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Música, ¿sólo para escuchar?

por Josefina Hervé
Diario El Mercurio, Lunes 25 de Abril de 2011


La música, esa sucesión de sonidos que nos puede llevar a recorrer lugares distantes, experimentar toda clase de emociones o recordar momentos especiales. Sucesión de sonidos, simple y compleja a la vez, se encuentra ahí, bajo diversas formas y modalidades, algunas veces lejana y aristocrática, otras sencilla y sin pretensiones. Siempre ahí, y más aún ahora, cuando la tecnología nos permite tenerla al alcance de nuestro oído con tan sólo apretar un botón.
Quizás por eso hemos olvidado que la música no sólo puede ser escuchada, sino que también puede crearse y escribirse, y que quien participa de ese proceso recibe a cambio un goce especial y único. Tener música y acceder a ella ha dejado de ser un privilegio. Sin embargo, parecería que el poder hacerla sigue siendo una exclusividad. Si bien interactuamos con ella, pocas veces somos nosotros mismos los que participamos activamente en su generación, porque no nos hacemos el tiempo o porque no sabemos cómo, perdiendo con ello la oportunidad de enriquecernos de ese proceso.
¿Por qué no entregar las herramientas que permitan hacer música, y no seguir siendo meros receptores de ella? Leer música no tiene por qué ser conocimiento de algunos, como tampoco el saber tocar un instrumento. Qué más simple que usar nuestra voz para cantar, instrumento que no hay que aprender a tocar, sino sólo querer usar mejor. Formar parte de un coro debería ser algo tan común como pintar o hacer deporte, y sin embargo parece que reunirse a cantar resulta más extraño que nunca en estos días. Son tantos los beneficios de hacer música, y tan pocos los que viven las ventajas de actuar con ella día a día, en colegios, universidades o nuestras casas.
La música coral, por ejemplo, actividad grupal por definición, crea un sentido de pertenencia y motiva un permanente trabajo en equipo, en el que todos quieren colaborar por alcanzar la armonía y los ritmos indicados. Es una actividad sencilla y entretenida, en la que lograr ese resultado perfecto a veces pasa a un segundo plano, si lo que se pretende es cantar y vivir ese proceso de creación. ¿Cómo no reconocer en la música coral una herramienta propicia para crear respeto propio y hacia los demás, junto con el desarrollo de la concentración y la confianza? En momentos en que los problemas de convivencia escolar son cada vez mayores, el arte de combinar los sonidos de la voz humana -algo que todos tenemos y sabemos tocar- puede ser parte de la respuesta.
Leer música debiera ser tan importante como saber otro idioma, porque la música no sólo llena los oídos, sino también el espíritu.
Nunca es tarde para aprender: volvamos a crear música, volvamos a ser parte de ella. Sólo de nosotros depende

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