se desplazaba sigilosamente por el lugar,
sacando la lengua cada tanto,
tal vez como un reflejo involuntario,
aunque es posible que le sirviera también
para asimilar mejor a las condiciones del entorno.
permitiéndole aliviar así la ansiedad
que se le presentaba cada vez que surgía
la posibilidad de acercarse a su eventual presa,
Finalmente, se aproximaba al escritorio
y se sentaba como un encantador de serpientes,
para disponerse a escribir con la oscura intención
de atrapar al solitario lector con su 'reptilíneo' trazo.
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