todo Chile", asegura. "Hay muchos ejemplos de lo que se ha creído en los últimos 20 años y que de cierta manera formaban prejuicios de cómo debían ser las cosas, pero están siendo cada vez más cuestionados", dice.
El terremoto de Japón fue inesperado porque los datos que siempre habían considerado los sismólogos databan de sólo los últimos 500 años, con registros de sismos de magnitud 7 y 8. "Se creía que se entendía bien la sismicidad de la zona", dice James Mori.
"Aprendimos que 500 años de historia no son suficientes para caracterizar la actividad sísmica, incluso en una región tan activa como Tohoku", concluye el científico nipón.

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