WELCOME TO YOUR BLOG...!!!.YOU ARE N°

Después del Vendaval


Después del Vendaval
por Héctor Soto
Diario La Tercera, 23 de julio de 2011
http://blog.latercera.com/blog/hsoto/entry/después_del_vendaval

Rearticulado el gabinete, el gobierno trata de recomponerse. Los
ministros tienen probablemente claro lo que tienen que hacer. El
problema es que los rendimientos del sistema político están siendo muy
decrecientes.

Después del vendaval que significó el cambio de gabinete, trance que
puso como es lógico a la Alianza en estado de alerta y elevó a su
máxima expresión la paranoia de los ministros que sintieron su piso
amenazado, el gobierno gradualmente deja atrás la contabilidad
perversa de ganadores y perdedores y trata de reencontrarse con sus
equilibrios internos.

En ese horizonte es donde aparece uno de los grandes desafíos del
nuevo gabinete: lograr transferir a la política las dinámicas que han
estado irrigando con generosidad a la economía en el último tiempo. En
Chile, tradicionalmente las hebras de la política y la economía
marchaban juntas y a los presidentes les iba todo lo bien y todo lo
mal que les iba al conjunto de los chilenos.

Esa correlación se anduvo rompiendo en la segunda parte de los
gobiernos de Lagos y Bachelet, en contextos que, habiendo sido para la
ciudadanía apenas regulares, porque el crecimiento se desaceleró y
subió mucho el desempleo (en parte por efecto de dos violentas crisis
internacionales), plantearon, sin embargo, enormes oportunidades a
ambos mandatarios, al punto que ambos terminaron su mandato con altos
niveles de aprobación. En los dos episodios, entonces, el paralelismo
se trancó o dejó de operar.

Lo curioso es que el año pasado, el primero del Presidente Piñera,
justo cuando las cifras económicas empezaron a mostrar una evidente
recuperación, y cuando todo hacía pensar que la paridad iba a
restablecerse, el gobierno empezó a cosechar tanto en las encuestas
como en la calle reiteradas manifestación de desaprobación. La
disociación volvió a instalarse, pero ahora con signo inverso y mayor
fuerza. La economía, que andaba regular, mejoró; a la inversa, la
política, que andaba relativamente bien, se fue a las pailas.

El objetivo de la recomposición

Lo que la administración de Piñera ahora intentará hacer es corregir
esa asimetría, mejorando la comunicación y haciendo más política.
Fundamentalmente eso es lo que vienen a hacer al gabinete los
ministros Andrés Chadwick y Pablo Longueira. El cometido de ambos ex
senadores UDI, en conjunto con el equipo político, es romper el
aislamiento de La Moneda, abrir los puentes de contacto con la
oposición y bajar el gobierno a la calle, dejando atrás un primer
tiempo gubernativo que se caracterizó mucho por la arrogancia técnica,
el resuelto desprecio a la gestión política y el autismo en términos
comunicacionales.

Puesto que los dos nuevos secretarios de estado son zorros viejos y
correteados y llegan a carteras muy sensibles, quizás con el aporte de
ambos el gobierno pueda recomponerse. Eso al menos es lo que parecía
estar ocurriendo hasta la tarde del jueves pasado, cuando se supo del
inexcusable patinazo que significó haber nombrado un ministro de
Energía que ni siquiera alcanzó a durar tres días en el cargo. Antes
de eso, la nueva forma de gobernar ya estaba en capilla, pero con
semejante nombramiento -impremeditado, chapucero, a la rápida- el
propio Palacio la subió al cadalso.

Con todo, descontado el efecto de ese despropósito, la eventual
rearticulación del gabinete no debiera inducir a engaño. Difícilmente
las cosas volverán a ser como antes. Porque en realidad hay problemas
serios de desafección, representatividad y vacío en la
institucionalidad política chilena. Hay distorsiones y rebalses que no
están teniendo adecuados cauces de expresión. Dicho en corto, hay una
superestructura cada vez más alejada de la base ciudadana.

Aunque en estricto rigor estos no son problemas nuevos, curiosamente
las dos grandes coaliciones, más allá de intermitentes bravuconadas
retóricas, prefirieron enterrar la cabeza y no verlos. Las
disfuncionalidades en rigor vienen de hace tiempo y no es raro que en
los últimos meses estén coincidiendo en términos casi matemáticos con
las banderas de los llamados movimientos sociales (los estudiantes, el
ambientalismo, las minorías…).

Estos movimientos podrán estar abiertamente inflados por intereses
políticos y bonificados por la televisión, pero es indudable que tras
ellos hay insatisfacciones objetivas y atendibles. Es legítimo
preguntar por qué se expresan con tanta fuerza ahora y por qué no
estallaron antes. La respuesta es simple: la Concertación sabía
administrar y contener estos desajustes bastante mejor de lo que la
centroderecha en esta vuelta quiso, supo o pudo. Las redes políticas
de la Concertación, después de todo, son más amplias y también más
finas que las del otro bando.

Los problemas de la política chilena en la actualidad son varios y
pueden ser computados, entre otros rótulos, bajo conceptos tales como
falta de representatividad del Parlamento, rigidez cadavérica del
sistema binominal, sostenido desprestigio de los partidos, creciente
desconfianza de la base ciudadana en las decisiones de las elites
dirigentes y -no es último lugar- drástica reducción en la capacidad
de las fuerzas políticas tradicionales para llegar a acuerdos. A todo
esto se suma una patética falta de liderazgo.

Es la guinda de la torta. El resultado es el surgimiento de un amplio
espectro ciudadano que hoy por hoy no se identifica ni con el gobierno
ni con la Concertación. En principio, eso no parece malo, porque habla
de una ciudadanía más autónoma, empoderada e independiente. Ya no es
tan fácil manipular a las personas. Está bien: pero algo está
funcionando mal cuando la oposición a la oposición es casi tan grande
como la oposición al gobierno.Hay además otro síntoma y es que cada
vez cuesta más alcanzar acuerdos que en el pasado costaban mucho pero
que al final, entre tiras y aflojas, eran posible. Ya no lo son y por
eso se ha instalado una suerte de empate perverso; es poco lo que se
puede hacer. Como las cosas no van ni para adelante ni para atrás, la
política se está volviendo el reino de la inoperancia, lo cual vuelve
lógica la desafección ciudadana.

Herencia de la transición

Chile cambió y el sistema político no. Se dirá que esta
institucionalidad, forjada a presión antes y durante la transición
política, nunca interpretó mucho a la gente. A lo mejor es cierto en
términos estrictamente cuantitativos. Pero funcionaba y, más
importante que eso, generaba acuerdos y un cierto consenso. La gran
diferencia es que ahora cuesta un mundo que los genere.

Y estando probado que el país pudo "bancarse" sin mucho drama un
diseño poco representativo, el asunto se vuelve más arduo cuando
además se pone estéril.

Eso, por lo visto, ya es más complicado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

COMENTE SIN RESTRICCIONES PERO ATÉNGASE A SUS CONSECUENCIAS