El rey Eduardo VII de Inglaterra
y su esposa se avenían
y tenían una buena relación,
pero la reina Alexandra
debió soportar estoica
los numerosos amoríos de su marido.
La leyenda dice
que al observar el ataúd
con el cuerpo de su esposo,
la reina habría murmurado:
"Al menos ahora sé donde está".
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