en un litro de agua
consigue un cuento regular.
Si uno diluye ese cuento
en diez litros de agua,
consigue una novela innecesaria.
Convertir en tema
hasta el rincón más estéril de la experiencia,
como una espera frente al mesón del McDonald’s
o la detención en un servicentro para cargar bencina.
Al final lo que importa
es la lengua que usa la gente
para escribir en las paredes del baño.
Todas las columnas de (Pedro) Mairal
son columnas-cuentos y en todas
hay siempre un chispazo de poesía,
que es ese hueco luminoso a través del cual
mira Mairal y nos enseña a mirar.
Aprender a mirar con las palabras...
Hay columnas teñidas de melancolía
y hay también columnas escritas con humor,
lo que nunca es fácil porque escribir con humor
como lo hace Mairal es convertir el humor en un tono.
Mairal tiene otra virtud: titula muy bien.
No podría de ser de otro modo:
en esa poética de la fluidez, de la unidad,
el título es muchas veces el pliegue inicial
donde el alambre se dobla y completa la figura.
Mairal se las arregla para producir felicidad en el lector...
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