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Caminabilidad por Sebastián Gray La condición caminable de las ciudades...‏


Diario El Mercurio, sábado 10 de enero de 2014
  
¿Otro neologismo salvaje, dirá usted? 

Lo cierto es que la palabra proviene 
de "walkability", en inglés, 
idioma bastante más plástico que el español 
para denominar conceptos nuevos: 
en cuanto este recibe 
un nombre preciso, existe y para siempre. 

En este caso, el término se refiere 
a la condición caminable de nuestras ciudades; 
al diseño urbano concebido antes que cualquier 
otra cosa para la experiencia del peatón, 
que es el sujeto y el objeto 
de todo espacio público.

Se distingue el hombre 
de las demás criaturas 
por caminar erguido, 
dejando brazos y manos libres 
para crear civilización. 

Más allá de trasladarse o ejercitar, 
caminar tiene, desde los peripatéticos 
aristotelianos en adelante, 
un sentido trascendente de contemplación, 
meditación, diálogo y encuentro. 

Sin embargo, la ciudad moderna, 
demasiado extensa y completamente mecanizada, 
ha subyugado al peatón a las implacables 
demandas de la vialidad automotriz 
y del transporte público, 
relegándolo a un segundo plano 
en nuestros propósitos. 

Tanto es así que, hasta hace pocos años, 
en Chile el concepto de "movilidad" 
se refería exclusivamente a medios motorizados, 
ignorando casi con sorna a la modesta bicicleta 
y al modesto peatón. 

Hoy, mucho más conscientes de que 
las feroces desigualdades sociales-espaciales 
son consecuencia directa de nuestras políticas 
de desarrollo y planificación urbana 
de las últimas décadas, también comenzamos 
a comprender que la ciudad es utilizada 
de distintas formas por diversos grupos, 
y que el buen espacio público 
es el mayor regalo que un Estado 
puede hacer a sus ciudadanos.

Aquí es donde aparece 
el concepto de "caminabilidad", 
tal como se está discutiendo 
en este momento en numerosas ciudades del mundo: 
que el espacio peatonal es el espacio cívico 
por excelencia; que los peatones deben tratarse 
siempre con los mayores privilegios posibles, 
ciertamente mayores que el automóvil; 
que debe ser espacio de calidad, 
a resguardo de los elementos, 
seguro, cómodo y agradable; 
que propicie la interacción, 
el ocio, el descanso, el agrado. 

Que sea digno.

Piense ahora en su propia ciudad, 
estimado lector. ¿Cómo son sus veredas? 
¿En qué estado están sus árboles? 
¿Cómo son los cruces peatonales? 
¿Son bellas las vitrinas y las fachadas? 
¿Hay escaños? ¿Es usted un caminante feliz?

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