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Sin maquillaje... COLOMBINA PARRA - FLORES COMO GATOS


por Marisol García
Revista Qué Pasa, 29/06/2011http://www.quepasa.cl/articulo/cultura/2011/06/6-6035-9-sin-maquillaje.shtml
 
Sus amigos, padres e intimidad familiar pueblan el primer disco
solista de Colombina Parra. En comparación con su trabajo en Los Ex,
ésta es música más positiva. "Más bonita", según ella. Colombina a
solas es una cantautora delicada y reveladora, aunque también, a estas
alturas, una madre dedicada y una arquitecta opinante.
 
Están las que bordan, las que redecoran metódicamente su casa y las
que descubren la meditación. Están, también, las que lloran al menor
malentendido y las que leen gruesos manuales de psicología infantil.
El embarazo puso a Colombina Parra (40), en cambio, a hacer canciones.
Canciones a pura guitarra y voz; llenas de sus propios recuerdos,
imágenes y estampas cotidianas. Canciones tan personales que llevan,
todas, una dedicatoria con nombre y apellido. Canciones concebidas
como regalos musicales para circular sólo entre amigos y parientes,
pero que esos mismos amigos y parientes convirtieron en otra cosa.
 
"No era la idea hacer un disco, en verdad. Me incomodaba al principio
mostrar algo tan personal o que pudiera entenderse como el inicio de
una carrera solista, que no es para nada mi intención. Pero se lo
empecé a regalar a gente que quiero, que admiro, y todos me decían que
tenía que editarlo. Como que los propios amigos me impusieron la
tarea, casi".
 
Por eso, Flores como gatos es hoy un CD hecho y derecho, con portada,
ocho títulos, créditos - "Canciones: Colombina Parra. Líneas de
guitarra: Barak O Parra. Grabación, mezcla percusiones y líneas de
bajo: Hernán Edwards"- y distribución y descarga en los lugares
detallados en myspace.com/colombinamusica. En la carátula, seis niños
miran a la cámara bajo elaborados gorros de fiesta, en lo que parece
una tarde de cumpleaños de hace muchos años. Colombina nunca ha
querido estar en la portada de ninguno de los álbumes de sus bandas,
pero aquí se asoma, a los seis años de edad, rubia y de vestido
blanco. Es la primera de muchas concesiones de quien, pese a haber
debutado en la música hace casi dos décadas, hasta ahora parecía una
cantautora esencialmente distante a compartir datos biográficos en sus
versos, fotos o entrevistas.
 
"Justamente porque nunca pensé en el público, me puse a componer
pensando en lo que me estaba pasando, no más. Y en ese proceso se
produce algo parecido a cuando vas al psicólogo: lo cuentas, lo sacas
y te sientes mejor".
 
Eso que a Colombina le "estaba pasando" era, hace poco más de un año,
la alegría inconmensurable de un embarazo vivido a conciencia, durante
el cual la cantautora llegó a creer que era su hija, Julieta, la que
cantaba a través suyo.
 
"No quiero caer en el sentimentalismo, pero sentía una felicidad
exorbitante; no sé si a todas las embarazadas les pase lo mismo... Y
decidí irme a Las Cruces sola, sin obligaciones, sin hijo grande.
Dije: 'Me voy de la ciudad, quiero aprovechar cada segundo de lo que
me está pasando dentro de la guata'".
 
A metros de la casa de su padre, Nicanor Parra, Colombina encontró a
la venta una casa cuya dueña había fallecido recién. Un lugar lleno de
flores, que la cantautora rehabitó y convirtió en estudio provisional.
Escuchó intensamente a Bob Dylan ("que nunca me había gustado") y al
argentino Félix Cristiani. Escribió pensando en sus amigas Jacqueline,
Morgana, Chimene y Tere. Le compuso a su padre versos sobre sueños
compartidos y respiraciones sincronizadas. Se sorprendió de estar
cantando cosas tan amables.
 
"Era raro, porque mi mirada nunca ha sido muy positiva, la verdad, y
estas canciones salían muy bonitas. Por eso creo que era la mirada
positiva de la Julieta. Era como si hubiese entrado por un rato en un
personaje distinto. Recuerdo que me costaba menos relacionarme con la
gente. Andaba más simpática", dice, y ríe.
 
No es que Flores como gatos sea un disco de revelaciones ni de esa mal
llamada cantautoría "confesional". Son historias suyas, sí, pero
Colombina cree que una vez que un recuerdo queda inscrito en una
canción, por personal que sea, se convierte en otra cosa. La canción
se come a la historia, y no hay mucho más que explicar. "Basta con
eso", sintetiza.
 
-Como una foto.
 
-Sí, este disco es como un álbum de fotos. Me gusta pensar que es como
una foto en tu casa sin maquillaje, porque también mantiene esa cosa
medio brutal de Los Ex.
 
-En discos anteriores parecías más enojada. Éste es un disco cariñoso.
 
-Sí, es cierto. Como que antes no me atrevía a mostrar esa parte
cariñosa mía, que yo escondía detrás de ese enojo... que en ese
momento existía.
 
Es evidente, por ejemplo, el cariño hacia Nicanor, un padre de quien
la separan más de cinco décadas de edad, pero a quien la unen
proyectos, consejos, sensibilidades; incluso, asegura, una
comunicación no verbal. "Anoche te pillé durmiendo / no quise
molestarte / Las cosas que tú sueñas yo también las sueño / y tus
respiraciones yo también las escucho", le canta.
 
"Este disco está bien producido por él. Un par de cosas que me dijo
sobre mi trabajo están, inconscientemente. Él raya harto con la
música, es uno de sus temas. Aunque no se sepa, fue una especie de
productor de la Violeta, y yo vi cómo transformaba la manera de cantar
de Roberto, también, haciéndolo repetir el día entero, trabajando.
Como una especie de entrenador. Éste es un disco bien para él... muy
para él".
 
Lo compusiste en Las Cruces, de hecho.
 
-Me gusta estar cerca de él porque siento que como que lo cuido, pero
en el fondo creo que es más bien al revés: que él me está cuidando.
Digamos que nos cuidamos mutuamente. Con él tengo el (complejo de)
Electra medio heavy.
 
El gran terreno de La Reina en el que Colombina y Hernán Edwards
levantaron su casa es aquel en que el antipoeta pasó sus últimos años
como residente en Santiago, antes de radicarse en la costa. Es un
espacio agreste y húmedo, lleno de árboles, y al que las lluvias dejan
cubierto de barro. El gran cubo de vidrio y madera levantado por la
pareja es de una sorprendente calidez, incluso en pleno junio, gracias
a vidrios de doble panel y a un diseño que privilegió la eficiencia
energética. Colombina y su pareja (él, también guitarrista de Los Ex)
estudiaron Arquitectura juntos, y se titularon hace seis años. Su
trabajo en el área es constante, y hace poco terminaron un encargo
para unos amigos australianos.
 
"Soy arquitecto de tiempo completo, y entremedio soy músico. Soy una
mezcla de caos entre las dos cosas", asegura. "Antes tomábamos todos
los encargos que llegaban, y con el tiempo nos hemos dado cuenta que
la química entre cliente y arquitecto es importantísima. Más que
'clientes', los llamamos 'pacientes': el paciente necesita que lo
ayudes a diseñar su manera de vivir. Entender a cada paciente
diferente ha sido una locura y una aventura, y ha hecho que cada
proyecto sea totalmente diferente y tenga la personalidad de cada
uno".
 
En "Berlines para los dos", una de las canciones del disco, se
menciona a uno de los horripilantes nuevos edificios que han tapado la
vista a la bahía de San Antonio ("pero igual puedo imaginar / los
barquitos de color"). Los malos edificios despiertan en Colombina la
punk destructiva que late dentro suyo.
 
"A ese arquitecto le deberían dar cadena perpetua por quitarnos la
felicidad de mirar. Ahora sólo nos queda imaginar. Deberíamos derribar
ese edificio o tirarle una bomba. O pintarle encima lo mismo que no
nos deja ver. Mínimo, tirarle piedras y quebrar los vidrios para ver
el mar. En algún momento pensamos como nombre de oficina 'Derribar
Arquitectos'. Pienso que el arquitecto por excelencia es el que sabe
derribar para recuperar el origen y el suelo, más que el que hace
torrecitas de vidrio. A veces me da vergüenza decir que soy arquitecto
porque es como decir soy del gremio de los pelotudos que no hacemos
nada por parar ese tipo de edificios".
 
La familia feliz
 
En la arquitectura, en la música, Colombina se siente cómoda en la
colaboración con otros. Su hermano Barraco (Juan de Dios) aporta a
Flores como gatos finas líneas de guitarra, muy en la onda de Django
Reinhardt, que se contraponen con su delicadeza y técnica impecable a
la voz, a veces áspera, de la cantante. El resultado es de una calidez
frágil, atractiva por lo directa y rústica, distinguible de inmediato
de las muchas ofertas que actualmente desbordan la cantautoría local.
No es posible imaginar un disco como éste a cargo de una debutante. Su
síntesis y singularidad son rasgos propios de los años de oficio.
 
Colombina y Barraco son, también, protagonistas de "Vamos a almorzar",
el único tema del disco dedicado a su madre, Nury Tuca. Se habla allí
de separación, de dificultades superadas, de cómo en un almuerzo de
pollo y papas fritas el trío juega a ser una familia feliz ("lo que
nunca fuimos alguna vez"). La primera vez que su madre la escuchó,
"lloró a mares", cuenta la hija.
 
"Pero ahora la hemos escuchado juntas un par de veces más y se ríe. Y
creo que se irá riendo cada vez más de su propio personaje. Es una
canción de cariño, en la que yo tomo distancia de la bronca que alguna
vez pude tener con ella. Es una canción sobre un momento feliz que
borra todos los momentos infelices que has tenido. Tampoco es tan
íntimo".
 
Las impresiones familiares de Colombina se cruzan, quizás, con los
misterios en torno a su padre: sus amores, sus mujeres, los vínculos
afectivos de los que rara vez habla Nicanor. "Ah, así es que no fuiste
tú la que quiso separarse / Ah, ahora me doy un poco de cuenta",
avanza una de las estrofas sobre una relación de la que incluso los
fanáticos parrianos conocen lo justo: un amor intenso y breve con Nury
Tuca, una mujer treinta años más joven que el poeta, recordada por su
belleza y la intensidad de sus ojos azules. Otra de las musas de su
padre explica la dedicatoria del álbum completo, y aquella imagen de
la fiesta infantil de la portada del disco: "A Ana María Molinare,
quien celebró mi cumpleaños y sacó la foto", se lee en la
contraportada. Molinare es nada menos que "la mujer imaginaria", la
inspiradora del poema más famoso de Nicanor Parra.
 
-Son recuerdos familiares, sobre los cuales podría darte pudor cantar
en un escenario.
 
-¿Pero por qué pudor? Si metes tu historia dentro de una canción, no
es lo mismo a que la estés ventilando en la televisión en un programa
de chismes. De algún modo, deja de ser tu historia. Tampoco podemos
tomarnos tan en serio nuestras propias vidas. Es mi intimidad, sí,
pero quién no tiene historias así en su intimidad. Todos podríamos
decir eso de: "Juguemos a la familia feliz".

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