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Vivir fuera de Santiago, esa extraña utopía

Hacia un Santiago de calidad mundial


por Miguel Laborde 

Diario El Mercurio, sábado 3 de enero de 2014

Esta ciudad no tiene límites en su imaginario. Ella "tiene" canchas de esquí, "tiene" campo y "tiene" playas a poco más de una hora de distancia.

Es cierto, sobre todo por la montaña, a la que es fácil subir y bajar en el día. Hacia el poniente, en los valles de Curacaví y Casablanca, o por Peñaflor, la oferta agrícola ahora también es real, gracias a las autopistas que acercaron el mundo de las viñas y, con ello, el turismo asociado y los restaurantes en ellas o cercanos.
Nos gusta tener abiertas las puertas de la ciudad. Si Santiago carece de bordes definidos, de umbrales y portales, es por algo. No queremos un límite que diga: "Aquí empieza la ciudad, usted ha abandonado el campo".

Soñamos con seguir viviendo en un entorno de naturaleza o, al menos, "como en el campo". En barrios jardín extensos y planos, para no sentirnos exiliados del medio ambiente natural. Nos encanta lo urbano para verlo afuera, en Buenos Aires o París, pero nunca hemos hecho desarrollos de esa clase, tan amplios y densos.
Queremos seguir desparramándonos en el valle, soñando con el día en que, luego de años de trabajo, podamos pagar el derecho a retornar a la naturaleza. Por ahora, con o sin segunda casa, nos conformamos con contar los fines de semana largos que nos trae el año nuevo para "arrancarse", planear viajes, todo cuanto pueda amortiguar la desgracia de no vivir en la tierra o, según el voto de mayoría, frente al mar.

Los jóvenes, curiosos, a veces preguntan por qué, si hay más de 4 mil kilómetros de costa y tanto nos gusta, no vivimos todos en fila; Chile, un rosario de ciudades con amplia vista al océano Pacífico.

La respuesta fácil es que los piratas y corsarios, de Inglaterra y Holanda, no nos dejaron tranquilos durante más de dos siglos. Ser porteño era sinónimo de vivir en ascuas, alerta al grito de "¡Vienen los piratas, escondan a las mujeres y el oro de la Iglesia, también la carne y el vino!".

Si Valparaíso no fue ciudad hasta fines del siglo 18, si llegó a la Independencia sin muelle, si no somos país de consumidores habituales de pescado como los mismos ingleses o los japoneses, es porque los piratas no nos dejaron acercarnos al mar con sus constantes saqueos y pillajes.

Nos acostumbramos a las bondades de la tierra adentro, al sol dorado de la mañana levantándose tras la cordillera, sin las mañanas nubladas, ni las humedades invernales de las ciudades costeras. ¿Y por qué entonces gana Viña del Mar todas encuestas de mejor ciudad para vivir en Chile? ¿Por qué la mayoría querría irse a vivir fuera de Santiago, y tiene ese proyecto de vida en el horizonte? No lo tenemos resuelto, nuestros sentimientos son contradictorios.

Ahí está el problema, y es exactamente lo que reclaman los urbanistas: ¿Cómo se proyecta un orden territorial y una estrategia de desarrollo urbano, si como sociedad no hemos decidido cómo queremos vivir? No sabemos, todavía, cómo es la ciudad que queremos. El Consejo Nacional de Desarrollo Urbano no tiene una tarea fácil por delante, en este 2015.

Sitio web del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano:www.cndu.cl

 Contradicción

¿Por qué la mayoría querría irse a vivir fuera de Santiago, y tiene ese proyecto de vida en el horizonte? No lo tenemos resuelto, nuestros sentimientos son contradictorios.

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