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"Vas a ver que es una bendición"


Fátima tiene unos ojos inmensos que me miran muy abiertos...y está convencida que llegué a la tierra para ser su chupete..


por Claudia Aldana
Diario El Mercurio, Martes 26 de Julio de 2011

http://blogs.elmercurio.com/ya/2011/07/26/vas-a-ver-que-es-una-bendicion.asp

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La primera noche fue eterna. Las enfermeras entraban y salían revisándonos a las dos. Raúl estaba en el sofá cama, en esta noche donde los dos nos sentíamos mareados, confundidos, alegres y a la vez tristes. Las horas avanzaron lento, y no creo que hayamos dormido mucho. Mandé mails, gugleé, saqué fotos para que mis amigas que están lejos también la conocieran. Recuerdo haber escrito muchas veces "tiene Síndrome de Down", como si cada vez que lo tipeara, se hiciera un poco más cierto. Una enfermera me conversó sobre lo especiales que son estos niños, que llegan a familias elegidas, que son una bendición. Recordé que en la sala de partos también me lo dijeron, que nos traería alegrías y orgullo, y en medio del aturdimiento, no respondí lo que estaba pensando: por supuesto que así va a ser, si es nuestra hija, no la veo diferente a la primera que tuve. Otra auxiliar me dijo que llorara, que me haría bien, pero sentí que era una traición a esa personita recién llegada sentarme a lamentar sus diferencias. Sentía que por lealtad a esa niñita que se formó dentro de mí, no podría derramar lágrimas: no quería que sintiera que no era recibida con alegría. Obviamente que la morfina, el Sulpilán y todos los remedios que dan después de una cesárea en algo deben haber ayudado, pero tomé la decisión de que por mi hija, las lágrimas quedaban prohibidas. Era la hora de ocuparse, sin preocuparse.
Junto con la luz, llegaron los doctores, enfermeras, cambios de turno... todos saludaban con cariño a la recién llegada y tuve que escuchar nuevamente -no sé cuántas veces- el discurso de que era una bendición, y que estos niños especiales llegan a familias ídem. La verdad, agradezco mucho las buenas intenciones, y seguramente si me tocara estar en el otro lado, diría algo similar, pero después de escucharlo dos o tres veces, me cansó. Todos los niños son una bendición, y sin duda mi hija traería dicha a nuestra casa, fuera o no una niña con Síndrome de Down. Me han dicho miles de veces que son eternamente niños, que siempre estará conmigo, que me entregará mucha ternura. Y mientras lo escucho, yo pienso que también me hará pasar rabias, que también tendrá malos momentos, que quizás ella no quiera estar siempre con nosotros y que yo he repetido en innumerables veces la consigna de que los hijos no son de uno, sino que del mundo, así que ¿por qué obligar a la Fátima a quedarse a nuestro lado? Cierto, frente a la diferencia, no sabemos qué decir. Y agradezco nuevamente las buenas intenciones de quienes han buscado darme conformidad con esas palabras. Es una fórmula que se repite y que sin duda a algunas mamás les debe hacer sentido. Yo me conecto mejor cuando me preguntan cómo fue saber sobre su estado, si lo intuíamos, y ese tipo de preguntas que dan más espacio a hablar que a escuchar. Como en todos los duelos, no hay palabras justas ni perfectas para escuchar y decir frente al nacimiento de un hijo diferente. Yo prefiero que me dejen hablar, desahogarme, antes que sermonearme. Pero esa es una decisión de cada mamá, supongo.
Tengo muy grabado cuando habló conmigo la Bernardita, mi doctora. Porque en ese desfile de discursos místicos, fue la única que me habló en términos prácticos. Con la calidez de siempre, me planteó que hoy los niños Down tienen muchas más posibilidades que hace 30 años, que se sabe más sobre sus riesgos de salud, lo que permite mejorarles la calidad y expectativa de vida, y que hoy el desafío está en la integración. Que ya existen colegios "normales" -me carga usar esa palabra, pero no recuerdo cuál fue la exacta que usó- donde los reciben y los integran de igual a igual. Me escuchó y respondió mis preguntas ignorantes, sin darme el discurso del destino y la bendición. Y se lo agradezco. Porque pucha que me hacía falta alguien que entendiera que igual tenía ganas de reírme. Además, me dijo algo que repito bien seguido: el Down de la Fátima es un dato, no lo que la define.
Así que nuevamente lo digo. Es un dato, no su definición. Mi hija menor se llama Fátima, hoy cumple tres meses, y es una divertida. Se activa a mil a las tres de la mañana y está convencida que llegué a la tierra para ser su chupete. Fátima tiene unos ojos inmensos que me miran muy abiertos. Es mi hija, y es tan bendición como cualquier otra niña que llega a una familia que la espera.

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