por Trinidad Pérez
Diario El Mercurio, VD, sábado 3 de diciembre de 2012
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Lo más probable es que los alemanes de Volkswagen no imaginaron, a mediados del siglo XX, que los furgones conocidos como "kleinbus", pensados con fines utilitarios y de carga, llegarían a tener tal cantidad de fanáticos que hoy se dedican a conservarlos como tesoros. En Chile, unos setecientos seguidores comparten datos y organizan fiestas y paseos familiares, todos unidos por el amor a un icono del diseño automotor.
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Para quienes las coleccionan son verdaderas reliquias. Porque las kleinbus -palabra en alemán que se traduce como minibus- fueron diseñadas hace sesenta años por el holandés Ben Pon, quien tuvo la brillante idea de presentar el proyecto a los dueños de la firma alemana Volkswagen. La idea de Pon quedó paralizada un año hasta que fue retomada por el nuevo director de la marca Volkswagen, Heinrich Nordhoff, quien empezó a producirlas. Desde entonces nació una seguidilla de modelos que conquistaron a los automovilistas de todo el mundo. Las primeras que salieron al mercado alemán fueron las llamadas T1 y estaban pensadas como utilitarios para transportar carga o pasajeros. Luego, durante los sesenta, se convirtieron en símbolo del movimiento hippie que partió en Estados Unidos, lo que ayudó a su popularización.
El año 68 fue el estreno de T2 al que más tarde se sumaron otros hasta el modelo T5. En general, miden cuatro metros de largo, sólo veinte centímetros más que el Escarabajo, fabricado por la misma marca, y cuentan con el mismo motor. No superan los 90 km/h de velocidad, pero la mayoría de sus dueños asegura no tener apuros al conducirlas; prefieren disfrutar de paseos tranquilos para mirar el paisaje y aprovechar el privilegio de viajar en un vehículo que se niega a desaparecer y que ofrece espacio generoso para seis o siete personas sentadas con total comodidad.
Presentes en todo el mundo -se fabricaron en Alemania, Brasil y México-, las kleinbus originaron una especie de movimiento que les rinde culto, y en Chile unos setecientos devotos están congregados en un club (www.kleinbus.cl), al que también pertenecen quienes aún no han cumplido el sueño de comprar una. Ellos son los que esperan que el día menos pensado aparezca alguna oferta interesante, en el mismo círculo de fanáticos. Entre todos ya tienen la costumbre de organizar cuatro fiestas al año, además de paseos fuera de Santiago, todo con el propósito de disfrutar en familia de una pasión sobre cuatro ruedas.
El fan creador
Hace diez años nació la inquietud de César Cortez, director de www.kleinbus.cl, por estos automóviles. Fue cuando compró uno y de inmediato averiguó más sobre ellos, lo suficiente como para tres años después formar este club que reúne a los amantes de las kleinbus. Su lema es ir "a la velocidad del paisaje" y viajar tranquilo, ya que no se les pueden exigir grandes velocidades.
Cortez tiene tres en su parcela de Lampa. La camioneta Crew Car doble cabina es la más antigua, del año 61; una Westfalia del 66, equipada para habitarla; y otra del mismo modelo, pero año 68. Todas han estado en los paseos que este apasionado ha hecho por el sur de Chile y también cerca de la zona central, donde ha advertido la moda que se ha generado entre los jóvenes. "Les gusta por una cosa ondera y porque además son vehículos baratos", dice, aunque para él, el motivo de admiración es su diseño: "Tienen una expresión un poco triste que me gusta".
Gran coleccionista
Panchita es el nombre del modelo Samba DeLuxe, año 62, que Humberto Suazo guarda en la parte trasera de su jardín y que mantiene su color original. La bautizó así en honor a su amigo Pancho, quien la descubrió en Santo Domingo: "Tuve que pedir la mano de Panchita a mi amigo, quien la había visto primero", bromea Suazo. Con ella ha hecho varios panoramas, sobre todo recorrer playas, incluso algunas más bien alejadas. Además, ha sido usada en publicidad y cumpleaños. La cuida como un tesoro, al igual que al resto de sus autos de colección, como el Volkswagen Karmann-Ghia, tres Escarabajo y una completa sección de miniaturas que conserva en el segundo piso de su casa.
Pasión heredada
Esta High Roof del año 60 es una de las más antiguas y pertenece a Rodrigo Martínez, otro miembro del club creado por César Cortez. Es la décima kleinbus que pasa por las manos de este fan, cuya pasión comenzó porque su papá tenía un Escarabajo; así nació el amor por los Volkswagen, el cual mantiene a sus 40 años: "Cuando formé mi propia familia me compré una kleinbus porque era barata, pero finalmente el negocio me salió caro por todo lo que había que arreglar", cuenta. Así es que sólo la usa en paseos y para salir con sus dos hijos los fines de semana.
De las diez que ha tenido, Martínez tiene tres en su poder: High Roof; una brasilera, de 1987; y otra alemana del 60, con techo corredizo.
Flechazo inmediato
A sus veintiséis años Diego Hernández adora el diseño de este ejemplar del año 68, ya que desde siempre le han gustado los autos antiguos. Conoció su kleinbus en el barrio donde había vivido, mientras mostraba su ex casa, y para él fue amor a primera vista; por eso anotó de inmediato el número del dueño: "Yo creo que fui el primero en llamar porque me ofrecieron un precio ridículo, así que no lo dudé". La compró a los dieciocho años y hoy es el auto en el que se mueve por todas partes; cada vez la conoce más, por lo que ante cualquier incidente ya sabe qué hacer.
Su plan es recorrer Sudamérica y para eso debe estar en óptimas condiciones. Ahora está concentrado en la búsqueda de repuestos que lo ayuden a dejarla como nueva.
Paseo en mini trolley
Ronald Oliva encontró en su kleinbus una oportunidad de negocio, ya que ofrece paseos en su modelo brasileño del año 90, remodelado y transformado en una réplica de un antiguo trolley. Entre los circuitos hay tres recorridos patrimoniales por los cerros y calles de Valparaíso, donde vive. Muestra lo mejor de la ciudad, acompañado de un guía bilingüe que explica detalles de la arquitectura, la historia y el diseño. Tiene capacidad para seis pasajeros y los precios van de $30 mil a $50 mil. Teléfonos 6 597 1108 y 6 153 1044.
Recorrido pausado
Las vacaciones de Edson González empiezan cuando se sube en Ednesita, su kleinbus brasileña del año 90. Es una de las más modernas, con la que ha recorrido tramos muy largos por el sur de Chile. "Llegar al destino no hace que partan mis vacaciones, yo disfruto viajando lento por la carretera", comenta y se describe como un hombre relajado, pausado y amante de lo retro.
Esta kleinbus fue decorada cuando la prestó para un evento familiar: "La llevé a un galpón donde la llenaron de flores, ya que la necesitaban hippie. Me encantó como quedó", dice González.
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